El Selfie, ¿Velázquez o Ellen?

Publicado el 13 de Abril de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

Nota para mi madre, quien sabe vivir inmune a la tecnología y sus modismos: Selfie es el autorretrato que con cámara digital o teléfono celular se saca uno mismo.

   Seguramente usted ha visto al menos una litografía de ese cuadro que alguien bautizó como la teología de la pintura, originalmente llamado “La Familia de Felipe IV” pero mejor conocido como “Las Meninas”. En su obra insigne, Diego Velázquez se inmortalizó a costa de la familia real al incluirse en el lienzo sobre el que dibujó a la infanta Margarita en el primer plano. No existía la palabra, pero a su modo y con sus medios, lo que tendríamos con el ibérico es un Selfie vintage o clásico. Astutamente, jugando creativamente con espejos, perspectivas y la colaboración del espectador, el artista logra que a su trabajo se le den múltiples interpretaciones que son materia de un amplio análisis por conocedores del arte pictórico y de la filosofía.


Siglos más tarde y brincando de continente y de arte, aterrizamos en la pasada entrega de los premios Oscar a lo más promovido de la industria cinematográfica. Ahí la conductora del evento llamada Ellen Degenerada o algo así, se convirtió en el pincel para que alguien que esta dejando huella en nuestras generaciones hiciera un trabajo del tipo de Velázquez: Míster Samsung.

Y es que la genialidad de Samsung será motivo de tesis en mercadotecnia y comunicaciones todavía cuando en el futuro Julia Roberts pase a ser “la cadáver bonita” y los nombres de Meryl, Bradgelina, Jennifer, Spacey y demás estén presentes solo en los archivos de Hollywood y no más en el ideario colectivo. En ese mañana, los estudiosos del como el fenómeno tecnológico-comunicativo actual ha sido aprovechado por distintas industrias se preguntarán como es que logró una compañía, con el pago a una sola persona (Ellen), convocar sin más costo a las celebridades de nuestra cultura en un ardid propagandístico que ni el mismo Vaticano o la Casa Blanca hubieran soñado armar. El selfie de la noche de los Oscares no nos dice quién es Ellen ni sus amigos, nos dice quiénes somos nosotros y quien es Samsung.

También tenemos que el Selfie existe en la literatura en forma de autobiografía y es en los arrinconados y olvidados estantes de las librerías donde más claramente vemos lo vano e intrascendente que puede resultar un autorretrato cuando el carácter y legado del protagonista se sitúa entre los extremos de piedad de la Madre Teresa y Adolfo Hitler si hablamos de humanidad, entre el patriotismo de Santa Anna y Francisco I Madero si se es parte de la historia mexicana, o entre el virtuosismo de un Mozart y un Arjona si son compositores. Los extremos se llevan todo, los de en medio solo el olvido.

    Ni duda cabe, el inmortal en “las Meninas” es Diego Velázquez con el Selfie más celebrado de la historia con cargo a Felipe IV. En nuestro tiempo, los sorprendidos y celebres actores fueron chamaqueados y hábilmente capitalizado su pequeño ego por la inteligentísima jugada de una compañía que es la ganona con el Selfie hollywoodense.

    Aun cuando el selfie es ego y este es más difícil de apaciguar que un cáncer, y aun cuando muchas de nuestras acciones llevan algo de selfie, ¿Podemos ser tan hábiles como Velázquez para que nuestros afanes vayan hacia donde realmente trascendamos? ¿O el ego nos hace tan manipulables para que nuestras mejores virtudes sean utilizadas astutamente por otros, aun cuando en la foto aparezcamos nosotros, como la infanta Margarita hace varios siglos o Angelina semanas atrás?

No hay comentarios.: