¿Tu haces la masa?

  Publicado el 14 de Septiembre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia

    La misma pregunta se vienen haciendo los padres de familia desde tiempo inmemorial: ¿Hasta dónde llegara esta juventud? Dice mi madre que en su niñez era cotidiano tener una gran mesa destinada a amasar en cada hogar. Aprendían desde pequeños a utilizar el rodillo para elaborar tortillas de harina y maíz, galletas, pasteles y principalmente los diversos tipos de pasta para las recetas diarias de cocina. Tiempo después y cuando ella se hubo convertido en ama de casa, la industrializada pasta seca empaquetada fue el rápido y económico sustituto a la titánica tarea de mezclar, extender y cortar la masa sobre la mesa.

    Y hoy en día, la magia de las economías a escala y el frenético estilo de vida que llevamos hacen que sea común para las señoras esa práctica de comprar comida preparada como alternativa barata (en más de un sentido) antes que meterse horas en la cocina. Mi abuela decía que a mi madre le toco una vida fácil y desahogada comparativamente porque a principios del siglo XX tanto los huevos como los tomates de la salsa y también la harina, eran de producción casera; por supuesto que nuestras madres piensan que la industrialización hizo de nuestra generación una sociedad acomodaticia; y claro, hoy nos quejamos de que los jóvenes globalizados no sepan ya no digamos cocer la pasta, no aprenden ni a preparar un café. Pero, ¿Es realmente eso importante?

    Si todos somos honestos, y ofreciendo una disculpa por la irreverencia a cada generación ascendente, habremos de reconocer que nuestras madres superaron a la abuela al ingeniárselas para abrir brecha en una transición de cerrazón y machismo hacia la incorporación de la mujer en los quehaceres productivos formales de la economía; también habremos de ver que la mujer de nuestro tiempo mejoró a la antecesora porque ha luchado sin tregua perfeccionando el rol femenino al despojarse de la llamada discriminación positiva para reclamar su lugar al lado y nunca más detrás del hombre sin descuidar su papel social de madre, esposa, pareja o amiga. Y lo mismo pasa con los varones: Aunque ya nadie sabe llevar una serenata al estilo Pedro Infante y hace muchos años que la caza y la pesca dejaron de ser una necesidad para convertirse en deportes, los jóvenes de hoy encuentran nuevas y diversas formas de ser más completos que nosotros.

     Escucho una y otra vez a los adultos menospreciar las virtudes de la juventud actual. ¿A dónde llegarán pegados a sus gadgets? Pues yo no sé si aprenderán a producir la pasta casera, a memorizar la tabla periódica o a parlar en arameo, pero los he visto desplazarse por gigantescos e intimidantes aeropuertos, estaciones de trenes y autobuses de países extraños con absoluta soltura para ordenar un spaghetti en Sbarro´s y encima ligarse a la cajera, cosa que nuestros abuelos jamás soñaron (ni viajar solos, ni pedir el spaghetti.... menos ligarse a la cajera). Los he visto entenderse con gente de todo el mundo a través de las redes sociales en un dialecto que es carente de reglas pero abundante de sentido mientras que a nuestros padres, su perfecta ortografía y trabajada caligrafía no les alcanzaba más que para comunicarse por el lentísimo servicio postal con una persona a la vez. Los he visto realizar increíbles creaciones artísticas apoyados en lo que la tecnología les ofrece hoy, luego perfeccionan sus trabajos para finalmente imprimirlos y así ocupar en la pared el lugar de aquel infantil bosquejo firmado por alguien que si sabía cómo utilizar pinceles, pero que nunca aprendió a usar la imaginación. Los veo logrando aquello que todas las generaciones anteriores anhelaron y que jamás alcanzaron: Ser los actuales ciudadanos del mundo, y sus futuros dueños.

    Quizás sea tiempo de reconocer en nuestros jóvenes esa capacidad de prescindir de lo que no les sirve del pasado para allegarse un mejor futuro. Dejemos ya de quejarnos de las limitaciones de nuestros hijos en función de nuestro ayer para enfocarnos en sus capacidades de cara a un mañana más integral y completo para ellos, ya que por más que el mundo hoy parezca girar más rápidamente que antes, no deja de rodar igual que siempre. Quien no entienda esto y pretenda que la juventud de hoy es menos capaz que la de ayer, debería salir a conseguir su comida con piedras y palos si es muy hombre, o a cosechar el trigo para producir la harina si se dice mujer.

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