Publicado el 24 de Noviembre de 2012 en El Diario de Coahuila y El Heraldo de Saltillo
Hace un año escribía en estas mismas
páginas las virtudes que la iniciativa del Buen Fin había encontrado en un
manejo macroeconómico responsable de nuestras autoridades. Hablaba de un
seguimiento transexenal en las políticas económicas que habían sido
establecidas a finales de los años ochenta y que más allá de ideologías
partidistas, fueron acatadas por los órganos reguladores de la actividad comercial
y financiera.
Y en esta segunda edición del Buen Fin,
nuevamente el país entero fue testigo de la magnitud que nuestro mercado
interno tiene como engranaje en el motor de la economía nacional. Entre otras
cosas, los más importantes ecos que se escuchan desde el pasado fin de semana
son los siguientes: Incremento en operaciones por arriba del cuarenta por
ciento con respecto al año anterior, adhesión de oferentes por comercio
electrónico y aceptación de los mismos por el consumidor, mejores cadenas de
suministro donde con expectativas basadas en la experiencia pasada, más
proveedores de materia prima, mano de obra y de servicios logísticos y
financieros, optaron por mejorar sus condiciones al comercio para que este a su
vez agregara su descuento para transmitir todo el beneficio al precio final.
Por supuesto que no faltan los
catastrofistas, aquellos que ven en el consumo una forma de esclavitud
emocional y/ó económica. Claro que existen extremos, igual que en cualquier
gusto que se va aproximando a un vicio en cualquiera de sus presentaciones:
Alcohol, drogas, juego, redes sociales, y un sinfín de modalidades a las que
nos entregamos los seres humanos por razones más psicológicas que metabólicas.
Pero analizando bien los contras, nos encontramos que el mismo cronista que
desde su cabina insta a la gente a no endeudarse por una pantalla de 32 pulgadas,
tiene la facilidad de comprar un aparato más sofisticado que ese, en un solo
pago, sin descuento y en los almacenes más caros del mundo. El líder político
que sale de su tumba para despotricar contra el consumo, resulta ser el padre
de aquel joven cuya fotografía apareció en diversos medios con un par de
zapatos que costaron varios miles…. de dólares. También esta el pastor que le
dicta a su rebaño las bondades prometidas de llevar una vida sobria de lo mundano,
pero que no alcanza a ver la delgada línea que separa una arenga a no dejarse
llevar de la que urge a sus fieles a contribuir con el diezmo para la misión de
su religión.
Por otro lado, los datos que dan a
conocer las instituciones que miden y califican la actividad crediticia en
México, indican que los cientos de miles de mexicanos que cada año ingresan a
la actividad económicamente activa, están cambiando su cultura de consumo con
respecto a las generaciones ascendentes en la forma de un cuidado en su
historial crediticio. Se endeudan más, pero se responsabilizan de no exceder su
capacidad de pago. Así, sin darnos cuenta, el Buen Fin esta siendo el vehículo
que nos lleva a esa especie de paraíso de que tanto hablaban en el pasado esos
mismos comunicadores, políticos y hasta líderes religiosos cuando comparaban
las parcas oportunidades del consumidor mexicano con respecto a los del primer
mundo: Condiciones económicas estables y tasas financieras bajas que permitan
al ciudadano promedio alcanzar satisfactores materiales como casa, auto, vestido
y esa nueva necesidad llamada electrónica, todo desde el concepto de tener los
medios para pagarlo en el mediano ó largo plazo.
Pienso que el Buen Fin trascenderá sexenios
por dos poderosas razones: Primero, su creador e impulsor, Jorge Dávila Flores,
apenas comienza su gestión formal al frente de Concanaco y la inicia con
importantes activos como son la credibilidad, legitimidad, experiencia,
compromiso e inteligencia para continuar
teniendo un peso especifico en el panorama nacional. La segunda razón es más
sencilla, y es que el Buen Fin esta dando resultados no solo como una
iniciativa que estimula al consumo, sino como la manera de hacernos llegar a la
mayoría de los mexicanos los bienes que de otra forma jamás podríamos
conseguir.
cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx