léelo en Saltillo 360, de Vanguardia: BORDO TOWN: UNA ALTERNATIVA IMPOPULAR - Saltillo360
No seré yo quién señale con autoridad moral a los
jóvenes que, sincronizados con la naturaleza del ser humano, corren riesgos
innecesarios poniendo en peligro su integridad física y la de los demás al
conducir a exceso de velocidad o en estado inconveniente: soy la envidia de un
cementerio de gatos que no llegaron a la séptima vida, habiendo salido ileso de
múltiples accidentes sin saber dar una respuesta mejor al clásico “no se” que
se utiliza cuándo te sucede algo por simple estupidez.
Pero, la manera de abordar el problema por parte de
las autoridades sí es un tema en el cual debemos involucrarnos.
Seguro lo has notado: proliferan los bordos reductores
de velocidad en cualquier tipo de arteria por toda la ciudad. No puedo presumir
de haber viajado mucho por el mundo para decir con total conocimiento de causa
lo siguiente, pero le batallo para recordar en dónde he visto estos topes más
allá de zonas escolares o sitios dónde las personas bajan de los autos para
ingresar como lo son hospitales, aeropuertos y demás lugares donde los
reductores de velocidad sirven para proteger al peatón de los coches, no para resguardar
al automovilista de si mismo. No recuerdo haber visto esto sobre bulevares.
Sólo en Saltillo.
Me pregunto el porqué de esto. Y claro, el
reduccionismo simplón nos dice que es una cuestión de cultura. Más o menos de
acuerdo. Pero… siempre habrá un pero para que un conceptito se convierta en
dilema. Me explico:
La cultura (o falta de), no es privativa del
ciudadano. Y así como cada individuo ha de tener su propia filosofía de la vida
y de las cosas, también los gobiernos se acogen a filosofías políticas,
económicas, sociales y así una por cada titular del gabinete. Podríamos decir
que la filosofía de una administración es su ideología…sus conceptos…su cultura.
Es muy conocido que los servidores públicos tienen un
ojo en sus representados y otro en la futurología, de ahí que toda acción sea
minuciosamente calculada para medir el número de likes y hates
que arrojará, y la cultura de una administración se desnuda al actuar en
consecuencia.
De ahí que, cuando surgen tragedias como las registradas
en los distintos bulevares de Saltillo, las autoridades deban reaccionar ante
la demanda ciudadana de minimizar la frecuencia y alcances de esos lamentables
accidentes. Y aquí es dónde, por una disyuntiva política, se abre una ventana
de oportunidad para que los saltillenses entremos en esa cultura de las
ciudades donde se transita pian-pianito sin necesidad de ir brincoteando e
incrementando la cartera de fabricantes llanteros y de amortiguadores.
Esta disyuntiva política, tan llevada y traída en los
círculos del poder de cara a las elecciones del próximo año, indica que la
actual administración municipal va de transición, es decir, que en su horizonte
no aparece la reelección. Y no hay nada que beneficie más a un pueblo que un
gobierno de transición por la posibilidad de implementar medidas poco populares,
pero necesarias.
Ya lo vimos en el Centro Histórico: obras y
parquímetros que trastocan de inicio la actividad económica, pero a la larga se
espera que repercutan en más visitantes al código postal veinticinco mil. Son
acciones impopulares, pero que al paso del tiempo forman cultura.
Aterrizando en el tema, considero que, dadas las
condiciones políticas y sociales de Saltillo, es tiempo de abrir un debate
serio, libre de filias y fobias, para aprovechar la recta final de una
administración transitoria, en el sentido de instarlos a implementar y desechar
lo que sea necesario para que nuestra ciudad sea más fácil y segura de
transitar. Eliminar los bordos e implementar las foto-multas parece una buena
forma de transitar hacia una mejor cultura al volante y menos accidentes que
lamentar.
cesarelizondov@gmail.com
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