Por César Elizondo Valdés
Don Javier, Empresario con sentido social.
En Kane & Abel, un best seller de la literatura contemporánea, el autor Jeffrey Archer narra la vida de dos figuras disímbolas que por distintos senderos llegaron al final de sus vidas a ser reconocidos como influyentes hombres de negocios; uno, Abel Rosnovski, que emigró de Europa hacía Estados Unidos sin nada más que un brazalete, que con trabajo, constancia e inteligencia logró escalar posiciones desde el más bajo nivel hasta encumbrarse como un distinguido miembro de la sociedad; el otro, William Lowell Kane, sucesor de un nombre y fortuna de generaciones, que, desde su condición logró acceder a donde nadie de sus antepasados pudo hacerlo.
En el transcurso de la historia, en varias ocasiones se cruzan los caminos de ambos personajes, siendo Abel quien primero identifica a Kane, etiquetándolo como un heredero carente de méritos, después Kane, quien a pesar de sus diferencias con el inmigrante, reconoce en él cualidades como la confianza, la capacidad y la paciencia necesarios para alcanzar sus metas. Abel, aún cuando tenia una elevada autoestima, siempre tuvo un sentimiento de envidia hacía Kane, nunca olvidó la ocasión en que este, siendo un alto ejecutivo y socio de un banco, le negó el préstamo que tanto necesitaba para despegar como empresario, albergando un resentimiento que nunca pudo ser superado. De cualquier manera, un inversionista anónimo sale al rescate de Abel, de ahí en adelante todo es éxito en su carrera empresarial. Al final de la novela, no recuerdo en que forma, le es revelado a Abel el nombre de aquel misterioso benefactor particular que en sus inicios le brindó el apoyo que tanta falta le hacía: William Lowell Kane.
Recuerdo ahora el libro porque cuando tuve la oportunidad de leerlo capté algunos conceptos de lo que es un empresario con sentido social, el cual, al final sabemos que era personificado por Kane, individuo que entendía que un negocio es concebido para generar riqueza, no solo a los socios, también a todos lo que ahí laboran, al gobierno vía impuestos, a los proveedores, a los clientes en forma de productos ó servicios; teniendo la obligación de tomar las decisiones necesarias para garantizar la continuidad de la fuente de riqueza, traducida en sueldos, prestaciones, dividendos, inversiones, impuestos, productos, etcétera; pero, por otro lado le permite hacer a su mano izquierda, que es la mano social, lo que su mano derecha no puede realizar por estar supeditada al razonamiento financiero. Así, el empresario con sentido social tiene el deber de mantener en óptimo estado el negocio para futuras generaciones de trabajadores y siente el compromiso de velar por las cuestiones de justicia social con recursos propios.
El sábado pasado, partió de este mundo Don Javier López del Bosque, un empresario que tuvo el temple, el carácter, la persistencia y la capacidad para crear fuentes de empleos y oportunidades para miles de mexicanos. En mi opinión, Don Javier fue un empresario con sentido social que tuvo el valor de encarar el difícil reto de ser medido con su padre, hombre también de grandes virtudes; el reto de ser líder moral de los empresarios, en una época de peligrosos fundamentalistas de izquierda; el reto de desarrollar, junto con su familia, un negocio a través de los problemas que enfrenta la industria como huelgas, devaluaciones, competencia desleal, siniestros, crisis económicas, contracción de los mercados, condiciones arancelarias adversas, cambios de cultura; lo anterior, aunado al importante legado en causas altruistas que con discreción ante la opinión pública promovió y al empeño por asegurar el bienestar social de los más desprotegidos, hacen de la pérdida de la familia López, la pérdida de toda la comunidad. Descanse en paz Don Javier López del Bosque. mjoly@terra.com.mx
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