Para publicarse el 01 de Julio de 2005 en El Heraldo de Saltillo
Por César Elizondo Valdés
Por César Elizondo Valdés
Si tenemos cero deuda en el estado, si nos representaba hasta hace unos días el mejor Senador de la república, si en Saltillo cada vez somos más los que tenemos una mejor ciudad, si tenemos quien nos organice para que con nuestras firmas se propongan leyes, si hay quien nos dice que si se puede abatir el índice de desempleo, si tuvimos un Senador que además cuenta con la experiencia de haber sido titular del ejecutivo de la ciudad más pujante del estado, si hasta un ex subsecretario federal está compitiendo por ser gobernador; con todas esas credenciales, ¿por qué nos sentimos los coahuilenses defraudados por las personas que buscan gobernarnos los próximos seis años?
La respuesta, según se escucha, es que los coahuilenses ya superamos el estigma aquel de que los pueblos tienen los gobiernos que merecen, usado siempre para explicar malos gobiernos; como la mayoría de los estados norteños, en Coahuila gozamos de una cultura que nos obliga a cuestionar el porqué de todo lo que acontece en nuestro entorno, haciéndonos participes de nuestro propio destino, así, hemos aprendido que en cuestiones de decisión política, el poder de la sociedad es más fuerte que las desmedidas ambiciones de aquellos que solo quieren utilizar el presupuesto de todos para darle sentido a su existencia.
Las recomendaciones de los precandidatos, ya lo citamos, son de lo mejor que se puede mostrar, pero son como las que damos cuando vamos a pedir un crédito al banco, las buenas, jamás daríamos la referencia de quien hemos estafado. Y, al igual que todos, los que buscan la gubernatura de nuestro estado tienen sus lunares: Haber sido pieza clave en la fórmula que perdió la contienda por la dirigencia nacional de su partido, cayendo ante la persona que además de ser muy conocido, es muy repudiado; atribuir una lamentable derrota en la urnas al efecto Fox, en lugar de aceptar que se pudo haber perdido por una inexplicable distancia con los electores; no haber podido sacar a estas alturas una candidatura que en su momento contó con el visto bueno del personaje más influyente de la política estatal, aunado al indudable carisma natural con que cuenta; ejercer el poder en base a la fuerza que da un puesto, en vez de ejercer un puesto que te permite demostrar el poder de tus capacidades como político; saludar con sombrero ajeno cuando el empleo está por la nubes, pero atacar al gobierno cuando el desempleo es el fantasma sexenal; ser identificado como el candidato de un gobierno federal en decadencia progresiva que lo peor que puede hacer por alguien es darle su apoyo, así como ser favorecido por el más cínico de los alcaldes panistas de la región; ser recordado por haber abanderado la más gris campaña para gobernador de que se tenga memoria, levantando incluso pesadas sospechas en cuánto al destino de los recursos para aquella aventura. Los tropiezos que en su haber tienen los aspirantes, pueden ser atribuidos a sus fallas dentro del ámbito público, más que las acciones de otras personas, como insiste cada quien en su defensa. La factura que cobra está sociedad cada vez más despierta ya ha sido descontada en alguna ocasión por todos, pero ya no lo recuerdan. De verdad espero que alguien pueda llegar hasta ellos para decirles que los ciudadanos ya no olvidan, que los electores quieren funcionarios y representantes que pongan el ejemplo de lo que es terminar el trabajo que se empieza, y hacerlo bien, ya que esto es la obligación, no la virtud, que entiendan que navegarán otro sexenio más con las negociaciones que de todo este circo resulten, pero no más allá, todo tiene un costo. 8444104775@prodigy.net.mx
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