Publicado el 09 de Agosto de 2006
El lunes pasado me desvele viendo un programa conducido por Andrés Oppenheimer en el que escritores, analistas y exfuncionarios hispanos daban sus opiniones en torno a los diversos temas de la agenda latinoamericana dentro de su región y ante el mundo.
El lunes pasado me desvele viendo un programa conducido por Andrés Oppenheimer en el que escritores, analistas y exfuncionarios hispanos daban sus opiniones en torno a los diversos temas de la agenda latinoamericana dentro de su región y ante el mundo.
Me llamo la atención un dato que uno de los invitados señaló: La relación entre el gasto corriente y el gasto en obra pública que tiene el municipio de Guayaquil, en Ecuador. Investigue un poco en Internet para verificar lo que había escuchado y me encontré con que más del ochenta por ciento del presupuesto de aquella ciudad lo emplean en obra pública, mientras lo demás se divide en rubros que ellos llaman gastos laborales, gastos operativos y servicio públicos, que no es otra cosa que gasto corriente.
Fue imposible vencer la tentación de echar una hojeada a la página de nuestro municipio, en donde los primeros seis meses del año la relación fue del noventa por ciento en gasto corriente y solo el diez por ciento en inversión pública según lo publicado. La mejor capital de un país no se logra por decreto ni por intenciones, se logra solo con parámetros y con acciones.
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