Para publicarse el 10 de Noviembre de 2006
Como relojito, se marca la hora en que políticamente no es riesgoso recordarle a los ciudadanos que tienen que cumplir con sus obligaciones tributarias. Llevábamos años sin que se nos molestará con lo que ahora muchos creen que es una injusticia por parte del gobierno.
Como relojito, se marca la hora en que políticamente no es riesgoso recordarle a los ciudadanos que tienen que cumplir con sus obligaciones tributarias. Llevábamos años sin que se nos molestará con lo que ahora muchos creen que es una injusticia por parte del gobierno.
Primero fue postergado por una posibilidad de competir por la grande, después vino la luna de miel del nuevo gobernante que además de arcas suficientes se encontró con un índice de popularidad que sería una pena echar a perder tan temprano, además de que había elecciones federales en puerta.
Pero no hay plazo que no se cumpla, ni fecha que no se llegue... Ni finanzas que no se agoten. Como en la peor de las mañanas, después de la larga fiesta, los contribuyentes despertamos con la novedad de que además de la muerte, el pago de impuestos es lo único seguro. Y el gobierno está comprobando que la popularidad también tiene un precio.
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