Publicado el 03 de Enero de 2006
Desperté el día primero del año con más apetito que de costumbre, será que compartir la cena de fin de año con amigos pero acompañado de los hijos hace que nos moderemos en el consumo de todo lo que acostumbramos meterle al organismo durante estas fechas, ó será que llevaba doce horas de haber terminado de cenar, el caso es que me urgía comer algo.
Desperté el día primero del año con más apetito que de costumbre, será que compartir la cena de fin de año con amigos pero acompañado de los hijos hace que nos moderemos en el consumo de todo lo que acostumbramos meterle al organismo durante estas fechas, ó será que llevaba doce horas de haber terminado de cenar, el caso es que me urgía comer algo.
Así que, aprovechando la ocasión de tener mucho pavo en el refrigerador y de que todos dormían en la casa, salí a comprar algunas cosas para preparar la obligada torta de recalentado. Llegue al supermercado donde venden el pan que nos gusta y lo primero que vi fueron cientos, aunque a ojos de buen cubero podría decir que eran miles de roscas de reyes apiladas a la entrada de la tienda.
Ya no había uvas, ningún pavo estaba en los refrigeradores, obviamente la ropa de color rojo había desaparecido así como todo lo referente a los días 24 y último de Diciembre. A lo que sigue, es la cultura de masas en la que estamos inmersos; no son los signos de la época navideña, son los signos de la era del consumismo.
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