Darwin, escuelas e IP de Coahuila

Publicado el 20 de Marzo de 2010
Diferente a la percepción popular, la evolución de las especies se da gracias a las habilidades preexistentes en los seres vivos, de manera que es erróneo pensar que la jirafa haya ido alargando su cuello paulatinamente a través de generaciones para alcanzar las ramas altas dónde encuentra su alimento. Lo correcto es saber que debido a que en los genes de sus ancestros existía la probabilidad de un largo pescuezo, este animal pudo evolucionar en un momento dado esa particularidad para adaptarse al medio ambiente que habita.

Así tenemos también que por omisión se quedan guardadas en los diferentes linajes características que aún no son ó ya dejaron de ser necesarias para su evolución, por ejemplo diremos que la anatomía de la gallina no es apta para volar porque no lo necesita y que los humanos no desplegamos branquias ya que respiramos con otro sistema, tampoco desarrollamos una cola porque actualmente ya no tiene razón de ser, pero eso no oculta el hecho de que ambas cosas están inscritas en la genética del hombre moderno. Por consiguiente, nos encontramos con que aquellas razas que carezcan de los rasgos evidentes ó por evolucionar necesarios para adaptarse a los cambios que la naturaleza pueda presentar, están destinadas a la extinción.

Y de esta Darwiniana introducción saltamos hasta nuestro espacio y nuestro tiempo, aquí estamos en este México de todos acotados por crisis económicas recurrentes y en el Coahuila de la gente con una cultura empresarial pobrísima, dando en ambos casos el resultado de una tierra ideal para la proliferación de escuelas y universidades cuya misión es dotar a las maquiladoras de trabajadores que cubran el perfil requerido para esa triste realidad que nos hemos forjado durante mucho tiempo: Ser exclusivamente un pueblo proveedor de mano de obra.

Así como en el caso de la gallina, estos centros de estudio sacan graduados equipados con un par de alas, pero que difícilmente pueden volar; aún siendo aves no son equiparables al cóndor ó al águila. De igual forma, con esta modalidad de educación observamos como las aptitudes que han de desarrollarse para llevar al individuo a niveles superiores de realización personal quedan escondidas ante la oferta laboral de trabajos cuyo reclutamiento recuerda más a la milicia que a la avaricia, entendiendo esta última como deseo de superación.

De ahí que nuestro futuro siga estando fuertemente ligado a las decisiones, usos y costumbres de los gobernantes, empresarios y consumidores de cualquier lugar del mundo. Desde la iniciativa privada seguimos impávidos a que nuestro porvenir este anclado a lo que venga de afuera ya que nos hemos resignado a ser receptores y no generadores del desarrollo, ya sea este mundial, nacional ó regional.

Seguirán pasando las generaciones, y si no hay quien se ocupe de formar ciudadanos que propongan una evolución en nuestra manera de entender el bienestar y la dignidad económica, aquellas virtudes que tuvieron los Emilios, los Isidros ó los Pourcells, se irán borrando de nuestra genética productiva para quedar abrumadas por las nuevas formas de allegarnos satisfactores económicos.

Es una pena poder respirar bajo el agua y no hacerlo. ¿Seremos los mexicanos y los coahuilenses una analogía de lo que pasa con las branquias del ser humano durante su gestación? Peor aún, tener alas y no poder volar debe ser frustrante para la gallina. ¿Cuántas generaciones nos faltan para llegar a ese punto de nuestra historia empresarial en dónde todo vestigio de haber podido volar haya sido borrado por esa complacencia de negarse a evolucionar?

cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx

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