Publicado el 06 de Diciembre de 2015 en 360 Domingo, de Vanguardia
Es fácil entender porqué: La opinión de
los seguidores, amigos y beneficiarios directos va a ser algo más que excelente
y el sentir de los detractores estará siempre cargado de más estomago que
sesos. Lo que en mercadotecnia entendemos por media truncada es un término que
nos sirve para estadística y consiste en eliminar los extremos de una encuesta o
resultado con la finalidad de evitar que juicios nublados por la emoción
afecten el sentido de la razón.
Y es lo que algunos observadores nos
dedicamos a hacer con los temas de interés público: tratamos de quitar toda la
paja para encontrar el verdadero ánimo y estado de las cosas. Es obvio que la
abuelita del ídolo juvenil del momento lo querrá equiparar con el Pedro Infante
de su añorada juventud mientras los críticos más agrios dirán que cualquier
borracho de cantina tiene mejor entonación, y es ahí donde entra la media
truncada: quitamos igual de opiniones cargadas por ambos lados y nos quedamos
con lo que la mayoría realmente representativa dice al respecto.
Y en la semana que terminamos, los
ociosos opinadores tuvimos en torno al IV informe de gobierno estatal mucho que
truncar en las muestras de opinión pública para encontrar algo que nos diga
cualquier cosa real del sentir ciudadano, del ciudadano de a pie. Porque ya lo
sabes, el documento que la autoridad entrega a “nuestros” representantes en el
Congreso local así como los mensajes subidos a plataformas de internet uno y
trasmitido a todo el estado vía radio y televisión el otro, son simples formas
dentro de lo que suponemos un estado republicano en dónde el legislativo habría
de calificar verazmente el accionar del ejecutivo para que el pueblo no
anduviera cortando y descifrando muestras de opinión.
Fue así que desde el mismo lunes, nos
dimos a la tarea de husmear en redes sociales, devorar columnas de análisis
político, platicar en la calle, en el trabajo y en la cantina con los amigos,
enemigos y perfectos desconocidos, escuchar los programas de radio y hasta releer
a Montesquieu, Maquiavelo, Mafalda y a Sun Tzu en el afán de entender
cabalmente lo que uno va descubriendo.
Porque pasando de los aplausos del
orgulloso, notorio y leal compadre del góber al previsible ataque y descalificación
de algún compañero de plana en sus artículos, de los alegres encabezados y
línea editorial del periódico a sueldo pasando a los oscuros chismes de más oscuros
medios, de la defensa a ultranza de quienes siguen dentro del poder estatal
ante el incongruente ataque de los que ayer fueron cómplices del sistema y hoy
resultan paladines de la justicia y la veracidad, de las dirigidas
publicaciones en redes sociales de quienes trolean lo que a su empleo, negocio
o status quo convenga frente al airado reclamo de una mujer emparentada con el
poder que ni siquiera leyó o escuchó la transcripción del informe para entender
a lo que se refería el gobernador por monstruo, y de muchas cosas más; yendo de
un extremo a otro del veredicto de quienes hacen notar su sentir, y procurando
hacer una media truncada de opinión excluyendo esos extremos, fue que llegué a
un rara e improbable conclusión: No existe media truncada.
En medio, en dónde habría uno de
encontrar un acercamiento a la verdad libre de apasionamientos, no existe sino
indiferencia ante la cosa pública. Las posadas, los cumpleaños, los exámenes y
los toros; desayunos con amigos, los negocios, la liguilla del fútbol.
Peregrinaciones y mandas, el frio, la niebla y uno que otro video porno; los
memes, el final de la novela, el teletón y un primer diente; carne asada y
maratones, el trabajo y la familia, los proyectos y fracasos, la enfermedad y
la muerte. Todo lo anterior es lo que sigue siendo más importante para el
coahuilense ajeno al servicio público, y eso debe ser algo bueno.
Y
es en esa media truncada que no opina mucho de las cosas públicas dónde está la
oportunidad de quienes lo quieran ver: esa aparente indiferencia, tarde o
temprano convertirá ese hastío en un sentido de votos ajeno a los extremos de
opinión. No siempre es cierto que quien calla otorga; en ocasiones, aquellos
que permanecen callados lo están porque no ha llegado quien les de voz, no ha
llegado esa persona que identifique el problema de muchos que son la muestra de
todos para ponerse al frente de ellos y acepte el compromiso de llevarlos hasta
donde nadie los ha querido llevar. La mesa puesta para los candidatos
ciudadanos.
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