contexto: cierre de blvd Carranza por estudiantes en septiembre de 2023
El mismo
gobernante que en su primer día de mandato aplacó con sendas bofetadas a aquel
agitador-paracaidista cuyo cadáver apareció embolsado sexenios más tarde, nunca
pudo controlar al estudiantado. Claro, su compadre y principal señalado de la
masacre del ´68 había doblado las manos en aras de la “gobernabilidad”, esa
palabrita que nos remite más a índices de aprobación política que al bienestar
de los gobernados.
Así es,
desde hace más de cincuenta años es una regla no escrita de la política
mexicana el hacerse de la vista gorda cuando surgen problemas estudiantiles que
afectan a la sociedad. Se entiende esa actitud keynesiana (sí, estoy
revolviendo guajolotes con manzanas con ese término) de dejar hacer y dejar
pasar al asumir la supuesta autonomía de universidades y tecnológicos.
Respetar
la expresión, no solo de los estudiantes sino de cualquier grupo o persona es
siempre un gesto aplaudible. El problema viene cuando la libertad de
manifestarse de los estudiantes trastoca la vida de los demás miembros de la
sociedad, muchos de los cuáles pagan impuestos que en un porcentaje van a caer
en la educación, es decir, en su escuela. Aclaro para quien lea esto fuera de
contexto: al día 27 de septiembre de 2023, un grupo estudiantil lleva diez días
bloqueando un tramo importante del bulevar que distribuye la circulación de
Saltillo.
Hago un
paréntesis para desechar el sospechosismo de movimientos políticos externos
involucrados, que si bien pueden acercarse para llevar agua a su molino como
todos hacemos ante el río revuelto, es obvio por observación que nada tienen
que ver en el génesis de esta historia: las revueltas estudiantiles que se
generaron mundialmente en el verano de 1968, así como las revoluciones de principios
del siglo pasado, obedecieron sí, a intereses políticos globales que plantaron,
financiaron y adoctrinaron movimientos aprovechando el descontento de buena
parte de la población. Este no es el caso, de lo contrario, ya estuvieran los
estudiantes en Nuevo León manifestándose por la falta de agua, los de Oaxaca
por exceso de pigmentación, y los de Puebla por pipopes.
De ahí
que el movimiento sea genuino. No hace falta ahondar en los porqués, basta con
entender que el pliego petitorio que presentan tiene puntos varios. El asunto
aquí es la incapacidad de salir de la caja de pensamiento para resolver el caso.
Entiendo la imposibilidad de los gobiernos locales para desenmarañar problemas
internos para los cuales no tienen responsabilidad legal ni atribuciones. Pero
los estudiantes los dejan muy mal parados ante la sociedad con el cierre de tan
importante vialidad.
Entonces,
¿cómo abordar un problema así? ¿cómo salir de la caja para encontrar una
solución? Lo primero es entender quién tiene la facultad para dar o negar a los
estudiantes lo que quieren. Bueno, pues ese alguien, o ese organismo, tiene su
despacho en la ciudad de México, no en el bulevar Carranza, ni en bulevar Coss,
ni frente a la catedral.
Si me
concedes que el principal problema de México es que todo se politiza pero nada
se contabiliza, estarás de acuerdo conmigo en que de la gran pérdida económica,
social, académica y humana que las horas-hombre (o mujer, binario, trans o
felino) desperdiciadas entre ausencias, tránsito varado, inaccesibilidad y
demás efectos colaterales de un bloqueo de calles, podría salir la solución del
problema. Me explico:
Ya dijo
algún empresario que las pérdidas económicas para la iniciativa privada rondan
los doce millones de pesos, nadie sabe de dónde sacan esos números con más
celeridad que los concursantes de Cien mexicanos dijeron, pero igual se los
publican, así que los daremos por ciertos. ¿Qué pasaría si, en aras de que no
continúen esas pérdidas financieras calculadas por los empresarios y otras
incalculables como lo es la pérdida social y académica, les fletamos un autobús
a los estudiantes para que hagan su manifestación en donde están quienes les
pueden escuchar y arreglar las cosas, es decir, en CDMX? Considero que el gasto
de un autobús es suficiente para eso, ni una despensa habrá que darles, para
que su movimiento suene más fuerte, habrá de ser acompañado por una huelga de
hambre.
Si lo
piensas bien, allá en la capital, los que pueden resolver esto, no están siendo
señalados ni perjudicados como lo están siendo acá nuestros gobernantes y
nuestros coterráneos. Considero que una huelguita en sus explanadas y oficinas,
financiadas por el empresariado afectado y por los gobiernos señalados, podría
dar la imagen de un pueblo saltillense unido con sus estudiantes, así sea que
el fondo del problema tenga que ver más con cantinas, que con academias.
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