Publicado el 20 de Mayo de 2005 en El Heraldo de Saltillo Por César Elizondo Valdés En los años setenta, mayormente dentro de los círculos empresariales fue difundido ampliamente el principio de Peter, el cual establecía según su autor, Lawrence Peter, que todos los seres humanos tenemos una capacidad óptima para realizar determinadas tareas, pero que llega el momento en el que nuestras habilidades quedan topadas, acceder al siguiente grado de responsabilidad implica alcanzar nuestro nivel de incompetencia. Apegados al principio de Peter, comprobamos cada cuatro años que el nivel de incompetencia de la selección nacional se presenta en los octavos de final de la copa del mundo, esto sin importar que seamos los reyes de la región centro de nuestro continente; sabemos también que las luminarias que pisan la alfombra roja en los eventos del espectáculo nacional alcanzan su nivel de incompetencia tan pronto como cruzan la frontera norte ó cualquier océano; es clásico ver el caso del mejor vendedor de una compañía ascendido a jefe de la fuerza de ventas, termina en el mayor de los casos por regresar a venderle a sus antiguos clientes ya que no es lo mismo saber vender que saber dirigir; en los negocios, las empresas que no han sabido adecuarse a las circunstancias que rodean su ámbito de acción se ven repentinamente incapaces de poder competir, superados por aquellos que continúan descubriendo habilidades para salir adelante. Por supuesto, en la vida política es común ver las muestras de personas y casos en los que el principio de Peter se manifiesta. Somos testigos de cómo un excelente improvisador ante el micrófono desde la oposición se convierte en un pésimo orador desde el poder, vemos que las buenas puntadas desde la barrera se transforman en vergonzosas declaraciones desde el ruedo cuando las hace un presidente; la misma persona, fue victima del citado principio al ser el más carismático candidato, explotando al máximo sus ventajas, solo para más tarde ser alcanzado por la incapacidad para llevar a cabo las promesas de campaña. En nuestro estado, en los próximos días veremos como un gran precandidato se convierte en un competidor de media tabla, dándole vigencia a un principio que hoy está guardado en el baúl de las teorías olvidadas. Seguiremos escuchando con más insistencia de alguien que ofrece resultados, que cada vez somos más, que tu firma si gobierna, que hagas que suceda, que JG, etc., mientras somos bombardeados por la publicidad que insisten en disfrazarla de cruzada, movimiento, intención para hacer leyes, asociación, promoción de la ciudad y tantas otras maneras de llamarla para no caer en un supuesto que es obvio, no dejaremos de cuestionarnos si el principio de Peter ha sido alcanzado, pero no por los aspirantes a gobernarnos, sino por nosotros, la sociedad, que con nuestra indiferencia hacía los excesos de quienes a toda costa buscan el poder, legitimamos aspiraciones para que algunos muestren sus capacidades, aunque como sociedad estemos sumergidos en un nivel de incompetencia. Para la sociedad mexicana, ¿llegamos a nuestro nivel de incompetencia cívica cuándo decidimos que la alternancia en el poder es lo mejor? ¿Nuestra capacidad de participación ciudadana alcanza su nivel de incompetencia en el simple acto de trazar una cruz en la boleta? ¿Nuestra incompetencia como nación es producto de la incompetencia de nuestros dirigentes, ó viceversa? ¿Seguiremos los mexicanos desarrollando nuestras capacidades como electores, exigiendo respeto a nuestra inteligencia en las precampañas, las llamen como las llamen? 8444104775@prodigy.net.mx |
El nivel de incompetencia
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