Para publicarse el 21 de Octubre de 2005 en El Heraldo de Saltillo
Por César Elizondo Valdés
Por César Elizondo Valdés
Para variar, la sección deportiva es la portadora de las buenas noticias, esta semana le toco a la Asociación Nacional de Básquetbol en Estados Unidos (NBA) dar la nota que regresa la confianza en el futuro de las nuevas generaciones. La NBA publicó su “código de vestuario” cuya finalidad es darle a los millones de aficionados al deporte ráfaga una imagen positiva de los jugadores y de la liga en general.
Los que seguimos los deportes asiduamente, hemos sido testigos de los negativos cambios en la imagen de los jugadores en los últimos años, empezando con la imagen física para terminar con la imagen social de muchos de ellos; iniciando precisamente en la NBA con la aparición en escena de Dennis Rodman con los toros de Chicago a principios de los noventa, jugador de grandes facultades que al final de su carrera fue más recordado por su tatuada piel y sus múltiples orificios para pendientes por toda su cara y cuerpo que por sus logros dentro de la cancha, y vaya que estos fueron importantes. En el tenis, hace aún pocos años era practicado con la etiqueta de vestir de blanco, a finales de los ochenta apareció André Agassi, un joven que retaba al flemático torneo de Wimbledon con pantalones cortos de mezclilla y con una melena que a diferencia de Sansón parece que a él no le ayudaba, ya que al perder el cabello y vestir con madurez alcanzó sus logros más importantes; hoy, el tenista de elite mundial, el español Rafael Nadal, parece vestido para lavar su auto cada vez que sale a jugar. En el fútbol americano, dentro de la NFL, han proliferado los jugadores que presumen un larguísimo cabello que ni siquiera permite leer el nombre que el jersey tiene impreso en la parte posterior. Los escándalos fuera de las canchas, por supuesto están acordes con lo que se ve dentro de ellas.
Las equivocadas teorías de los años setenta que pregonaban dejar a los niños actuar libremente sin medir consecuencias en la búsqueda de la felicidad y la realización por la vía de una libertad mal entendida se extendieron hacía afuera de los hogares hasta llegar a todos los ámbitos siendo los más notables los deportes y los espectáculos, dejando a una sociedad incapaz de discernir entre la libertad de expresión y la expresión irresponsable. Una generación completa no aprendió a respetar lugares, horas, eventos y personas para apegarse a las reglas de los demás, esperando que los demás se amoldarán a ellos. El resultado, ver ahora los ejemplos que no queremos que sean el modelo a seguir de las nuevas generaciones.
Muchos empezamos a creer que estamos presenciando el parteaguas entre una sociedad que ha sido complaciente, materialista, narcisista, hedonista, y una nueva sociedad cuyas características serán estar apegada a los principios morales, las buenas costumbres, la espiritualidad, el mérito. Las acciones emprendidas por la NBA se suman a las que empiezan a tomar las grandes corporaciones que buscan perfiles de personas con un alto nivel de respeto a su entorno, a si mismos y de incuestionable integridad. Los nefastos casos de Enron Corporation, Martha Stewart, en nuestro país de Jorge Lankenau, Angel Isidoro Rodríguez “el divino”, Carlos Cabal Peniche, son reflejos individuales de lo que hemos sido como sociedad, son sucesos que apresuraron la percepción de las personas en cuanto a que tipo de gente no debe liderar este mundo.
Aplaudamos la decisión de la NBA de meter en cintura a todos los empleados que trabajan para sus socios; esperemos que las demás organizaciones deportivas alrededor del mundo emulen sus políticas; exijamos de nuestros proveedores de servicios, entretenimiento y bienes que sus representantes nos atiendan con la pulcritud que nuestro favor merece. Eduquemos a nuestros hijos para que entiendan que en ocasiones no solo tienen que ser, también tienen que parecer...y que en otras no solo hay que parecer, también hay que ser.
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