Para publicarse el 02 de Diciembre de 2005 en El Heraldo de Saltillo
Allá por los años setenta, el pujante grupo Alfa de Monterrey cometió errores que con el paso del tiempo se convertirían en clásicos utilizados como ejemplo en las aulas de las instituciones de educación superior, en seminarios, simposios, diplomados y cualquier tipo de reunión que tuviera como fin la discusión de la forma de llevar a buen puerto un proyecto. Los yerros de Alfa se resumieron en poner en manos inexpertas las tareas más importantes de su operación, ocupando los puestos directivos con jóvenes recién graduados que llegaban a incorporarse a la vida productiva con un gran acervo de teorías pero con muy poco sentido común debido a la formación académica que en aquellos años estuvo en boga. El error no estuvo, como muchos podrían pensar, en darle la responsabilidad a los jóvenes, la falla fue que estas personas carecían del buen juicio que se necesita para subsistir en cualquier campo.
Así como en Alfa, la falta de juicio, la ausencia de sentido común, lleva al fracaso a personas, empresas, equipos, gobiernos. A través de la historia hemos visto los ejemplos de cómo el buen juicio es siempre la llave maestra para el éxito; en los negocios, reglas tan claras como saber que debe entrar más dinero del que sale, que cada puesto debe desempeñar una función productiva, que cada operación debe reportar utilidad; en los deportes, saber que los errores cuestan, saber que la preparación física es más importante que la habilidad atlética; en las relaciones humanas, entender que la gente quiere escuchar cosas positivas, saber que tu interlocutor también tiene algo que decir. Lo que los libros de superación personal y de éxito en los negocios no te dicen es que todo se viene abajo cuando el sentido común esta ausente.
En los gobiernos, para lograr trascender más allá de la propia época, el buen juicio dicta atacar la raíz de los problemas, lo cual tiene un alto costo aparente cuando se trata de encuadrar acciones con puntos porcentuales en el gusto de la gente. El día de ayer, durante su primer discurso como gobernador de Coahuila, Humberto Moreira Valdés dejó claro que su gobierno apelará al sentido común para solucionar los problemas desde donde se originan, haciendo así una administración activa, no reaccionara. Declarar que la inseguridad pública tiene en la educación una de sus principales causas, haciendo un llamado a los padres de familia para reconocer que la formación que se omita en la casa ningún gobierno podrá suplir, es señalar que ni con todo el dinero del mundo invertido en equipo policíaco podremos entrar en la cabeza de un joven que quiere delinquir, puro sentido común. Hacer ver que el desarrollo económico tiene en la marca coahuilense su mejor opción, en el sentido de no descuidar las empresas locales que son las que a la larga le darán estabilidad laboral a nuestros trabajadores, puro sentido común.
Empieza bien su sexenio Humberto Moreira creando el Instituto de Planeación Estratégica de Políticas Públicas, el cual me da la impresión que tendrá la responsabilidad de dotar de buen juicio y sentido común todas las acciones de gobierno que está administración emprenda en sus distintas áreas, no solo en lo referente a la promoción económica como todos piensan. Escucharemos mucho del tablero de controles, el que de manera simple y gráfica nos dice como se comportan los principales indicadores en los diferentes parámetros, todo sustentado en buen juicio, producto de información oportuna.
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