Publicado el 14 de Abril de 2006
Se dice que existen dos maneras de hacerse rico: al nacer, ó al casarse, hay una parte de nuestra sociedad que piensa que hay una tercera vía, la del narco. Estos supuestos tienen algo de verdad, aunque conozco personas que han hecho su fortuna con la fórmula infalible aunque más cansada, la del trabajo, la inteligencia y el tiempo.
Se dice que existen dos maneras de hacerse rico: al nacer, ó al casarse, hay una parte de nuestra sociedad que piensa que hay una tercera vía, la del narco. Estos supuestos tienen algo de verdad, aunque conozco personas que han hecho su fortuna con la fórmula infalible aunque más cansada, la del trabajo, la inteligencia y el tiempo.
En un país en el que no supimos prepararnos para recibir el impacto de una apertura comercial anunciada con años de anticipación, sufrimos también las consecuencias de no haber previsto los efectos culturales que llegaron junto con tratados, globalización y tecnologías de comunicación, dejando que la parte de nuestra educación que no es académica quedara en manos del consumismo, la publicidad y la avaricia. De esta forma, fuimos tierra fértil para sembrar en nosotros necesidades que ahora buscamos satisfacer a cualquier costo. Eso, aunado a la ausencia de valores en gente de cualquier condición económica, obliga a buscar el satisfactor económico, siendo este el fin, sin importar los medios para conseguirlo, ingresando lamentablemente en el mundo del lavado de dinero, almacenamiento, transportación y tantas otras necesidades logísticas que son resueltas por trabajadores al servicio de los cárteles.
Los que caen en el negocio del narcotráfico creyendo que ahí tendrán las oportunidades económicas que no han querido encontrar son individuos como usted y como yo, que en algún momento han cedido y le han dado más valor a las cosas que a las personas, al tener que al ser, al dinero que al mérito. Es gente que se identifica con Vito Corleone de la película “el Padrino” sin entender la paradoja de los Corleone, que en el afán de mantener unida, segura y cómoda a “la familia”, pierden hijos, hermanos, padres y tranquilidad.
Es difícil la ecuación de conservar valores de educación y cultura sin dejar de vivir en un planeta regido por las comunicaciones, la globalización y la moderna conquista del mundo por medio del poder económico que no tiene nacionalidad, solo intereses. Pero debemos recuperar la capacidad de arquear las cejas ante situaciones que antes nos molestaban y que hoy nos pasan desapercibidas. Sin caer en actitudes mochas ó de santurrones, debemos enfrentar el problema y dejar de exigir al gobierno que recete una aspirina cuando lo único que nos cura es una larga terapia de valores humanos, sin perder de vista al verdadero enemigo que es la mala cultura, no son las malas personas como podríamos pensar.
Mientras sigamos siendo vulnerables a los caprichos del consumismo seguiremos estando dispuestos a cualquier cosa con tal de cubrir las necesidades que nos dictan desde muy remotos lugares, independientemente del esfuerzo gubernamental en materia de seguridad pública y combate a las drogas. Aclaró, mi crítica es al consumismo, no al capitalismo.
El tipo de educación que necesitamos es la que se cuida en casa, la que se puede heredar, es aquella con la cual todos los seres humanos nacemos, es cuestión de cultivarla. Por naturaleza venimos a este mundo con un claro concepto de lo que está bien y de lo que es incorrecto, tenemos libre albedrío para decidir que camino tomar; ahí es donde entra la influencia de la familia y el círculo de relaciones personales. En el caso de la lucha contra el narco, donde hay dos problemas diferentes que son el consumo y el tráfico, insisto, hay una única solución para ambos: La educación.
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