Publicado el 19 de Mayo de 2006
“Es mejor un mal arreglo que un buen pleito”, casi todos creemos en esa aseveración, menos los abogados. Es una comparación muy burda con el tema actual, pero hace no mucho tiempo, la PROFECO tuvo un acertado programa de conciliaciones telefónicas que desahogaban rápidamente la agenda debido a que por este medio se evitaban muchas audiencias, era en esencia un juicio oral.
“Es mejor un mal arreglo que un buen pleito”, casi todos creemos en esa aseveración, menos los abogados. Es una comparación muy burda con el tema actual, pero hace no mucho tiempo, la PROFECO tuvo un acertado programa de conciliaciones telefónicas que desahogaban rápidamente la agenda debido a que por este medio se evitaban muchas audiencias, era en esencia un juicio oral.
Hasta donde entiendo, la finalidad y principal virtud de los juicios orales es obviar muchos trámites burocráticos que hacen de la búsqueda de la justicia un largo y sinuoso camino que muchos prefieren evitar porque la recuperación no es proporcional al esfuerzo.
Tienen razón los dirigentes empresariales, no importa de quien fue la idea de reformar el Código de Procedimientos Penales para impulsar los juicios orales en nuestro Estado, lo relevante es que se entienda de que manera este tipo de procedimientos facilitan, transparentan y agilizan la procuración de justicia, además de liberar de carga de trabajo y financiera a las dependencias involucradas.
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