Durante muchos sexenios fue mitad pretexto y parte verdad la consigna del estado de Coahuila de contar el primer año de gobierno estatal con padre y los siguientes cinco años siendo huérfano del apoyo presidencial. El presidente saliente daba una de sus últimas muestras de poder al ungir al candidato oficial de su partido para gobernar nuestro estado, pero el siguiente mandatario naturalmente tenía más empatía por gobernadores escogidos por él mismo.
Con la administración moreirista, nos queda claro el hecho de que desde el principio de su mandato tuvo diferencias con el gobierno foxista, esto se explica en los círculos políticos por la razón de pertenecer a distintas ideologías. Estas diferencias poco afectan al ejecutivo federal que va de salida, lo que no entregue a Coahuila lo puede regalar a cualquiera de las otras entidades federativas, pero nosotros si perdemos cuando esos recursos se manejan discrecionalmente.
Soy de los que cree que la actitud de Moreira es una buena estrategia de posicionamiento de imagen a nivel nacional, pero una riesgosa maniobra para los intereses del pueblo coahuilense. Espero que todo este calculado para poder llevar la fiesta en paz con el próximo presidente, porque todo parece indicar que seguirá siendo de algún partido sin afinidad al que gobierna en Coahuila.
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