Hermano Víctor Pedro Córdova Concha |
Mi paso por la escuela fue todo lo bueno que podría ser…… Fuera de aulas. Desde la enseñanza media empecé a batallar con la física y la filosofía, así que para finalizar la preparatoria me estaba haciendo la vida de cuadritos. Y para colmo, si tuviera que definir en un vocablo mi relación con quien impartía ambas clases, la palabra sería distante.
Era el último recurso para graduarme y la lista de calificaciones pegada en la ventana del salón de clases indicaba el frío veredicto: Tendría que terminar mis estudios en otra institución. Once años de lasallista, argumentos de todo tipo y finalmente ruegos, todo fue insuficiente para un estoico Hermano Víctor que con una sonrisa forzada me informaba que ya no había más que hacer.
A casi veinticinco años de aquel episodio, el rencor me sigue diciendo que el profesor pudo haber hecho más para darme el certificado; pero a un cuarto de siglo de vivencias de todo tipo, la razón me dice que el maestro sabía que yo debí esforzarme más para merecer el pase.
Como es de mucha gente sabido, esta semana falleció Pedro Córdova Concha, mejor conocido como el Hermano Víctor, educador lasallista que durante su estancia en el Colegio Ignacio Zaragoza influyó de diversas maneras en la formación de miles de saltillenses que tuvieron la oportunidad de tomar sus clases y acompañarlo en Misiones. Hacia el final de su vida, muchas madres de familia recibieron de él orientación catequista y docente para saber transmitir a sus alumnos las enseñanzas y valores que en dicha institución privilegian.
Mucho se he dicho y escrito de lo que este personaje aportó en la vida de tanta gente, pero lo que yo quisiera resaltar hoy es la importancia que personas como Don Víctor tienen dentro de una sociedad. Y es que más allá de la directa interacción que unos y otros tengamos con nuestros semejantes, pienso que la verdadera trascendencia de un individúo se logra cuando su legado en alguien alcanza a influir en terceras personas.
Hoy que la crisis de humanidad se extiende desde los hogares hasta los gobiernos pasando por nuestros trabajos, hoy que nuestro país y nuestro estado se someten a esa falta de humanidad y hoy que a nuestra ciudad han llegado todos los vicios y formas de la decadencia, es más fácil para algunos abrazarse a los valores aprendidos por testimonios como el que Don Víctor diera de distintas formas, y es seguro que en cada sujeto existen ejemplos que como él han dejado alguna huella positiva en su vida; en todo ámbito están las personas que hacen esa diferencia. Es el tipo de gente que termina siempre por afectar positivamente a terceras personas.
Definitivamente considero que el carácter de cualquier persona es forjado gracias a las experiencias que a través del tiempo comparte ó recibe de otros individuos, ya sean estas relaciones efímeras ó prolongadas, felices ó infortunadas. Así que terminamos por ser un peculiar amasijo de diferentes temperamentos, de distintas ascendencias, de incompatibles personalidades.
Al final de mi relación con Pedro Córdova Concha, las enseñanzas académicas terminaron siendo marginales ante la sabiduría de un buen maestro, de manera que hoy no puedo recordar los postulados de Platón ó Tales de Mileto, tampoco distingo las teorías de Newton de las de Einstein, pero lo que sí ha quedado grabado en mí es aquella lección de vida que hace muchos años recibí del Hermano Víctor.
cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx
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