Publicado el 11 de Agosto de 2012 en El Diario de Coahuila y El Heraldo de Saltillo
Muy en boga esta hoy en día el término
discriminación positiva. A grandes rasgos, trata de hacer una distinción preferente
hacía una minoría, grupo ó persona focalizada. En mercadotecnia, este tipo de
discriminación ha encontrado una interesante veta donde se hace posible la
magia de cobrar un sobreprecio para ofrecer a cambio un servicio diferenciado,
lo cual inyecta márgenes de utilidad adicionales a las empresas que ofrecen
este tipo de segmentación entre su clientela, es el mercado VIP (Very Important People por sus siglas en
inglés).
Mención aparte y sin venir al caso, pero es
realmente curioso como los consumidores caemos en la paradoja de un día ser
seducidos por el concepto VIP pagando de más con la ilusión de sentirnos
importantes, y al siguiente somos víctimas del también exitosísimo caso de las
rebajas increíbles en las tiendas de última llamada, Outlets, black Friday ó nuestro recién inventado Buen Fin, en estos
casos con la ilusión de eficentar el gasto pagando de menos aunque nos sintamos
del montón.
Pues ahí tienen que en alguna ocasión tuve
la genial idea de viajar por avión en una compañía de las llamadas de bajo
costo. Primero escuché por un lado de mi hombro derecho una vocecilla inocente
que me decía lo importante de no derrochar el dinero si este tipo de líneas aéreas
tenían unas tarifas realmente atractivas, así que compré los boletos para las
ansiadas vacaciones familiares. Luego, una vez en el aeropuerto y amonestado
por mi señora al no haber previsto que viajando con cuatro niños y sin tener
lugares asignados aquello se podría convertir en una pesadilla, otra vocecilla,
esta vez con un tono petulante, me dijo que mi familia bien merecía un trato
VIP, y que unos cuantos pesos no serían
el obstáculo para la felicidad. Me dirigí al mostrador dónde una
agradable chica, con una bella sonrisa y cuyo gafete decía Maritzia, me hizo
favor de venderme el Up Grade de
pasajeros normales a viajeros VIP, eso nos daría la oportunidad de abordar
antes que los demás el avión para asegurar los mejores lugares y poder sentarnos
juntos.
De ahí, a documentar las maletas. Me
encuentro nuevamente con Maritzia, esta vez su trato no me parece tan
encantador y en medio de una inexpresiva sonrisa me dice que tendré que pagar
una cuota extra por exceso de equipaje. Volteó a contar a los miembros de mi
familia y hago lo mismo con las valijas, una y otra vez…. Maritzia debía estar
en un error, éramos seis personas y llevábamos seis bultos, y así se lo hice
saber. Pero la tipa me dijo que seguramente no había leído el contrato que
estipulaba el costo adicional por maleta que no pudiera considerarse como
equipaje de mano. A pagar un poco más.
Tres horas más tarde y después de dos
avisos de demora, vimos a los lejos que nuestra nave por fin estaba en la
pista. Repentinamente todos los pasajeros se empezaron a apretujar en las
puertas de salida de la sala, era obvia la importancia de tener un buen lugar
en la fila para subir primero a la aeronave al no haber asientos asignados,
pero eso era algo que no debía preocupar a quienes teníamos boletos VIP. Pero…
Preocupados al ver que no existía una
hilera designada para los tenedores de los pasajes especiales, nos fuimos aproximando
a las puertas, agitaba mis boletos por lo alto y gritaba que yo había pagado por
lugares VIP y que debía estar al principio de la fila. Batalle mucho, hube que
empujar a mucha gente y no menos de tres señoras me recordaron a mi madre, y no
me refiero a que al verlas yo hubiese recordado a quien me dio la vida.
Finalmente llegué al frente de las filas donde una exasperada Maritzia, con una
forzada sonrisa me indicó que aún no era mi turno. Era una inepta, claro que mi lugar debía ser
adelante.
Minutos más tarde, anunciaron los
altavoces que era tiempo de empezar el proceso de abordar. Y, asemejando al
banderazo de la mejor carrera de caballos del Derby de Kentucky, al abrirse las
puertas salimos todos disparados para asegurar ser los primeros en entrar. Era
de esperarse. Como aerolínea de bajo costo, la pequeña aeronave que nos
transportaría no tenía el tamaño para alcanzar las terminales convencionales,
así que debíamos primero abordar una terminal móvil tipo camión que nos llevaría hasta dónde estaba
el avión….. De modo que fuimos los primeros en subir a las sala móvil, y, para nuestra
desgracia, fuimos empujados al fondo de la misma por la masa de gente que subía
detrás de nosotros. Así que, tristemente fuimos los últimos en bajar del
camión, por lo tanto últimos en abordar el avión.
Subí los escalones hecho una furia con mis
billetes VIP en la mano, una vez arriba, la tal Maritzia con su descarada sonrisa
me decía que no podía ella hacer nada y que si quería podría quejarme en la
página web de la compañía. Viajamos
separados los seis, y cuando a treinta mil pies de altura, Maritzia, con su
hipócrita sonrisa me ofreció algo de tomar (vendido, por supuesto), lo rechacé
porque mi sexto sentido me decía que podría venir acompañado de algún extraño
fluido salido de su boca.
Llegamos a nuestro destino, y como cereza
en el pastel nos encontramos con que una de nuestras maletas había sido
documentada en otro vuelo. Y claro, la persona que nos atendió para tomar
nuestros datos y enviar después la maleta perdida no podía ser otra que la
horrible Maritzia, con su estúpida sonrisa.
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