Publicado el 24 de Agosto en El Diario de Coahuila y El Heraldo de Saltillo
¿A
dónde llegara esta juventud? Dice mi madre que en su niñez era cotidiano tener
una gran mesa destinada a amasar en cada hogar. Aprendían desde pequeños a
utilizar el rodillo para elaborar tortillas de harina y maíz, galletas,
pasteles y principalmente los diversos tipos de pasta para las recetas diarias
de cocina. Luego durante mi niñez, aun cuando mi madre era excelente en la
cocina, la industrializada pasta seca empaquetada fue el rápido y económico
sustituto a la titánica tarea de mezclar, extender y cortar la masa sobre la
mesa.
Y hoy en día, la magia de las economías a
escala y el frenético estilo de vida que llevamos hacen que sea común la
práctica de comprar la comida preparada como alternativa barata en más de un
sentido a meterse en la cocina. Mi abuela decía que a mi madre le toco una vida
fácil porque a principios del siglo XX desde los huevos hasta la harina eran de
producción casera; por supuesto que mi madre pensaba que la industrialización
hizo de nuestra generación una sociedad acomodaticia; y claro, hoy nos quejamos
de que los jóvenes no sepan ni preparar un café. Pero, ¿Es realmente eso
importante?
Si todos somos honestos, y perdonando la
irreverencia a cada generación ascendente, habremos de reconocer que nuestras
madres superaron a la abuela al saber cómo llevar una transición de cerrazón y
machismo hacia la incorporación de la mujer en los quehaceres productivos
formales; habremos de ver que la mujer de nuestro tiempo ha perfeccionado el
rol femenino al despojarse de la llamada discriminación positiva para reclamar
su lugar al lado y nunca más detrás del hombre. Y lo mismo pasa con los
varones: Aunque nadie sabe llevar una serenata y la caza dejo de ser una
necesidad para convertirse en deporte, los jóvenes de hoy encuentran nuevas
formas de ser más completos que nosotros.
Escucho una y otra vez a los adultos quejarse
de la juventud. ¿A dónde llegarán pegados a sus gadgets? Pues yo no sé si
aprenderán a producir la pasta casera o a tocar bien la guitarra, pero los he
visto desplazarse por los intimidantes aeropuertos de países extraños con
absoluta soltura para ordenar un spaghetti en Sbarro´s y encima ligarse a la
cajera, cosa que nuestros abuelos jamás soñaron; los he visto entenderse con
gente de todo el mundo en un dialecto que carece de reglas, cuando a nuestros
padres, su perfecta ortografía y trabajada caligrafía no les alcanzaba más que
para comunicarse por el lentísimo servicio postal con una persona a la vez; los
he visto realizar increíbles creaciones artísticas apoyados en lo que la
tecnología les ofrece, luego perfeccionarlos y finalmente imprimirlos para
ocupar en la pared el lugar de aquel infantil bosquejo firmado por alguien que
si sabía utilizar pinceles, pero que vivió en la época de producir sin error.
Los veo logrando aquello que todas las generaciones anteriores anhelaron y que
jamás alcanzaron: Ser los dueños del mundo.
Es tiempo de reconocer en nuestros jóvenes
esa capacidad de prescindir de lo que no les sirve del pasado para allegarse un
mejor futuro. Dejemos ya de quejarnos de las limitaciones de nuestros hijos
para enfocarnos en sus capacidades, ya que por más que el mundo hoy parezca
girar más rápidamente que antes, no deja de rodar igual que siempre.
Quien no
entienda esto y pretenda que la juventud de hoy es menos que la de ayer, que
salga a conseguir su comida con piedras y palos si es muy hombre y que coseché
el trigo para producir la harina si es mujer.
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