Publicado el 20 de Abril de 2014 den revista 360 de Vanguardia
Caso de la vida real: Luego de una niñez y
gran parte de la juventud en una escuela católica, un compañero de alguna
generación mayor, de quien no diré sus generales pero si diré que es zurdo,
salió con tremenda duda: Y a todo esto- preguntó- ¿Qué fue del niño Jesús?
Clara
muestra no de la incapacidad para aprender de los alumnos sino de los
garrafales yerros de los docentes sometidos a una forma de enseñanza dogmática y
plana que no daba tregua para formarse una opinión propia, ni espacio para
cuestionar y menos para disentir.
Y es que de la alegría y el gozo de la
navidad la instrucción religiosa bien se podía pasar al primo literario de
Aquiles el del talón: El bíblico Sansón cuya fuerza perdía junto con su cabello.
De ahí podrías pasar sin respetar cronologías al temido apocalipsis que luego
entenderías como guion de película de Disney al compararlo con el 11/9, el Tsunami
o la visita del cobrador de cuotas.
De ahí, como en una máquina del tiempo y tele
transportadora, abordabas el Arca de Noé y por ningún lado veías a la malvada
serpiente que aparecía en la primera parte del dogma y que por alguna razón
había sobrevivido hasta nuestra época porque la sentías arrastrarse bajo los
nopales cuando ibas al rancho o escuchabas su cascabel en algunas
conversaciones. Los saltos hacia adelante y atrás se sucedían hasta que por
algún miércoles de febrero pasabas en otro ritual a tomar la ceniza y a hacer
promesas que duraban lo mismo que la mancha sobre la frente.
Finalmente llegaban las vacaciones intermedias
y por otra extraña razón siempre coincidían con la Pasión de aquel Cristo que
nos decían, había dado la vida por nosotros. ¿Por qué las cosas eran así? ¿Por
qué tenía uno que sentir culpabilidad si se pasaba las vacaciones sin sufrir como
ese Cristo?
Cosas de adultos, pensaban unos; cosas de
curas, pensaban otros; cosas de locos, pensaban otros más; y los menos,
pensaban que eran cosas de Dios. Pero luego a cada quién le va llegando el
momento de carecer de medios terrenales para afrontar sus situaciones y es
entonces que volteas al cielo en busca del ser supremo.
Y resulta que si deseas que exista un
Dios y que su hijo haya sido sacrificado por y para nosotros cuando ves que el
doctor y las enfermeras que atienden a tu hija en terapia intensiva son por
mucho más jóvenes que tú; y haces un pacto unilateral esperando ser escuchado
por aquellos de quienes renegabas. Y luego, en otras circunstancias rezas por
que la promesa fundamental de la biblia católica sea verdadera cuando ves de
cerca la muerte y quieres con toda tu alma que no termine aquí todo para
quienes ya se han ido. Y también, aun cuando los problemas estén lejos, a veces
te asalta un vacío que poco a poco vas entendiendo debe ser llenado por algo
más grande que lo que cualquier otra persona pueda ser o tener.
Y llegas otra vez al domingo de
resurrección haciendo recuento de ese niño Jesús que se transformó en Cristo. Y
caes en cuenta que para nacer no ponemos nada de nuestra parte, nacíamos en una
fecha aleatoria escogida por la naturaleza tras un proceso de maduración y hoy
las fechas de nacimiento son agendadas en función del calendario del doctor o
de la próxima letra a pagar de su automóvil. Y agradeces entonces a tu religión
no por una navidad llena de regalos y promesas de la venida de un salvador,
sino por la certeza de conocer cómo fue que un hombre vivió su Pasión para
cumplir con sus creencias, y encuentras que, aun con letras minúsculas, tus
pasiones también te llevaran a morir y revivir una y otra vez en esta vida. Por
lo menos en esta vida.
cesarelizondov@gmail.com
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