Publicado el 09 de Agosto de 2015 en revista Círculo 360 Domingo, del periódico Vanguardia.
Versión feminista
ampliamente difundida para establecer el tono de esta historia: Se dice que si
los cerebros pudiesen rescatarse como otros órganos y luego venderlos a quien
los requiera, sería más caro comprar un cerebro de hombre que uno de mujer,
dicen ellas que porque el de los varones estaría sin usar, nuevecito pues.
Pues la historia es la adaptación de un
tipo de acuerdo que quizás hayas visto en películas y series de televisión.
Parejas que podríamos calificar de amplio criterio, de mente abierta, liberales
le llaman otros, se dan la oportunidad de soñar despiertos con una especie de
permiso para darse la libertad de cumplir sus fantasías: Cada quien hace un
listado de cinco personas con las cuales podrían tener una aventura de darse la
ocasión, con la anuencia de su contraparte para no reclamar nada si el
improbable caso se hiciese realidad. ¿Machista? ¿Feminista? ¿Enfermo? Socrático
me considero para responder esas preguntas.
Él, tiene una vida interesante. La
naturaleza de su trabajo lo pone constantemente en situaciones ventajosas para
el acuerdo: Pasa mucho tiempo en esos remansos de anonimidad que se prestan
para ser quien no eres, los aeropuertos. Igual tiene una gran cuenta para
viáticos que lo ponen en las mejores mesas de los más reconocidos restaurantes,
también se hospeda en los mejores hoteles y sus juntas de trabajo son en las
zonas más exclusivas de las ciudades a las que viaja. Él piensa que se merece
lo mejor, lo inalcanzable; piensa también que en algún momento, una afortunada
casualidad pondrá en su camino la ocasión de hacer válido el acuerdo.
Ella, parecería vivir en la época de la
postguerra: Ama de casa, dedicada a los hijos, sus relaciones sociales se limitan
a cuando su marido está en casa y es voluntaria en un par de fundaciones.
Claro, vive lejos de su tierra, por lo tanto de su familia. La buena vida la ha
llevado a dejar de lado el desarrollo profesional que pudo haber tenido con los
estudios que cursó en su juventud, pero se sabe realizada porque ha elegido por
su cuenta, sin presiones, sin imposiciones. Sabe que para disfrutar la vida hay
que valorar lo que se tiene al alcance.
El acuerdo, claro está, fue a petición de
él. Ella pensó en un principio que no cambiarían mucho las cosas; presentía sin
tener bases para creerlo, que su pareja tenía sus escapes de cuando en cuando y
que el acuerdo lo vería él como un permiso de lo que ya hacía más que como una
nueva modalidad. Sin nada que perder, pensó ella, accedió al acuerdo que no
acababa de entender bien. Total, el hecho de ser una mujer que respetaba las
convenciones sociales no la convertía en una monja enclaustrada; ponerle sabor
a la vida le podría sentar bien.
Por su lado, él estaba aburrido de las
insípidas aventuras que Master Card puede comprar y la idea del acuerdo le dio
la ilusión de poder moverse con cierta libertad en las junglas de luces y
asfalto, todo en busca del tipo de trofeo que todo hombre cazador quiere,
trofeo que tiene que ver con un instinto de millones de años y especies que lucha
contra la evolución de miles de años de una sola y superior especie. Iluso, con
la arrogancia y el ego del hombre, y pensando con el órgano que algún@s dicen
pensamos los hombres, le dio la lista a su mujer, una lista bastante universal
e inalcanzable, diría yo: Angelina Jolie, Scarlett Johanson, Halle Berry,
Barbara Morí, y, supongo que también por instinto de empoderamiento, a Hillary
Clinton.
Ella vio la lista y se quedó sin habla. Él
supo que algo había entendido mal y pensó que su esposa estaría por echarse
para atrás. Por primera vez en su vida la presionó para hacer algo, la urgió a
seguir con el acuerdo e insistió en ver la lista de ella. Ella solo le dijo que
si se empecinaba en ver su lista, tendrían que honrar el acuerdo. Él accedió a
seguir el acuerdo hasta las últimas consecuencias, según su óptica, era casi
como un juego. Pensaba que si él la tenía difícil para hacer realidad alguna de
sus ambiciosas fantasías, para ella sería imposible concretar una aventura con
los nombres de su lista.
Pero esta fue la lista de ella, bastante
original y a la mano, diría yo: El joven jardinero, el gerente del banco, el
compadre que levantaba pesas, la vecina Susy, y, supongo que por un instinto de
empoderamiento, el Pastor con acento extranjero del oficio dominical.
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