Publicado el 08 de Noviembre de 2015 en 360 Domingo, de Vanguardia
Es tiempo de reconocer que en algo nos
hemos equivocado. Las cosas no se logran por un esfuerzo o deseo unilateral
sino por la suma de voluntades y sinergias de todos los involucrados. La buena
estrella con la que hace algunos años nació el Buen Fin, empieza a
desvanecerse.
En un principio fue el sector comercio
que por impulso de sus dirigentes nacionales, acogió el concepto norteamericano
de eficientar inventarios y proponer tendencias de consumo por medio de
verdaderos descuentos y condiciones de pago favorables para el cliente final, de
cara a la temporada navideña. El gobierno federal se sumó adelantando el pago
de aguinaldos en diversas dependencias para impulsar la iniciativa a fin de
hacer un mercado interno más dinámico.
Tras una excelente primer experiencia, al
año siguiente fueron más los actores que se sumaron a la gesta de los
comerciantes por llevar mejores alternativas para el consumidor final,
entendiendo que si ellos no lo hacían, alguien más estaría dispuesto a correr
el riesgo de sacrificar utilidades: transportistas, fabricantes,
profesionistas, materialistas, prestadores de servicios, maquiladores y un
largo etcétera de gremios que hacen posible que el producto final llegue hasta
las tiendas, se incluyeron en una cadena de valor que tras la suma de un
pequeño descuento por cada uno de ellos, se lograba un fabuloso ahorro para las
familias mexicanas.
Exitosamente se integraron más tarde las
ventas por internet y prácticamente toda la actividad económica alcanzó algo de
presencia. Y hasta ahí se pudo hacer. Las autoridades de cualquier nivel y
competencia han sido desde entonces una piedra en el zapato en algunas ocasiones,
un caro ornamento en otras: Parecería que dependencias como PROFECO tienen la
consigna no de proteger al consumidor, sino de madrear al comerciante; usted se
ha enterado de los abusos que en complicidad moral con esa procuraduría han
hecho algunos malos mexicanos en perjuicio del comercio, mexicanos que si el
tiempo que dedican a buscar errores no dolosos de publicidad lo utilizaran en
algo productivo, no tendrían que estar delinquiendo cobijados por la autoridad.
Luego tenemos que institutos como el
FONACOT son al comercio lo que otros programas a distintas ramas económicas: dejaron
hace tiempo de ser una opción de financiamiento económico para el mexicano sin
tener nadie conocimiento de adónde va a parar el revolvente que ya no se
inyecta a la economía vía créditos; y se convierten esas dependencias en hordas
de subempleados federales que ven como sus capacidades y experiencias son
desperdiciadas en burocrática tramitología que ahuyenta al beneficiario. Imposible
lograr que por unos días, los combustibles para los transportistas se equiparen
al menos a los precios internacionales para que por medio del servicio de
fletes extiendan el beneficio al comercio. Imposible que por un fin de semana
al año, se reduzca el IVA para que también ese beneficio vaya directo al
bolsillo del mexicano. Pero eso no es lo más grave.
El problema mayor que enfrenta el
comercio en vísperas del Buen Fin, es haber reducido márgenes de utilidad durante
dos años de gasolinazos y devaluación de la moneda. El empresario se encuentra
con que la cadena de valor que en años pasados gustosamente participó de
diferentes formas para bajar costos, hoy no solo está impedida para eso, sino
que incluso tendría que ajustar sus tarifas al alza para seguir subsistiendo. Podríamos
decir que la mitad de toda nuestra economía esta dolarizada mientras la otra
mitad depende del precio del petróleo, algo que afecta directamente a los
precios aun desafiando leyes de lógica económica en el caso de la gasolina. En el
lado amable de la moneda tenemos (al menos en nuestra región) una economía
doméstica sana gracias a las industrias automotriz y maquiladora, con lo que
efectivamente hay circulante; pero con los precios del dólar y la gasolina
boyantes, es técnicamente imposible ponerle freno a la inflación. Y mientras
exista inflación, los posibles descuentos se evaporan antes del cálculo de
costos, al ser estos rebasados una y otra vez por la escalada de precios.
Importante, muy importante hacer notar
que la inflación no la origina la cadena de valor de la que párrafos arriba hablábamos. La inflación se
da cuando la parte económica que maneja el gobierno como la moneda (paridad
peso-dólar) y las áreas estratégicas como la energía (gasolina) son desbocadas
en un afán de fácil recaudación gracias a una balanza comercial preferente como
exportadores por un lado, y como contrapeso a la caída de los precios
internacionales del petróleo por el otro. Y parecería que no hay correlación,
pero un Buen Fin carente de verdaderas oportunidades para el consumidor, es
reflejo de un gobierno ignorante del principio de que la riqueza se crea cuando
agregamos a lo que hacemos un valor que puede ser material, abstracto o de
transformación, dónde entonces se recauda más como consecuencia de un
crecimiento del contribuyente, y no por un decreto del gasto público.
cesarelizondov@gmail.com
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