Por César Elizondo Valdez
No es necesario ser adivino para apostar a que el
virtual candidato de MORENA se erija como próximo presidente de México. Con un
poco de observación, lógica y desapasionamientos, queda más que claro lo que
sucederá en las elecciones federales de 2018.
Quienes
participamos fuera de cobijos partidistas desde el ruedo en las elecciones
locales pasadas, tuvimos ocasión de palpar el ánimo de la población más
representativa del país, es decir las clases más desfavorecidas en lo económico.
Y así pudimos entender los porqués de un sistema que gira y da vueltas sobre lo
mismo en una espiral interminable de causas y efectos que parecen imposibles de
romper.
Cuando alguien empieza a hablar de largos
plazos, o de cuestiones abstractas como la formación, educación y cultura, o de
la prevención del delito desde la infancia en lugar de pistolas y guerrillas
para los adultos, pierde toda la atención del electorado.
Una
despensa, pañales, dinero en efectivo, gestión para cancelar adeudos ante
dependencias gubernamentales y negocios privados, medicinas, uniformes y útiles
escolares, y más cosas para cubrir la necesidad apremiante, es lo que el
electorado demanda de un candidato, de una formula, de un partido. Y ni modo de
culpar a alguien por su interés individual de seguir sobreviviendo hoy, así
tengamos despedazado el mañana comunal.
Y esa receta
es la que saben cocinar los partidos políticos. Con recursos humanos y
económicos que rebasan por mucho los alcances de sus prerrogativas de ley,
desde los gobiernos municipales, estatales y federales, desvían hacia las
campañas impunemente miles y miles de horas-hombre pagados dentro de la
burocracia del Estado; y por supuesto, no hay programa social exento de las
garras partidistas que, a discreción de sus candidaturas, manosean, trafican y
administran bienes tan básicos y necesarios como leche, granos, medicamentos. Y
cuando alguien ha aprendido a jugar de esa forma tan perversa con las
necesidades de la gente, es cuando la gente voltea a ver hacia otra parte, a
alguien que le baje dos rayitas a esa manera tan indigna y clientelar de beneficencia.
De ahí,
sumado a la recurrente canibalización panista y a la desfachatez priísta cuya
bandera es su partido, pero jamás su nación, es que se abre el camino para que
la alternativa que cada día cuenta más adeptos sea vista como la opción a
elegir en julio.
Y sí,
todos decimos que AMLO vive de quien-sabe-que. Igualito a Calderón y Margarita,
a Peña, Osorio y el Meade. Igual fueron los Obama y los Clinton. ¿Diferentes?
Los Bush, los Trump y Salinas, esos si tenían una fortuna antes de entrar a la
política.
De
independientes ni hablar. Es un camino muy largo y sinuoso que al día de hoy,
un solo mexicano ha transitado como debe ser, y busca una senaduría por Jalisco
que de darse, oxigenaría la posibilidad de más candidaturas ciudadanas futuras,
pero de no lograrse, apagaría para siempre la débil flama que hoy solo Pedro
Kumamoto porta.
Total, que de una nación llena de riquezas
naturales pero pobre en políticos con ideales, queda la esperanza de que un
cambio de colores traiga ahora sí dignidad, oportunidades, desarrollo y
progreso a una tierra estancada durante ya casi un siglo.
El viraje
violento a la izquierda es la gran interrogante para AMLO. Pues el servilismo
de los modernos Santa Anna hacia políticas económicas dictadas desde muy lejos
de México que garantizan estabilidad, pero ahorcan la creatividad, han tenido
eso sí, la virtud de poner pan en boca de los mexicanos durante largo tiempo.
¿Qué va a hacer AMLO con la economía? Esa es la cuestión, ya no te preguntes si
va a ganar o no.
cesarelizondov@gmail.com
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