Publicado el 21
de enero de 2018 en Círculo 360, de Vanguardia
Por César Elizondo Valdez
Luego de checar el pronóstico del clima en diversos portales, y antes de
proceder a revisar las tuberías forradas de periódicos, los autos con
anticongelante, llenar el tanque de gas y dejar goteando un grifo de agua, le
hice una llamada al abuelo: saber como estaban sus reumas y si sus huesos le
dolían, fue más una cortesía a su lugar jerárquico dentro de la familia, a una
lírica confirmación de la helada que azotaría a Saltillo un día después.
Cualquiera
con un abuelo o conexión a internet supo lo que había de hacer durante la
semana que culmina para prevenir el hielo…bueno, menos las autoridades. Y no
faltaron los bulleadores-aplaudidores a sueldo, chayoteros pues, quienes, con
un micrófono y una cuenta de Facebook, twiter o Instagram, se dedicaron a
recoger la imagen de un novel (con v) alcalde que, apenas pasados treinta días
de la anterior contingencia similar, y dentro de los indicativos cien días de
inicio de administración pública, no quiso responsabilizarse de una cuestión
tan básica, elemental y obvia como cerrar unos puentes ante las también,
conocidas, predecibles e implacables leyes de la física.
“No puede un
gobernante subirse a manejar el auto de cada saltillense que pase por los
puentes”, es el tipo de argumento que los noveles (también con v) “periodistas”
(así, entrecomillado) estuvieron publicando como respuesta a los airados
comentarios de sus seguidores luego de los patéticos intentos por desviar del
ejecutivo municipal la responsabilidad por la carambola de tantos coches como
días tiene la cuaresma. Flaco favor a quien quieren echarse al bolsillo, o que
les llene los mismos; habrían de distinguir entre culpabilidad y
responsabilidad: no tiene la culpa uno de lo hecho por los demás, pero uno es
responsable de lo sucedido en sus dominios.
Y si no,
pregúntale al industrial si él es culpable del accidente dentro de la planta, lo
negará; pero pregúntale luego si él se responsabiliza de lo mismo, lo aceptará.
Tampoco será culpa de un empresario los impuestos mal calculados, pero si son
su responsabilidad las consecuencias. No puedes culpar al médico por tu
dolencia, pero si tiene responsabilidad por la receta.
Urgidos
estamos de políticos que puedan salir a dar la cara y aceptar la
responsabilidad de los problemas que nos aquejan. A nadie le queda duda:
estamos buscando soluciones, los culpables están señalados con claridad desde
hace tiempo.
Esperemos
pues, que nuestros gobernantes conserven como un valor el honrar a su familia,
así como todos brindamos esa cortesía a la experiencia del abuelo; pero
esperemos que sus oídos sean para escuchar a la población como todos escuchamos
al meteorólogo y le hicimos caso, porque las reumas del abuelo, no siempre van
con la necesidad del pueblo.
cesarelizondov@gmail.com
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