por César Elizondo Valdés
¿ Fox ó Box ?
¿Ya se recuperó la economía?, ¿Se resolvieron los casos da las muertas de Juárez?, ¿Encontraron a Ponce?, ¿Mejoro en nivel de educación? si tenemos suficientes problemas sin salir de aquí, entonces, ¿por qué buscar en el extranjero problemas que no necesitamos?.
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Desde la campaña por la presidencia en el año 2000, con el famoso hoy, hoy, hoy, del entonces candidato Fox, la mayor parte del electorado mexicano no supo distinguir la línea que separa lo que es temple ó carácter de lo que es intransigencia; de lo cual hemos tenido desde entonces varias muestras del Presidente y su gabinetazo.
Resulta difícil de aceptar que los partidos que postularon a Fox no puedan tener una comunicación fluida y decente con la administración que este encabeza, producto de las diferencias de opinión, pero sobre todo por la obstinación del ejecutivo para llevar a cabo con lo que personalmente no cree, ya sea por razonamiento propio ó influido por su pequeño y cerrado círculo de asesores. También, durante los primeros tres años de su gobierno fue incapaz de cabildear con éxito sus iniciativas ante el congreso y termino culpando a los diputados del atraso en la implementación de las reformas que a su juicio el país necesita para desarrollarse, después llegó el cambio de los representantes en la cámara baja, llevamos medio año con la nueva legislatura y aún no vemos que la administración Foxista y el congreso hablen el mismo idioma. Y lo último, se les voltea el caso Ahumada y deciden buscar el pretexto para pelear con la dictadura cubana en represalia a Castro, ofreciendo argumentos tan endebles que hacen creer que si usarán las mismas razones ante las intromisiones de otros países, terminaremos por perder relaciones diplomáticas con todo el mundo.
Si asumimos que en la política y la diplomacia se deben conciliar intereses e ideologías opuestos, no se puede entender a un equipo que no solo da muestras de no querer conciliar, sino que dan la impresión de alentar la confrontación.
Cada presidente carga con el sello de su administración: Diaz Ordaz y la mano dura, Echeverría y el populismo, López Portillo y sus elocuentes arrebatos; al paso que vamos, recordaremos a Fox con guantes de box, peleando hasta con su sombra.
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Del caso Ponce pasamos al caso Bejárano, de ahí caímos al caso Ahumada, el caso del argentino nos llevo hasta La Habana, y ahí nació el caso Cuba; tenemos cuatro casos y todavía ningún culpable del sector público. Mejor buscamos la verdad en la parodia: desde que se inventó el complot, se acabaron los culpables.
¿Ya se recuperó la economía?, ¿Se resolvieron los casos da las muertas de Juárez?, ¿Encontraron a Ponce?, ¿Mejoro en nivel de educación? si tenemos suficientes problemas sin salir de aquí, entonces, ¿por qué buscar en el extranjero problemas que no necesitamos?.
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Desde la campaña por la presidencia en el año 2000, con el famoso hoy, hoy, hoy, del entonces candidato Fox, la mayor parte del electorado mexicano no supo distinguir la línea que separa lo que es temple ó carácter de lo que es intransigencia; de lo cual hemos tenido desde entonces varias muestras del Presidente y su gabinetazo.
Resulta difícil de aceptar que los partidos que postularon a Fox no puedan tener una comunicación fluida y decente con la administración que este encabeza, producto de las diferencias de opinión, pero sobre todo por la obstinación del ejecutivo para llevar a cabo con lo que personalmente no cree, ya sea por razonamiento propio ó influido por su pequeño y cerrado círculo de asesores. También, durante los primeros tres años de su gobierno fue incapaz de cabildear con éxito sus iniciativas ante el congreso y termino culpando a los diputados del atraso en la implementación de las reformas que a su juicio el país necesita para desarrollarse, después llegó el cambio de los representantes en la cámara baja, llevamos medio año con la nueva legislatura y aún no vemos que la administración Foxista y el congreso hablen el mismo idioma. Y lo último, se les voltea el caso Ahumada y deciden buscar el pretexto para pelear con la dictadura cubana en represalia a Castro, ofreciendo argumentos tan endebles que hacen creer que si usarán las mismas razones ante las intromisiones de otros países, terminaremos por perder relaciones diplomáticas con todo el mundo.
Si asumimos que en la política y la diplomacia se deben conciliar intereses e ideologías opuestos, no se puede entender a un equipo que no solo da muestras de no querer conciliar, sino que dan la impresión de alentar la confrontación.
Cada presidente carga con el sello de su administración: Diaz Ordaz y la mano dura, Echeverría y el populismo, López Portillo y sus elocuentes arrebatos; al paso que vamos, recordaremos a Fox con guantes de box, peleando hasta con su sombra.
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Del caso Ponce pasamos al caso Bejárano, de ahí caímos al caso Ahumada, el caso del argentino nos llevo hasta La Habana, y ahí nació el caso Cuba; tenemos cuatro casos y todavía ningún culpable del sector público. Mejor buscamos la verdad en la parodia: desde que se inventó el complot, se acabaron los culpables.
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