Publicado el 12 de mayo de 2006
Lo mejor de ser editorialista es que uno no tiene la responsabilidad de juzgar ó decir verdades, somos opinión, no somos crónica. Bajo ese tenor, me atrevo por está vez a tratar temas en los que la verdad de unos es la herejía de otros.
Lo mejor de ser editorialista es que uno no tiene la responsabilidad de juzgar ó decir verdades, somos opinión, no somos crónica. Bajo ese tenor, me atrevo por está vez a tratar temas en los que la verdad de unos es la herejía de otros.
Hace algunos meses, cuando leía el best seller de Paul Brown, la curiosidad me hizo recordar en dónde podría encontrar las copias de las pinturas a que el autor hace alusión en “El Código Da Vinci”, así que la siguiente vez que visité la casa de mis suegros me dirigí al cuarto de tele y saque del librero un volumen de la colección de arte en donde vienen las pinturas más famosas de la historia. Así que con ambos libros en la mano empecé a comparar lo que decía la obra literaria más polémica de los últimos años contra las obras pictóricas que habían cautivado a la humanidad a través de los siglos. Por supuesto, corroboré aquello de que una imagen dice más que mil palabras y de que los escritores son tan fantasiosos como los cazadores.
Termine de leer el libro y al final lo único que cambió en mi fue la forma de apreciar las pinturas, ya que antes las quería ver como un artículo decorativo ó coleccionable y ahora leo las descripciones que vienen al calce, lo que en muchas ocasiones nos revela lo que el pintor quiso comunicar en su expresión artística. En la cuestión religiosa, cualquiera que pueda tomar el texto del escritor norteamericano como algo que ponga duda a sus creencias, es alguien que jamás se había cuestionado nada acerca de cómo y porqué fue edificada la religión católica, y por lo tanto carece de una verdadera fe, es más bien un creyente por herencia.
Contrario al “Código da Vinci”, el evangelio de Judas es un conjunto de escritos que por lo menos tienen la autenticidad de ser contemporáneos a los evangelios de Juan, Marcos, Lucas y Mateo, hecho conocido gracias a la técnica conocida del carbono catorce, la que por las propiedades del material nos indica con muy poco margen de error cuantos años de antigüedad tiene un objeto hecho con materiales orgánicos, como es el papiro. Pero el hecho de que el documento haya sido escrito en los principios del cristianismo no quiere decir necesariamente que deba ser tomado como verdad lo que dice, la prueba la tenemos actualmente al leer las versiones que de un mismo hecho pueden dar dos fuentes distintas. Además, Judas no sobrevivió a Jesús, así que no pudo dar el testimonio como lo hicieran los demás. Al final, el evangelio de Judas, también conocido como uno de los gnósticos, lo único que logra es que la gente se interese más en la historia del catolicismo, la estudie y tenga más elementos para adherirse a ella ó ignorarla como dogma.
Los seres humanos tenemos la necesidad de creer en algo supremo, esa creencia, aunque en distintas doctrinas, es lo que permite que el mundo siga su marcha y que los que lo habitamos tengamos un mínimo de respeto hacía la vida, hacía nuestros semejantes, es lo que nos permite discernir entre el bien y el mal, es lo que nos trae la calma cuando no encontramos una explicación a lo que nos acontece, lo que nos asusta ó lo que no podemos comprender. Los temas que durante mucho tiempo y que todavía en la actualidad son tabúes para algunos, son el aliciente que muchas personas necesitamos para interesarnos en las cuestiones teológicas, esto nos lleva a cuestionarnos cada vez más el porqué de las cosas, y cuanto más nos preguntamos menos respuestas tenemos, cuántos más hechos sabemos menos explicación científica encontramos, y así, terminamos por abrazar una fe que nos da la certeza de que existe un Dios que se comunica con nosotros entre otras formas a través de las distintas religiones.
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