Publicado el 14 de Enero de 2012 en El Diario de Coahuila y El Heraldo de Saltillo
Silogismo: En Abril de 2010 “El Gato”
Ortiz era un hombre libre, la gente inocente es libre, por lo tanto el portero
de los rayados no era un criminal. Pero en ese mismo mes recibió una sanción
disciplinaria que lo inhabilitaría por dos años como futbolista. En ese tiempo
también me publicaron en estas páginas un artículo en el cual hacía alusión a
los 22 mil muertos por la lucha entre la delincuencia que hasta el momento el
gobierno federal reconocía.
A casi dos años de aquellos hechos inconexos,
hoy sabemos que el futbolista es acusado de complicidad en diversos casos de
secuestro y que la PGR ha declarado que los muertos durante el sexenio están
por llegar a los 50 mil. Durante ese lapso de tiempo, ¿Cuál fue el factor común
para que alguien bajara del estrellato para estrellarse y para que la cifra de
muertos siguiera aumentando?
El factor común fue la indiferencia.
Imagina por un momento las reuniones
entre los directivos del equipo de “El gato” Ortiz durante los últimos años. En
algo no debieron ser muy diferentes a las pláticas que recibiste en la escuela
de tus hijos, ni a las que sostuviste con tus amistades ó aquella en que tu
familia decidió cerrar filas. Seguro estoy que en esas charlas los miedos y los
lineamientos fueron similares a lo que los empresarios escucharon en las
conferencias que sus cámaras organizaron. Igualmente los gobernantes hablaron
con su plantilla de colaboradores para abordar los temas de seguridad…
Seguridad personal. Las asociaciones de colonos torcieron garantías de libre
tránsito para cerrar accesos aún con la incertidumbre de quedar encerrados con
el enemigo. En los clubes privados también hubo seminarios tendientes a
salvaguardar la integridad de los socios. Bueno, hasta las religiones se olvidaron
en ocasiones de Dios para advertir a sus feligreses que los demonios habían
encarnado.
Y en todas partes se escuchaba lo mismo:
Cuídate, cuídate, cuídate. Cuida a los tuyos. Cuida lo tuyo. El manual que en
todas partes aparecía como la panacea para salir ileso de la crisis de valores
se propagó como fuego entre la sociedad civil con muy pocas variantes ante los
diferentes públicos. No transitar de noche, evitar los giros negros, mantener
un bajó perfil, atrincherar casas, escuelas y centros de trabajo; no hablar con
extraños y otras cosas que ya nos habían dicho cuando niños volvieron a
aparecer en los consejos.
Escuché como cuidarme de los delincuentes
pero nunca supe que hacer para que menos personas fueran reclutadas. Me dijeron
que no consumiera drogas pero nadie me instruyó para salvar a aquellos que han
caído. Me pidieron que manejase un bajo perfil pero eso no incluía que a los
más desposeídos los siguiera viendo para abajo. Construimos murallas
para que nadie nos viera y por eso no vemos lo que esta pasando allá
afuera.
Y así, mientras los directivos de los
rayados se enfrascaban en profundas pláticas sobre como defenderse de los males
de este país, olvidaron velar por el bienestar social y la formación humanística
de sus jugadores, y resultó que uno de esos
deportistas conspiraba en contra de lo que ellos representaban. Igual nos ha
pasado a todos, en la urgencia por cuidar nuestra integridad nos olvidamos de
cuidar la dignidad de los demás, y en el pecado hemos llevado la penitencia.
Hace dos años escribía que mientras como sociedad sigamos dotando a la
delincuencia organizada de personas que no encuentran su lugar en el mundo por
nuestra indiferencia, continuaremos atestiguando la pérdida de vidas que se
apilan en la fosa de la vergüenza humana de saber que nosotros estamos bien, no
importa lo que pase con los demás. Sigo pensando igual.
cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx
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