Publicado el 25 de Febrero de 2012 en El Diario de Coahuila y El Heraldo de Saltillo
En cierta ocasión tuve a la mano a un grisáceo
funcionario municipal y al dinámico director de un centro comercial, así que
aproveche para sacarme una añeja duda y les cuestioné como era que determinaban
entre autoridad e inversionista el número de espacios destinados a las personas
con capacidades diferentes en los estacionamientos. Ninguno sabía como se
llegaba a esa cifra, pero coincidieron en que ellos lo habían fijado con el mexicanísimo
recurso del copy-paste, simplemente
lo calcaron de los parámetros utilizados por nuestros vecinos del norte.
En mi siguiente visita a los Estados
Unidos comprobé algo que había pensado cuando supe como calculaban en Saltillo
los cajones para estacionamiento: Se notaba que la mayor parte de los espacios
marcados en azul eran ocupados mientras acá siempre lucían desiertos. La razón
era el gran número de veteranos de guerra que tiene aquel país frente a la
ausencia de bajas bélicas en México. Veteranos de la segunda guerra mundial, de
Corea, de Vietnam, del Golfo y de Irak, así como lisiados por las invasiones a
muchos otros países son las personas que llenan los sitios para discapacitados.
Y
de esas imágenes es fácil saltar a las películas de Hollywood que retratan algo
más que las secuelas físicas de los veteranos: Las marcas psicológicas que
cargan durante el resto de sus vidas y la dificultad para reinsertarse en la
sociedad. Y de la fantasía del cine regresamos nuevamente a nuestra penosa
realidad, realidad en la que hoy surgen lo que podríamos llamar Veteranos
Mexicanos.
Estos veteranos representan muchas caras
de una misma moneda. Lo mismo hay sanguinarios sicarios que pasivos halcones;
militares y policías tras las rejas como heroicos soldados y agentes; mercaderes
secuestrados y empresarios lava-dólares; también hay huérfanos de padres como huérfanos
de hijos; tenemos viudas y viudos, así como solitarias y enlutadas personas que
nunca llegaron al compromiso.
¿El niño que vio morir a su padre
puede superar el trauma sin ayuda profesional?
¿Tiene el empresario la fortaleza mental para volver a construir aquello
que en un secuestro le quitaron? ¿Puede una viuda llevar un hogar y formar
hijos con la herida aún abierta? ¿Quiere un joven trabajar honradamente por un
salario mínimo cuando antes ganaba por miles desafiando a la ley? ¿Cómo sigue
viviendo la madre que presenció el levantón de su hijo para nunca más volverlo
a ver? ¿Puede el asesino perdonarse a si mismo y olvidar todo lo que vio? ¿Cómo
sobreponerse al deceso de un familiar dentro de un penal ó cuartel, en un reten
ó convoy y en las calles ó en la casa? Al hablar de estos veteranos no
distingamos malos de buenos; porque tanto los deudos, como los arrepentidos y
los sobrevivientes comparten un dolor similar.
Lo que hoy padecemos es debido a la
irresponsabilidad civil y gubernamental de habernos hecho de la vista gorda
cuando todos sabíamos lo que estaba sucediendo desde tiempo atrás. Con toda
certeza, estamos atestiguando el principio del fin de la espiral delincuencial
que azota al país, no pasará de la mitad del próximo sexenio para que alguien
calificado declare que se ha vencido ó sometido al crimen organizado. Pero no
debemos nuevamente caer en la complacencia de acomodarnos sin voltear a ver a
nuestro alrededor, es preciso señalar la urgencia de ayudar emocionalmente a
todos los damnificados de esta triste página de nuestra historia en la que los
veteranos pertenecen a variados frentes ó bandos, que fueron heridos de
diferentes formas y que ninguno de ellos quiso convertirse en victima, pero que
al final de cuentas, todos son Mexicanos.
cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx
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