Publicado el 07 de Diciembre de 2013
Aquello
fue el paraíso: Mis tíos se habían hecho del local de Librería Excélsior en la
calle de Aldama para expandirse en el rubro zapatero; antes de las obras de
remodelación, había que vaciar el edificio para los contratistas, así que en
hordas de 3 a 6 personas fuimos invitados los cercanos para escoger de los
atiborrados anaqueles aquellos libros que quisiéramos leer. Como borracho en
barra libre, escogí más volúmenes de los que podía cargar, pero como siempre
fue y ha sido, la tía Rima se esmeró en la forma de como sí hacer que las cosas
sucedan sin mirar el cómo no se pueden hacer, y encontró la manera de enviar
todo a mi casa.
Así como pasaba las páginas de aquellos
libros, pasaba también de la niñez a la juventud entre historias tan disímbolas
que iban del Colmillo Blanco de London a toda la bibliografía de Sherlock
Holmes escrita por Conan-Doyle; de la Operación Jesucristo de Mandino al Copo
de Nieve de un desconocido Sagarin y de la Rebelión en el Desierto al sugestivo
título para un adolescente de Quo Vadis?
Ese gusto por la lectura lo había sembrado
inteligentemente mi madre (pedagoga de profesión) al poner en mis manos desde
muy pequeño toda clase de publicaciones que tuvieran que ver con mi gran pasión
de la infancia: El fútbol americano. Así es como una persona migra de las
noticias de su equipo en el periódico a las revistas deportivas, de ahí a publicaciones
de temas variados, luego a libros de fácil lectura y de ahí espero algún día saber
digerir las grandes obras.
El Richard Parker de la novela de Poe. Se comió a los otros naufragos. Años después la historia sucedió en la vida real con muchas similitudes, incluyendo el nombre de Richard Parker. |
Y
ahí se la lleva uno hasta que es envuelto por El Silencio de los Inocentes por
enésima ocasión, el magistral filme me deja una vez más fascinado con la
personalidad de Hannibal Lecter y en cosa de unos meses esa fascinación me
lleva a devorar toda la saga de Thomas Harris sorprendiéndome en varias
ocasiones despierto por pesadillas que nunca sufrí al ver las películas. Lo
mismo me pasa con El Padrino de Mario Puzzo y con otras películas que me han arrastrado
a los libros al quedarme con ganas de más. Hace poco, vi en una misma semana
los filmes del Atlas de la Nubes y La Vida de Pi; en la primera sospecho (y
luego compruebo) que la obra escrita debe profundizar mucho más en los nudos de
la original historia mientras que en la segunda me asaltan dos incógnitas: ¿Porque
el protagonista lee algo tan bizarro que ha tenido gran influencia en mí como
es El Extranjero de Albert Camus?, y me pregunto también si la escondida referencia
a la obra de Edgar Allan Poe en el nombre de un tigre de bengala es abordada en
el libro como una casualidad, como una deliberación, o simplemente es ignorada.
El Richar Parker de la novela de Yann Martel. Un tigre de bengala que no se pudo comer al naufrago Pi. |
Me doy cuenta entonces de cómo es que el
cine puede convertirse en un estupendo promotor de la lectura. Seguro existen
miles de adolescentes que empiezan a descubrir al verdadero Sherlock al ser
enganchados por el personaje de Downey Jr., otros se transportan a fantásticos
mundos gracias a Harry Potter y algunos más se adentran en las penumbras del
Crepúsculo. Y claro, ahí vienen atrás los contenidos de televisión que pueden
provocar lo mismo.
Por lo pronto, quien esto escribe se acerca
finalmente a leer Cien Años de Soledad gracias a que la serie del Patrón del
Mal transmitida por Unicable lo motivó a leer la Noticia de un Secuestro, del
gran Gabriel García Márquez.
cesarelizondov@gmail.com
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