Publicado el 20 de Julio de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia
Posdata: Por respeto a los editores y sobre todo a los
lectores de 360 La Revista me fue imposible hacer cambios de último momento a
la columna que hoy presento. Y es que en días pasados apareció en Vanguardia
una colaboración de Enrique Abasolo que parte de una linea argumental
prácticamente igual a la mía. Primero en tiempo, primero en derecho, así que ofrezco
disculpas por la similitud. Gracias.
He
modificado mi forma de leer los diarios. Lo hago para tratar de entender un
poco el pulso del mundo y un poco el pulso de México, entendiendo al mundo y a
nuestro país no como entes sino como la humanidad el uno y los mexicanos el
otro. Nada más pedante, pretencioso y engreído que ponerse a dar recomendaciones
a quien no las ha pedido, pero por esta vez te propondré que hagas lo mismo que
yo y te aseguro que verás las cosas que acontecen a nuestro alrededor desde una
perspectiva diferente, amarga, aciaga o siniestra diría yo; a través de otro
cristal, como por un vidrio estrellado podría ser. Y desgraciadamente esto será
para tu pesar.
En esta mi manera de entender a los
habitantes de nuestro planeta y nuestra nación a partir de lo que publican los
diarios tiene su fundamento en la tecnología que hoy disfrutamos, así es que si
eres del tipo de personas que no han dado ese pequeño paso para el hombre,
mejor deja de leer justo aquí porque no nos vamos a entender y vas a perder tu
tiempo. A diferencia de lo que me pasa con los libros en dónde he preferido el
formato electrónico al tradicional empastado, sigo obteniendo placer en el hojear de las páginas impresas de periódicos y revistas más que hacerlo desde una
computadora, tablet o teléfono celular. Pero hasta ahí llega mi forma habitual y
convencional de leer los diarios.
Y es que una vez que termino de leer las
dos principales cosas que definen al periodismo desde los tiempos de Gutenberg–la crónica y los editoriales-, me paso entonces sí a las ediciones digitales
para sumergirme bajo el cabezal de esas mismas crónicas y editoriales escarbando
en esa desbordante, discordante y colorida veta de opinión que los medios de
comunicación han encontrado sin haberla buscado: Los foros de discusión y redes
sociales.
Y es ahí donde uno encuentra el pulso del
mundo. No es la noticia de un nuevo Papa lo que me da el pulso del mundo, son
las palabras que bajo esa noticia publicaron miles de cibernautas que iban
desde los buenos deseos para Bergoglio hasta exigir la cabeza de Francisco I
como pago por las acusaciones contra Maciel; pasando increíblemente por el
estereotipo del argentino ante el mundo, el virtuosismo de Cerati y….un tipo
anunciando su negocio. No me da el pulso de México el artículo en referencia al
Teletón de aquel que desde su posición de comunicador resulto ser exitoso
empresario; no, el sentir del mexicano lo encuentro en las réplicas y contra
réplicas que muchas pantallas abajo y semanas después de publicada la columna
siguen apareciendo como respuesta de madera seca ante combustible y fuego.
Y del pretendido análisis o
retroalimentación a un escrito o noticia las cosas van derivando en acusaciones
con fundamento en el estómago más que en la cabeza, en chismes, en filias y
fobias, en complejos y culpas de la mayor parte de los participantes, quedando así
hasta el final un residuo de odio, intolerancia y confrontación
independientemente de la naturaleza y sentido de la nota.
Cualquier noticia por trivial que sea, si
existe un espacio donde comentarla, despierta en la gente esa necesidad de
expresión que una vez si y otra también comienza con tímidos, suaves y
constructivos comentarios entre unos pocos interesados para ir subiendo de tono
y concurrencia hasta llegar a insólitos y desesperados gritos de ayuda
psicológica que ya no alcanzamos a distinguir si son individuales o colectivos.
Y así es como encuentro en mi forma de leer
los diarios en esta época, que las notas de los periódicos dan cuenta de hechos,
de lo que esta pasando en México y el mundo; pero los comentarios vertidos por
los usuarios en los foros de discusión dan cuenta de sentimientos, de lo que son
en realidad la humanidad, y los mexicanos.
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