Muy en
boga esta hoy en día el término discriminación positiva. A grandes rasgos,
trata de hacer una distinción preferente hacía una minoría, grupo ó persona
focalizada. En mercadotecnia, este tipo de discriminación ha encontrado una
interesante veta donde se hace posible la magia de cobrar un sobreprecio para
ofrecer a cambio un servicio diferenciado, lo cual inyecta márgenes de utilidad
adicionales a las empresas que ofrecen este tipo de segmentación entre su
clientela, es el mercado VIP (Very Important People por sus siglas en inglés).
Mención aparte y sin venir al
caso, pero es realmente curioso como los consumidores caemos en la paradoja de
un día ser seducidos por el concepto VIP pagando de más con la ilusión de
sentirnos importantes, y al siguiente somos víctimas del también exitosísimo
caso de las rebajas increíbles en las tiendas de última llamada, Outlets, black Friday ó nuestro tropicalizado Buen Fin, en
estos casos con la ilusión de eficentar el gasto pagando de menos aunque nos convirtamos
en VCP (Very Comon People)
Pues ahí tienen
que en alguna ocasión tuve la genial idea de viajar por avión en una compañía
de las llamadas de bajo costo. Primero escuché por un lado de mi hombro derecho
una inocente vocecilla que me decía lo importante de no derrochar el dinero si
este tipo de líneas aéreas tenían unas tarifas realmente atractivas, así que
compré los boletos para las ansiadas vacaciones familiares. Luego, una vez en
el aeropuerto y amonestado por mi señora al no haber previsto que viajando con
cuatro niños y sin tener lugares asignados aquello se podría convertir en una
pesadilla, otra vocecilla, esta vez con un tono petulante, me dijo que mi
familia bien merecía un trato VIP, y que unos cuantos pesos no serían el
obstáculo para la felicidad. Me dirigí al mostrador dónde una agradable chica,
con una bella sonrisa y cuyo gafete decía Maritzia, me hizo favor de venderme
el Up Grade de pasajeros normales a viajeros
VIP, eso nos daría la oportunidad de abordar antes que los demás el avión para
asegurar los mejores lugares y poder sentarnos juntos.
De ahí, a
documentar las maletas. Me encuentro nuevamente con Maritzia, esta vez su trato
no me parece tan encantador y en medio de una inexpresiva sonrisa me dice que
tendré que pagar una cuota extra por exceso de equipaje. Volteó a contar a los
miembros de mi familia y hago lo mismo con las valijas, una y otra vez….
Maritzia debía estar en un error, éramos seis personas felices que llevábamos
seis atiborrados velices, y así se lo hice saber. Pero la mujer me dijo que
seguramente no había leído el contrato que estipulaba el costo adicional por
maleta que no pudiera considerarse como equipaje de mano. Así que a pagar un
poco más.
Tres
horas más tarde y después de dos avisos de demora, vimos a los lejos que
nuestra nave por fin estaba en la pista. Repentinamente todos los pasajeros se
empezaron a apretujar en las puertas de salida de la sala, era obvia la
importancia de tener un buen lugar en la fila para subir primero a la aeronave
al no haber asientos asignados, pero eso era algo que no debía preocupar a
quienes teníamos boletos VIP. ¿O sí?…
Preocupados al
ver que no existía una hilera designada para los tenedores de los pasajes
especiales, nos fuimos aproximando a las puertas, agitaba mis boletos por lo
alto y gritaba que yo había pagado por lugares VIP y que debía estar al
principio de la fila. Batalle mucho, hube que empujar a mucha gente y no menos
de tres señoras me recordaron a mi madre, y no me refiero a que al verlas yo
hubiese recordado a quien me dio la vida. Finalmente llegué al frente de las
filas donde una exasperada Maritzia, con una forzada sonrisa me indicó que aún
no era mi turno. Era una inepta, claro que mi lugar debía ser adelante.
Minutos más tarde anunciaron por los altavoces que era tiempo de empezar el
proceso de abordar. Y, asemejando al banderazo de la mejor carrera de caballos
del Derby de Kentucky, al abrirse las puertas salimos todos disparados para
asegurar ser los primeros en entrar. Era de esperarse. Como aerolínea de bajo
costo, el pequeño avión que nos transportaría no tenía el tamaño para alcanzar
las terminales convencionales, así que debíamos primero abordar una terminal
móvil tipo camión que nos llevaría hasta dónde estaba la aeronave….. De modo
que fuimos los primeros en subir a la sala móvil, y, para nuestra desgracia,
fuimos empujados al fondo de la misma por la masa de gente que subía detrás de
nosotros. Así que, tristemente fuimos los últimos en bajar del camión, por lo
tanto últimos en abordar el avión.
Subí los escalones
hecho una furia con mis billetes VIP en la mano, una vez arriba, la tal
Maritzia con su descarada sonrisa me decía que no podía ella hacer nada y que
si quería podría quejarme en la página web de la compañía. Viajamos
separados los seis, y cuando a treinta mil pies de altura, Maritzia, con su
hipócrita sonrisa me ofreció algo de beber (vendido, por supuesto), lo rechacé
porque mi sexto sentido me decía que podría venir acompañado de algún extraño
fluido salido de su boca.
Llegamos a
nuestro destino, y como cereza en el pastel nos encontramos con que una de
nuestras maletas había sido documentada en otro vuelo. Y claro, la persona que
nos atendió para tomar nuestros datos y enviar después la maleta perdida no
podía ser otra que la horrible Maritzia, con su estúpida sonrisa.
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