Publicado el 22 de Junio de 2014
Recuerdo ese día de cuando iniciaba a
trabajar formalmente, estaba haciendo una larga fila en el banco para cobrar
uno de mis primeros sueldos. En esa clásica charla que entabla uno en las filas
y que empieza por romper el hielo hablando del clima para terminar quejándose
de las constelaciones familiares y de las frustraciones amorosas pasando por las
culpas al gobierno y criticando la pésima actitud de la cajera, terminé enterándome
del cheque que cobraría aquel joven que aún tenía en su cara las huellas del
acné propio de la adolescencia arribando a juventud.
A mi pregunta del porqué recibía un cheque
de la Universidad siendo tan joven obtuve una respuesta que no por ser parte de
lo que ya había escuchado como leyenda urbana me dejo con ese tipo de ligera
preocupación tan parecida a la indiferencia: Era una compensación económica
mensual por defender en el campo de juego los colores de la universidad.
Como seguidor del fútbol americano aquello
fue una confesión que solo me hizo ponerle rostro a esa práctica que era
secreto a voces entre la comunidad estudiantil. Y el hecho es solo una pincelada
de la discrecionalidad de cómo se gasta el presupuesto en nuestro país en
materia educativa. Porque pienso que tú y yo estaremos de acuerdo en la
necesidad y conveniencia formativa de una partida para el deporte, arte y
cultura, pero jamás en recompensar con dinero a los atletas amateurs que en
muchas ocasiones estaban matriculados en artes plásticas o en la escuela de
música.
Y por supuesto que me viene al caso cuando
esta semana leía en las páginas de Vanguardia que más de diez mil personas se
quedarán fuera de aulas durante el próximo ciclo escolar en nuestro estado. Y
estas cifras solamente son de la demanda que no cubrirá la UA de C en
bachillerato y profesional. ¿Diez mil personas? Si trasladamos el dato a
fomento económico nos daremos cuenta que ni las mejores expectativas del más
optimista de los inocentes dan para cubrir esa demanda de trabajo a falta de vacantes
académicas; y aunque hubiese empleos para todos, no debería estar topada la
oportunidad y el derecho constitucional a la educación. Y es entonces que de
ahí saltan los jóvenes a la etiqueta de Ninis o peor aún, a delinquir.
Claro que señalar esa pequeña muestra de
cómo se hacen (hacían en el mejor de los casos) las cosas con los presupuestos
para educación es solo una gota descongelada del último centímetro de la punta
de un iceberg de épicas proporciones. Muy preocupante ver que van y vienen las
personas de un lado a otro de la educación pero la diferencia jamás llega.
Desde mi trabajo, durante años he tenido
oportunidad de analizar solicitudes de crédito para el consumo. La radiografía
que uno ve en los estudios socioeconómicos individuales no deja lugar a la
interpretación fría que tanto gusta a los políticos: No existen familias con
4.3 miembros; o son tres, o son cuatro, o son cinco….No hay mexicano con 9.2
años de formación académica: O se tiene la educación superior o no se tiene,
papelito habla.
Y me he dado cuenta que la aplastante
mayoría de mexicanos con trabajos calificados solo ha tenido acceso a la educación
secundaria y no puedo sino preocuparme por una nación y una patria chica
destinadas a seguir dotando de mano de obra a un mundo ávido de satisfactores
materiales pero escaso y necesitado de mentes creativas.
Difícilmente podremos desarrollar todas
nuestras capacidades y posibilidades como pueblo si no tenemos la formación
académica que hoy estamos negando a la mitad de la juventud. Que daría yo por
escuchar a un rector de universidad decir hoy que haría como diputado o
tesorero, y como nos gustaría que un candidato a diputado dijera que haría como
rector. Porque en nuestra realidad, ese ir y venir de unos cuantos, está
dejando sin oportunidades a unos muchos.
cesarelizondov@gmail.com
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