Publicado el 29 de Junio de 2014
Son la mano que mece la cuna. Aunque a la
frase se le dan distintas definiciones desde diferentes percepciones, para la
gran mayoría de las personas quiere decir algo así como el poder tras el trono,
quienes están tras bambalinas, los que mueven los hilos para que las marionetas
tengan movimiento. Claro que parece fría y calculadora esta forma de ver las
cosas, pero estarás de acuerdo conmigo en que la realidad es que ningún niño podría
brincar descalzo del ennegrecido piso de las favelas para aterrizar con
tachones Nike y uniforme Adidas sobre el suave y verde césped del Maracaná si
no fuese por esas manos que mueven cunas.
Así tenemos que los Maradonas, Neymars, Ochoas,
Beckhams y otros más, si bien es cierto que habrían de agradecer su habilidad
y/o carisma natural a un Dios o signo zodiacal, le deben sus oportunidades
terrenales a quienes tendieron para ellos el escenario en el que habrían de
hacer valer sus talentos: Los que mecen la cuna.
Y esas manos que mecen las cunas del mundo
pertenecen a aquellos que tuvieron acceso a la educación superior o
universitaria. Y al igual que un mundial de fútbol, no hay espectáculo o evento
que no esté manejado por astutas manos llenas de conocimientos que hacen
posible que Bruno Mars tenga vendidos con años de antelación sus conciertos, o
que Al Pacino y Robert De Niro recauden dinero en sosas películas solo por
aparecer juntos, que los juguetes creados por Steve Jobs lleguen al público en
las formas más creativas y remunerables posibles. Que todo lo que consumimos,
experimentamos y pensamos tenga un cómo y un porqué.
Alrededor de toda actividad humana está la
mano de los profesionistas viendo más allá de lo que parece a simple vista, y
de ahí su ventaja para mecer la cuna: El psicólogo entiende lo que realmente
quiere decir ese grito de guerra que expresamos tantos mexicanos hacia el
portero contrario así como porqué una minoría lo reprime; así como el
economista te dice porque si es viable financieramente un mundial en Qatar el
médico te explica porque los conjuntos americanos están haciendo mejor papel
que las potencias europeas; el fiscalista sabe, aún sin desmerecer el acto altruista,
lo que hay detrás de las donaciones hechas con bombo y platillo por jugadores y
directivos; el físico te explica la trayectoria del golazo de Roberto Carlos
ante Francia (no fue en un mundial) y
porqué es casi imposible volver a ver algo parecido; y mientras el ingeniero
civil hace los estadios, geólogos y agrónomos entran antes y después de este
para que al final todo sea perfecto.
Los qués cualquier persona los puede
apreciar a simple vista. Los porqués de las cosas son el tipo de conocimiento
que hace esa diferencia entre un “ahí la lleva” y un “le está yendo muy bien,
le pegó”. Y los porqués de este mundo es lo que recibe un universitario en las
aulas.
Hace una semana en este mismo espacio
hablaba de la incapacidad oficial para eficientar su gasto en aras de la
educación, pero hay otra cara en torno al tema: Hoy vemos que, al igual que lo
están haciendo fundaciones como Teletón en el aspecto de la salud, otras hacen
lo propio por el lado de la formación académica ofreciendo becas, llenando así
huecos que por la razón que sea, los gobiernos no alcanzan a cubrir.
Insistir
en el estudio no se trata de romper legítimos sueños juveniles de alcanzar el
éxito allá dónde apuntan los reflectores, solo se trata de hacerles ver quienes
realmente hacen posible que las cosas sucedan. Y resulta que todas esas
personas de pantalón largo son amantes del negocio dónde están, unos por pasión,
y es cierto que otros por remuneración. Hoy ya no es válida la percepción de
antaño indicando que carrera estudiar a fin de tener buenas oportunidades en el
futuro, hoy el mundo ofrece tantas variables y hay tanta especialización que un
joven puede estudiar algo compatible con aquello que le apasiona.
Por supuesto que existen muchos asegunes, a
través de la historia hemos visto que las manos moviendo las cunas pueden hacer
el bien o el mal, eso ya es cuestión del libre albedrío de hacer cada quien lo
que quiera con su oportunidad para ser generador de cambios.
Cuatro años faltan para el próximo mundial
y cuatro años es más o menos lo que tarda una carrera universitaria. Hagamos
votos porque en el verano del 2018, no solo estemos hablando de una selección
de fútbol que puede conquistar el mundo, sino también de una generación de
egresados listos para darle al mundo mejores oportunidades.
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