Publicado el 19 de Octubre de 2014
Probablemente piensan que soy servil. Lo tomo como un cumplido
pues servir es mi tarea. Otros dicen que tengo el mejor trabajo del mundo,
opinan que mi patrón me concede demasiadas libertades. Y yo no podría quejarme
de mi empleo, pero les aseguró que, aunque quiero mucho a mi patrón, la verdad
no es como creen.
Es
cierto, rara vez está arriba de mí exigiéndome las cosas. De hecho, si yo no
hago lo que él quiere o si me atrevo a ignorarlo, simplemente va y busca a
alguien más que me supla en mis deberes. No tengo la obligación de pasar
tarjeta como la mayoría de la gente, pero sé muy bien que ocho horas diarias no
son suficientes para darle gusto a mi patrón, así es que aunque sin un horario
fijo, termino por ser un esclavo de mi trabajo buscando su valiosa aprobación.
Gozo
de la atractiva libertad para escoger un período de descanso para disfrutar de mis
vacaciones, pero cuando he completado los recursos para ir, como una cosa hecha
adrede, coincide con sus más grandes demandas. Peor aún, si soy víctima de
alguna enfermedad, ignora incapacidades, pero no es que me quiera mal, es solo
que ni se entera.
Siempre exige mi patrón la más alta calidad, sabe que si no soy yo, alguien
más tendrá excelencia; y en su gran sabiduría, no me obliga a hacer las mejoras
que el mercado está exigiendo, sabe bien que más temprano que tarde tendré que
interpretar su sentir para actuar en consecuencia, pues corro un riesgo muy
grande si no entiendo lo que él quiere.
Hay quienes dicen que mi patrón desconoce el concepto de lealtad, yo no
creo que así sea, pienso que tal vez yo me equivoco cuando le quiero servir, él
no falla en su nobleza, es mi virtud que no alcanza.
Siempre
quiero que él me vea, quiero estar siempre en su mente, sé que a veces no me
aguanta pues mi acecho es persistente. Solo espero que me entienda, es mi deber
ir tras él. Algo que aprecio de él es su clemencia, en algunas ocasiones
perdona mis deficiencias, me da otra oportunidad; muchas veces es humilde, y me
brinda la confianza de enseñarle lo que se.
En
ocasiones es serio, no quiere que nadie le hable, dice estar solo mirando, pero
yo bien lo conozco, sé que muy en su interior quisiera pedirme algo, yo tengo
que respetarlo, nunca debo presionarlo, sé que al momento adecuado, regresará y
me hablará. Otras veces quiere hablar, expresa algunos deseos, no siempre
requiere de algo, de cualquier forma le atiendo.
Es lo más voluble que hay, nunca acabo de entenderlo. Un momento quiere
azul, al siguiente cambia a verde, pero sé porque lo hace, pues he estado en
sus zapatos. Nunca quiere equivocarse, por eso es que reza el dicho que el
sabio cambia opinión. Así es y será por siempre, esto suena a paradoja pero
nunca va a cambiar, de estar en constante cambio.
Me
agrada lo que él ve en mí, sabe que puedo ayudarlo, si acaso me necesita, estoy
listo a socorrerlo; unas veces me visita, otras veces yo lo hago, incluso en
algunos casos, convenimos sin tratarnos; me da el gran reconocimiento de
confiarme sus recursos, mi orgullo es la distinción de que a diario me hace
objeto.
Mi mayor gratitud a él, que permite el desarrollo, me da una realización
que en mi labor he buscado, me ofrece un trabajo honrado que agradece mi
familia. Le tengo tanto respeto, sobretodo porque él sabe, él nunca se ha
equivocado…. siempre tiene la razón.
Y es que al ser yo un comerciante, mi Patrón, benefactor, es quien
compra, el cliente asiduo.
cesarelizondov@gmail.com
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