Publicado el 02 de Noviembre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia
Si, ya sé
que algunos de mis colegas comerciantes pensarán que estoy en contra de todo y
a favor de nada. Pero sabemos que expresar opiniones propias en ocasiones te
acerca un poco a la verdad aunque también a veces te aleja un mucho de tus
semejantes. La realidad es que, aun considerándome una persona cuyo optimismo
raya en la ingenuidad, veo las cosas desde una óptica diferente a las cuentas
alegres o triunfalistas, a estimaciones maquilladas y tendenciosas.
Siendo objetivo, he de decir que en el
pasado publiqué diversos artículos aplaudiendo la ingeniosa iniciativa que las
cámaras de comercio propusieron y llevaron a cabo: El Buen Fin. Decía en esas
columnas que los líderes empresariales interpretaron muy bien que las políticas
económicas dictadas hace más de un cuarto de siglo por el Fondo Monetario
Internacional y cumplidas responsablemente por gobiernos de distintos partidos
en el poder, finalmente habían traído condiciones financieras que acercaban al
consumidor mexicano oportunidades que antes solo estaban al alcance de los
habitantes de países desarrollados; esto es, tasas bajas en los instrumentos
bancarios (tarjetas de crédito entre otros) para incentivar el consumo
doméstico; observaron que esa ventana en la microeconomía era consecuencia de una
escueta estabilidad en lo macroeconómico que permitía al empresario hacer
planeaciones con una expectativa de éxito realista. Hasta ahí todo sigue siendo
más o menos similar.
Pero
hoy me encuentro por tercer año consecutivo viendo que a quienes yo llamo el empresariado
puro (los que no venden institucionalmente al gobierno desde posiciones
ventajosas) cierran un mes de octubre atípico en cuanto a actividad comercial. Años
atrás, luego de la natural caída de ventas en el verano producto del final de
ciclos escolares, seguido por las vacaciones y rematando con el regreso a
clases, iniciaba un repunte con las fiestas de independencia en septiembre para
continuar su ascenso hasta llegar a su máximo grado en temporada navideña. Entonces,
¿Por qué ahora octubre es uno de los meses más flojos para el comercio cuando
antes era un período superior al promedio?
Es que tenemos en economía algo que hace
añicos la estabilidad y lo hemos sufrido en nuestro país en todo tiempo y
espacio, ese algo, -ensanchando la ortodoxia académica-, diría que es un único
concepto económico que tiene su causa en el futuro: La especulación. Y si la
especulación de los grandes capitales solo sirve para postergar y encarecer el
desarrollo, la especulación de los consumidores en lo individual simplemente
frena de golpe toda la actividad económica; y si, como usted ya lo dedujo, el
consumidor ha interrumpido sus compras esperando la llegada del Buen Fin. Pero
sería torpe e injusto señalar al consumidor por cuidar de su dinero y por esperar
las mejores oportunidades para gastarlo. Y ese es el fenómeno que viene
atormentando las cuentas de los comerciantes que, a cambio de unos
extraordinarios días de noviembre, ven pasar prácticamente en blanco un mes
completo al que de bonito solo le quedaron sus lunas.
Sumemos a eso condiciones locales de importantes
obras de infraestructura y esto es el acabose comercial: Cerrada la calle de
Aldama en el primer cuadro de la ciudad durante los trabajos de embellecimiento,
inicio de un puente vehicular en Valdés Sánchez (Plaza Sendero) cuando aún no
se termina el de Abasolo y LEA (Plaza Real). Imagine usted los malabares que
están haciendo no pocos negocios que tienen sucursales por esos tres rumbos; y encima,
está corriendo la licitación para arreglar la calle de Allende con sus obvias
afectaciones para el comercio. Pero también sería necio señalar esto porque
todos estamos de acuerdo en que la obra pública siempre será prioritaria sobre
los intereses (en estos casos a corto plazo) de un gremio, es solo que no deja
de ser algo que afecta.
Agreguemos a esto la contracción, burocratización
o franca estatización (de permanecer estático) de institutos federales como el
Fonacot por citar solo un ejemplo, que de rebote eran motores de desarrollo
económico regional y que hoy parecen empeñados en obstruir formas de reinsertar
recursos a la economía, siendo que en el pasado fueron importantes agentes
revolventes del dinero que por ley pertenece a los mexicanos en forma de
prestaciones laborales para los trabajadores, y que de paso eran incentivos para
la productividad de la iniciativa privada.
Y entonces, ¿Que queda? Nos queda el programa
del Buen Fin que en principio funciona muy bien para el consumidor, pero que se
ha vuelto un arma de doble filo para el comercio ya que concentra toda la demanda
de dos meses en un fin de semana largo. Fin de semana en el que las horas del
día y la logística no alcanzan para satisfacer las necesidades de los clientes
y porque, al final de cuentas, la suma del trimestre Octubre-Diciembre en
términos comerciales, termina por ser menor a lo que fue en el pasado.
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