Publicado el 25 de Enero de 2015 en 360 La Revista, de Vanguardia
Estábamos en junta de consejo. Era un
joven pretendiendo nadar en un mar de tiburones que se había ganado un asiento
dentro de una de esas agrupaciones gremiales en las que tarde o temprano caemos
encuadrados durante la vida productiva. Un gremio de esos que por medio de
acuerdos colegiados, buscan legitimar por consenso grupal lo que ninguno de sus
miembros consentiría en lo particular, lo que en no pocas ocasiones queda
supeditado a los designios de aquellos que los maicean más que a los genuinos intereses
de sus agremiados. La farsa de una democracia dirigida que se señala con índice
de fuego hacia los gobiernos y distintas instituciones públicas, y se practica
igual puertas adentro.
Luego de largos y agrios intercambios de
puntos de vista en donde los argumentos de algunos chocaban en contra de la
cúpula y dónde ambos bandos radicalizaban sus posturas sin dar a la otra parte
un beneficio de duda, alguien sugirió una moción de orden y alguien más propuso
que se votase la decisión. Se deliberó un poco más en tonos algo amigables
durante unos cuantos minutos para que finalmente, el curtido secretario de
aquel consejo tomara la palabra para plantear que en ese momento se llevara a
cabo una votación abierta a fin de no perder más tiempo.
De entrada la votación abierta era en si
una jugada maestra del secretario con el pretexto de ahorrar tiempo. Había que
dejar a la vista de todos una decisión única y personal que ya había quedado
muy claro no podría ser más que en alguno de dos sentidos: Apoyar a los líderes
en su propuesta o ir abiertamente en contra de ellos.
Se dispuso a contar a los presentes
primero para saber con cuantos votos se ganaba una decisión por mayoría. Acto
seguido, a pregunta expresa sobre si estábamos listos para votar y ante la
positiva respuesta de todos, el secretario sacó su mejor carta de la manga para
asegurar la votación. La genialidad estuvo en la forma de hacer su siguiente
pregunta a manera de encuesta.
-¿Quiénes están en contra del progreso que
significa nuestra propuesta?, que por favor levanten la mano- fue lo que
preguntó para llevar a cabo la votación.
Por supuesto que nadie votaría en contra
de una proposición donde se incluía la palabra progreso. Los opositores no
estaban en contra del fondo que significaba el progreso, sino en la forma de
hacer las cosas. Al no haber manos levantadas en contra del “progreso”, el
mismo secretario decretó que por lo tanto, por simple lógica, todos asentían a
la propuesta de la directiva. Hábilmente dijo que ni siquiera había necesidad
de preguntar quienes si estaban a favor de la iniciativa. Siendo que algunos no
estaban de acuerdo en lo que se proponía, aquello se contabilizó como una
decisión unánime gracias a los oficios de aquel veterano secretario de
retorcidos colmillos.
En comunicación y en mercadotecnia
aprendes que la forma en que se plantea una pregunta incide vitalmente en la
respuesta. Todos estamos dispuestos a probar un nuevo producto que nos ofrecen
gratis en el supermercado y quizás digamos que nos gusta, pero eso no quiere
decir que vayamos a comprarlo. No es lo mismo insertar en un cuestionario la
palabra nacionalista que el término comunista; igual pasa si cambiamos
capitalista por generador de empleos o si eliminamos gasto y ponemos Inversión.
No es lo mismo hablar de continuidad que de dictadura como no es igual respetar
a las mujeres que consentir asesinatos de terceros indefensos.
Vienen en Coahuila meses de encuestas,
cuestionarios y demás métodos para evaluar popularidad y aceptación de propuestas
y candidatos. Habremos de estar atentos a como son planteadas las preguntas
para sacar conclusiones no solo de cual es la percepción ante las fórmulas de
candidaturas y lo que ofrecen, sino también sobre quienes llevan a cabo las
encuestas; en ocasiones una encuesta nos dice más del encuestador que del tema
sobre el que se pregunta. Porque si ese hombre que fungió como secretario en
aquel consejo era un astuto y viejo lobo de mar para incidir en el ánimo de una
pequeña votación ante nosotros, ante las agencias encuestadoras sería un simple
aprendiz.
cesarelizondov@gmail.com
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