Publicado el 26 de Abril de 2015 en Revista 360 Dominical de Vanguardia
Hace
años escuche por primera vez el término “Padres light”. Alguien lo utilizó para
etiquetar a todos aquellos jefes de familia que estamos desperdiciando la oportunidad
de forjar auténticas familias al equivocar prioridades en la formación de los
hijos. Creemos que darle valor a la familia es salir todos en bola a dónde haya
mucha gente, pasando las horas cada quién con el grupo de personas afines a su
edad o género, restando solo el tiempo de traslado entre lugares como
oportunidad para realmente convivir en familia. Nos equivocamos también al
escudarnos en aquello de que es mejor calidad a cantidad; claro que la calidad
es importante, pero por poner un ejemplo casi podríamos asegurar que si la
cantidad no es suficiente, tu pareja buscará a alguien más. Igual los hijos.
El concepto light, en mi opinión, se
extiende hasta cada rincón en lo referente a las relaciones humanas. Las
relaciones cada vez pierden más el significado de humanistas para convertirse
en relaciones convenientes. Así, es común ver en el ámbito político a personas
con los más bajos niveles de moralidad o sin capacidad profesional, ejerciendo
responsabilidades y tomando decisiones que afectan a cientos de miles de individuos,
esto producto de alguna relación de interés al representar estas personas un
malentendido activo político. En los deportes, cuando era niño tenía una fuerte
predilección por algún equipo en cada disciplina ya que cada plantel tenía una
mística que era compuesta por una mezcla de las capacidades y personalidades de
sus integrantes. Hoy en día, el mundo del deporte ha cedido al poderoso
caballero y es prácticamente imposible ver a un representativo que pueda
mantener una plantilla de jugadores y cuerpo técnico estable a través de los
años. Así, las franquicias cambian de sede, nombre y uniforme a la primera
oferta económica, derivando esto en escuadras carentes de identidad, sin
tradición.
Todavía peor, en la formación académica, es
común escuchar razones como el roce social siendo factor de decisión al elegir
escuela para los hijos, extendiéndose esto hasta las relaciones afectivas de
cada miembro de la familia. En el trabajo, la cultura light se ha metido en las
relaciones laborales, comerciales y legales llegando a despersonalizar en su
totalidad el trato entre seres semejantes; por supuesto que la tecnología ha
puesto su grano de arena en esta corriente, ya que poniendo al alcance de todos
la rapidez en las comunicaciones, al final aparece culpable por el pobre
entendimiento entre interlocutores cuando no es lo mismo manifestarse que
entenderse. Solo de pasada, la cultura light llegó hasta el Vaticano cuando se
eligió un Papa de transición.
Pero es lógico y entendible debido al
ritmo de vida que llevamos, todos necesitamos descansar un poco en la cultura
light. Y es que los tiempos actuales nos demandan interactuar más y con un
mayor número de personas, es difícil poder llevar con todos las relaciones
humanas que quisiéramos, por eso caemos en las frías y convenientes relaciones
que después se van haciendo hábito hasta que el concepto light termina por
regir nuestras vidas. Es por eso que recordamos rostros pero olvidamos nombres;
por eso cuando nos invitan a un bautizo o una boda vamos a la fiesta pero nunca
a la misa; recordamos cuando es el cumpleaños del jefe pero olvidamos el de
nuestro hermano, por eso sabemos los derechos y obligaciones de nuestros
trabajadores pero ignoramos cuáles son sus sueños y no conocemos a sus familiares.
Luego queremos conocer a nuestros hijos sin conocer a sus amigos, sin conocer
el entorno en el que viven. Nos convertimos en el más resplandeciente candil de
la sociedad, al tiempo que somos la más parca oscuridad de nuestra propia vida.
Debemos
reconocer que las relaciones humanas, sobre todo las que tienen que ver con
nuestro cercano círculo familiar y de amistades, tienen la prioridad de no devaluarlas
con esa cultura light de apariencias. En ese pequeño grupo, no debe haber
espacio para lo que hemos dado por llamar políticamente correcto; en las
relaciones humanas que valen la pena, aquellas que deseamos conservar o queremos
perfeccionar, lo correcto, es correcto a secas, sin adjetivos. En relaciones
humanas, sería deseable desechar la cultura light para emprender una cultura
“strong”, dándole fuerza a lo importante.
cesarelizondov@gmail.com
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