publicado el 3 de noviembre de 2024 en Saltillo 360, de Vanguardia
“Muchas cosas carecían de nombre, y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo”. Esto lo escribió Gabriel García Márquez en los primeros párrafos de Cien Años de Soledad.
Pues bien, hoy les voy a platicar algo de mi madre, a quien hoy despedimos. Y es que, en dos circunstancias de su vida, no existieron palabras para describir su situación, como en la novela de García Márquez.
La primera palabra inexistente para identificar a mamá: a la muerte de mi hermano, nadie dio con un adjetivo para nombrar a ese dolor de una madre, cuando fallece su hijo. A partir de hoy me llamo huérfano pues quedo sin padre y madre, a diferencia de cuando murió Pepé, cuando para ella no hubo un vocablo para describirla, no hay una palabra para eso. Pero al rato regreso a esto para darle vuelta a esa situación.
Van un par de antecedentes para la otra palabra. Fue mi abuelo quien, en años de la post guerra, trajo la primer pasteurizadora a Saltillo; a mis tíos, a mi madre y a mi tía, les decían los Güeros Pasteurizados. Por el lado de mi abuela, aparece el lado dulce: un gusto por la elaboración (y consumo) de conservas y cajetas, de finos dulces de leche, y quién sabe qué cosas más; ahí anda mi tío Lucano, todavía cargando el nombrecito.
Con esto quiero hacer gala de sangre trabajadora. A sus nietos, los invito a hacer conciencia de la mezcla de su sangre, que reconozcan en ella, la ascendencia de la abuela.
Total, que viniendo de familias muy trabajadores, hace más de cincuenta años, platicando con mi padre, le comentó de sus planes de ponerse a trabajar, como lo hacía desde niña. Reconocimiento a mi padre: siempre con buenos empleos, llevando su casa con suficiencia, sin mediar necesidad ni restar en dignidad, apoyó en eso a mamá. Fundaron entonces un negocio del cual te ofrezco una estampa:
Ella levantaba la cortina en la mañana y realizaba algunas ventas. A la hora de comer, cerraba el negocio y pedía a un par de jóvenes que cargaran la camionetita, una de estacas, ya bastante vapuleada, le llamábamos, la Chimoltrufia. Regresaba por la tarde luego de entregar y comer a la carrera. Volvía a abrir y cerraba hasta la noche. Las ventas de la tarde se entregaban después del cierre, o al otro día antes de abrir. Así durante muchos años. Estoy hablando del siglo pasado, con la conciencia colectiva de aquellos años.
Hoy dicen que si algo no se nombra, no existe. Entonces, de alguna manera, aunque la palabra para describir lo que hacía mi madre sí existía en el diccionario o en el ideario, nadie la nombraba, por lo tanto, era letra muerta, pero ella de cualquier forma lo hacía. Esa palabra, que hoy está más viva que nunca, que la escuchamos y la vemos accionar en todas partes y en todo momento, es, feminismo.
Para mí, y para orgullo de sus nietas y nietos, ella fue la primer feminista de Saltillo. Podrá alguien no estar de acuerdo en algo de lo escrito aquí, pero como siempre digo: me pueden corregir un dato, pero nunca el garabato.
Volviendo a la primer palabra, nos encontramos con la promesa de la religión que bautizó a mi madre y también le dio su último sacraento, según esa creencia, hoy es recibida por su padre y madre, sus hermanos y su esposo, y por supuesto, su hijo.
Entonces, felizmente, podemos decir que esa primera palabra inexistente ya no aplica a mi mamá: hoy se ha reencontrado con su hijo. Es en esa doble cara de la vida donde, por consecuencia, tenemos que por acá nos quedamos tres huérfanos; pero en esas tantas cosas que la vida nos ofrece a sus nietos y sus nietas, a mis hermanas y a mí, nos queda el consuelo de repetir con mi madre lo que nos ha venido sucediendo tras las muertes de los Pepés: encontrar en cualquier sitio y circunstancia, a personas que vivieron distintas experiencias con ellos, y que nos platican de eso, pues ahí los vemos a ellos, sabiendo que siguen entre nosotros. Esperamos, expectantes y abiertos, todas esas historias de las cosas que en algún momento hizo ella en otras facetas de su vida distintas a ser abuela y madre.
Entiendo que ella fue diferente para todos, cada quien la recordará de acuerdo a la personalísima relación que cada ser humano tiene con los demás, pero para fines de comunidad, les pido que en lo general, conservemos de ella dos imágenes comunes, donde ella fue ella, sin más adjetivos que un ser humano con la gracia de vivir: les invito a recordarla en dos formas que para mi significan la esencia de su ser, además de abuela y madre: La Güera Pasteurizada, y la Primer Feminista de Saltillo.
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