publicado el 22 de diciembre de 2024 en Saltillo 360, de Vanguardia
HOY SE HABLA DE… SOCARRAT – Saltillo360
Metáfora a tantas cosas de la vida, saber si salió el socarrat solo es posible cuando el contenido del recipiente se ha vaciado. Por ahí de las tres de la mañana, luego de llenar un par de tupers con lo quedado, descubro que sí, hay socarrat: es el arroz que se pega al fondo de la paellera; hay un punto dónde el consomé ha evaporado por completo y los granos deben ser más suaves que al dente, el término aplicado a las pastas. El arroz necesita un poco más tiempo de cocción, es entonces que puede darse el socarrat, también llamado torraet; tropicalizando, diría que es como el quemadito de la plancha que algunos pedimos con los tacos de bisteck, esa inyección de colesterol tan deliciosa, tan asesina. Es un tema entre los amantes del arroz eso de presumir la base del sartén con un característico tostado, caramelizado podría decir, sin llegar a estar quemado; ni tan-tan, ni muy-muy.
Ser anfitrión de un grupo de amigos que retan el status quo social de evadir temas como la política, religión, filosofía o fútbol, siempre termina en reflexión. Dando bandazos en una mesa redonda desde la NASA hasta el centro histórico de Saltillo, del Sol del Norte a Vanguardia, de Vega Sicilia a Doña Pola, del liberalismo al estatismo y de Arjona a Benedetti, también aparecen los temas personales, familiares y laborales, siempre abarcados desde un plano conceptual antes que testimonial: si alguien nos platica de la pérdida del diente de su hijo, él mismo zanjará el tema con algo parecido a La persistencia de la memoria, no con los honorarios del dentista o los atributos de su recepcionista. Somos como el reparto de la nueva película navideña de Ben Stiller: a nadie apantallan las piruetas, logros y responsabilidades de tu vida personal cuando no conectas con otros; spolier: el personaje de Stiller presume a quien quiera escucharlo los pormenores de su “importante” trabajo, irrelevante para el contexto, intereses y necesidades de quienes le rodean.
El asunto es que, volviendo a la tres de la mañana, observando las etiquetas de botellas, los ceniceros, copas, caballitos y platos sucios, decido recoger un poco antes de ir a la cama. Mientras limpio, imagino y saboreó en la mente la textura y sabor del socarrat, y pienso que, si con la paella salí bien librado con mis invitados, esa costra crocante será una recompensa adicional al intercambio de ideas de hace unos momentos. Si existe un aforismo inglés diciendo que la venganza es un platillo que se sirve frío y nosotros afirmamos que lo que mucho hierve su sabor pierde, entonces, pienso que el agradecimiento es un plato para comerse al tiempo, como el socarrat.
Luego de un buen rato de ires y venires al bote de basura y de fregar trastes, raspo con la pala de madera el fondo de la paellera. Los primeros granos se desprenden con facilidad, pero conforme avanzo un poco más, el arroz restante está más y más adherido al hierro fundido. Paso los siguientes cuatro minutos peleando con utensilios de cocina, haciendo más ruido que adolescente con batería nueva y pienso que los vecinos me han de odiar, pero apenas me voy poniendo a mano con sus jueves de carne asada y música de banda.
Completo más o menos medio plato de socarrat. Mañana, no le aunque sea un día feriado, pesará la malpasada. A estas alturas de la noche y de la vida (¿o es que va siendo de día?), poco importa el maridaje, y me sirvo un buen mezcal; con el paso de las horas, de los días y los años, hay un punto sin retorno donde el gusto se acomoda, no a aquello del deber ser, sino al lúdico placer.
Aparece por la lavandería el afroamericano (en realidad, se llama Negro, pero por aquello de la corrección política, inclusión y todas esas banderitas de actualidad, aquí he de llamarle afroamericano), el gato que se parece a mí: ojos verdes y siete vidas en una sola venida al mundo. Maúlla, ronronea y pasea por mis chamorros. El sol se abre paso entre las persianas. Termino mi plato, apuro el mezcal y le sirvo agua con sus croquetas, o cómo sea que se llame la comida a granel para gatos.
Me voy a dormir. Y sueño con socarrat, con esa costra adherida, que, sin ser plato principal, es igualmente apreciada, tal vez por su brevedad, o quizá por su sabor, por brindar con los amigos, o por sentirme con vida.
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