El pésame más difícil

 Publicado el 27 de febrero de 2022 en Saltillo 360, de Vanguardia. 



Estoy en la fila para dar el pésame y me siento terrible.

No es que seamos muy cercanos. Compartimos una responsabilidad en el pasado y entablamos algún tipo de conexión. Él ignora el nombre de mis hijos y yo apenas me he enterado cómo se llamaba su primogénito. Pienso que para considerarse amigo hay que conocer los nombres de hijos, hermanos o padres de la otra persona, y viceversa.

Pero no es necesario ser amigo para encontrar afinidad y sentir las alegrías y desgracias de los demás. La atmósfera del lugar es muy densa, triste y melancólica. Cómo no serlo si se está despidiendo a un joven que un par de días atrás gozaba de salud. Mi pesar tiene dos lados, ambos de una tristeza tremenda: la obviedad del infortunio por la corta vida del difunto… y una plática que tuve con su padre.

La fila donde me encuentro se mueve con más lentitud a las otras. Madre, padre y hermanos reciben las condolencias de todos. Cualquier palabra sobra, una mirada y un sincero abrazo es todo lo que se puede hacer en estos casos. Abuelos, primos y compañeros de escuela son la extensión de un drama que nadie debería sufrir.

Hay cuatro personas delante de mí, somos los últimos en espera. Las otras filas se han deshecho. Nunca fue más atinada la palabra deshecho en una retórica. Quien está ahora con el doliente papá debe ser alguien muy cercano porque le habla mucho, con enorme fortaleza y con cierta autoridad. Escucho apagados sollozos provenientes desde cada punto cardinal del templo, pero allá adelante ya no hay más lágrimas, parece que se han secado. No sé si las lágrimas requieren de un tiempo para generarse o si el metabolismo las recupera continuamente.

La fila se acorta. Vienen a mi mente las cosas que hicimos juntos: trámites y proyectos, decisiones colegiadas, organizamos eventos, algunas charlas amenas y una conversación profunda. Esa conversación me está doliendo bastante. Sobre las escalinatas que van al altar, observo la fotografía de un sonriente muchacho con un porvenir glorioso.

Ya solo queda una mujer antes de mi. En los pocos segundos que mide un abrazo y tres palabras, repaso toda la doctrina recibida durante la niñez, los cuestionamientos de mi juventud y las lecturas de mi edad adulta. La mujer se despide por un lado y quedo solo, frente a él.

 

Nos miramos a los ojos. Y en lugar de llorar el, son mis ojos los que se anegan. No puedo dejar de pensar en aquella plática de filosofía, ciencia y religión: un intercambio de puntos de vista donde la argumentación fue para exponer perspectivas sin el ánimo de controlar, convencer o pontificar, un ir y venir de creencias y raciocinios, un peloteo entre la fe y los datos duros. Es por ello que me entristece hasta los huesos saber que este hombre, padre y esposo, no cree que exista algo luego de esta vida, y que cuando aquí se acaba, ya no hay nada más después. Espero que esté equivocado; y es que, por ambos, me duele tanto pensar como él.

Lo abrazo como nunca había abrazado a alguien en un funeral. Me despido con una frase hueca, y regreso cabizbajo, con el corazón molido y la conciencia frustrada. 




Super Bowl LVI para no iniciados

 

Publicado el 13 de febrero de 2022

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Existen dos tipos de personas: las que siempre quieren estar del lado del ganador, y las que se inclinan a apoyar a los desfavorecidos (underdogs en jerga competitiva).


So pena de perder lectores hiriendo susceptibilidades, diré que los primeros son aquellos que le van al América, votan por el partido en el poder, y toman café con leche; mientras los segundos son los que prefieren películas como Karate Kid, le apuestan al TRI contra Alemania, y defienden al compañero de menor jerarquía de la organización en cualquier caso y circunstancia.


Este domingo no hay tal enfrentamiento. Hoy no veremos caer a un Goliath. El duelo de hoy enfrenta a un par de Davides disputando un campeonato que nadie pudo prever. Pero quizá ahí encontremos el filo interesante de una final que levanta poca expectativa dado el nulo palmarés de sus protagonistas en lo individual.


Pero… momento. Cuando digo que las estrellas de hoy no han ganado, me refiero a un Super Bowl dentro de la NFL. Un vistazo a sus hazañas deportivas personales, hace ver los logros de cualquier mortal como un desperdicio de vida. Nombres que escucharás repetir durante la transmisión del partido como Beckham, Donald, Apple y Chase, poco tienen que ver con Chevy, Iphones, el pato de Disney o el novio de Victoria, la ex-Spice Girl. Son atletas que se ganaron a pulso un lugar dentro de uno de los negocios más exigentes del mundo, pertenecen a la élite dentro de sus posiciones, pero no han alcanzado el título.


Y, al fin domingo, como diría Raúl Velasco: aún hay más. Tenemos underdogs dentro de los underdogs.


Uno juega en la posición más infravalorada de este deporte, es el enclenque pateador de los Bengalíes de Cincinnati, Evan McPherson. Si visualizas lo que es un vestidor, gimnasio, sala de juntas, fiestas y demás lugares comunes a los jugadores de fútbol americano, puedes imaginar el lugar que ocupa una persona que por definición, no tiene el físico de sus compañeros. Todos en un equipo saben el nombre de quien levanta más peso, quien salta más alto y quien corre más rápido, pero nadie recuerda el nombre de los pateadores. Pero este novato, viene con récord perfecto en los juegos eliminatorios, luego de una temporada llena de marcas y logros. Sería la historia ideal si su pie decide el partido.


El otro, es un blanquito que reta al status quo jugando de receptor para los Carneros de los Angeles, Cooper Kupp. Te invito a googlear su testimonio de vida, te aseguro que te inspirará él, y su pareja. Kupp lideró la liga en todas las categorías de su posición, algo sorprendente cuando vemos que otros tienen, por cuestiones anatómicas, más capacidad física para ese trabajo.


¿El plato fuerte? Los Quarterbacks. Por un lado verás al joven Joe Burrow, quien luego de una lesión que le truncó su temporada de novato, regresó para vencer a los mejores de su división y conferencia para llegar a esta instancia. En el otro bando estará Matthew Stafford, alguien que juega en la NFL desde hace rato; pero llegó a una de las franquicias más perdedoras en la historia del deporte. Sufrió derrotas durante doce campañas, hasta que la primavera pasada lo canjearon los Carneros, con el único propósito de ser campeones.


Pues bien, sólo queda decidir a quien vamos a apoyar: a los improbables Carneros, que con la experiencia de Stafford, Kupp y Donald salen como favoritos, o a los sorprendentes Bengalíes, quienes juntando a Burrow, McPherson y Chase, apenas suman cuatro temporadas de experiencia. Igual a cada año, te doy mi pronóstico infalible, al cien por ciento: hoy gana el anfitrión.


Ahhhh, olvidaba el dato inútil para apantallar al tío: si, los Rams juegan en su ciudad y su estadio, pero administrativamente, el local es Cincinnati; eso tiene que ver con el lado de las bancas, escoger el uniforme y los vestidores a utilizar…más le vale a los Rams haber instalado un boiler en las regaderas del equipo visitante. La duda entonces es, ¿quién diablos es el anfitrión?

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Nada como la NFL

 

Publicado el 30 de enero de 2022

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Quienes tenemos la memoria (edad debería decir) de haber visto a Terry Bradshaw alzarse con su cuarto trofeo Vince Lombardi, pensábamos que lo habíamos visto todo. Algo similar a quienes presenciaron a Bob Beamon volar casi nueve metros en el estadio de ciudad universitaria, los cien puntos de Wilt Chamberlain en un juego de la NBA o los 56 partidos consecutivos de Joe DiMaggio dando de hit.


Pero aún no se había ido Bradshaw de la NFL cuando llegó Joe Montana. Y volvimos a ser testigos de hazañas que nos parecían irrepetibles. Luego pasó la última década del siglo pasado sin íconos de aquella talla. Pero, mientras las torres gemelas caían en Nueva York, la leyenda de Tom Brady surgía en Nueva Inglaterra. Parece que fue hace siglos, y apenas abarca la carrera del más grande jugador de todos los tiempos…hasta hoy.


Por algo me gusta más la NFL que Hollywood: se han esmerado tanto en la competitividad e igualdad de oportunidades para sus equipos, que los increíbles finales que vemos cada domingo de otoño e invierno, cada nueva temporada o en cada lapso de época, sorprenden por ser historias más entretenidas que lo más elaborado de un guionista de ficción.


¿Viste los partidos del fin de semana anterior? Iniciando el sábado por la tarde para terminar el domingo por la noche, al término de cada juego, pensaba uno que de ahí solo habría cuesta abajo en cuanto a entretenimiento…pero no, las emociones fueron en aumento. Al trepidante triunfo de último segundo de los Bengals le siguió el orquestado y sorprendente regreso de los 49´ers para ganar también en el segundo final; al día siguiente, un mortal Tom Brady pudo remontar nuevamente pero esta vez los Rams avanzaron, no sin antes sufrir para ganar…en el último segundo. Y al final del gran banquete, en un duelo de pistoleros en Kansas City, también en la jugada final del partido, Patrick Mahomes se alzó con la victoria que le permite hoy jugar por cuarto año consecutivo la final de conferencia en su estadio. ¿Pensaba que luego de Bradshaw, Montana y Brady había visto todo? Si así lo pensé, me equivoqué.


Y lo que sigue: sin quitar méritos a nadie, pienso que ni Brady, Montana, Bradshaw, Tiger Woods, Michael Phelps o el rey Pelé, tuvieron frente a sí contrincantes tan completos como los que hoy son una realidad que no sabe uno a cuál irle: Mahomes, Allen, Burrow, Jackson, Herbert, y otros que aun no dan el estirón, prometen un futuro de grandes duelos durante los próximos diez o quince años. Pero, bueno, vamos a lo de hoy:


Cincinnati Bengals en Kansas City Chiefs: Este es el futuro de este deporte. Jóvenes equipos con quarterbacks con actitudes y aptitudes dignas de una final de conferencia (semifinal en otras ligas y disciplinas). Ya tuvieron un cerrado encuentro semanas atrás con un triunfo de Cincinnati. Me parece improbable que se repita algo como lo que vimos en esa ocasión, debe pesarle a los Bengals su inexperiencia en estas instancias. Al QB de Cincinnati lo detuvieron atrás de su línea en nueve ocasiones hace ocho días, es como si vieras a Rocky levantarse una y otra vez para al final salir airoso…y lo hizo, ese es el espíritu de Joe Burrow. Pero la contraparte tiene al mejor jugador de la liga en Mahomes. La defensa de Kansas City es siempre una interrogante, por lo que, si Cincinnati se mantiene cerca en el marcador, puede tener su oportunidad hacia el final, pero como dijo José José: lo dudo.


San Francisco 49´ers en Los Ángeles Rams: Este es un partido de fútbol americano puro. Conjuntos que saben correr el balón y que tienen a su vez grandes defensivas que pueden impedir esto. Esta fórmula ha ido cediendo al entretenimiento de los pases gracias a los cambios de reglas que han adecuado el juego al show business, dando como resultado esa paridad y emoción de la que hablé párrafos arriba. Los Rams se armaron con más estrellas que la vía láctea para ser campeones, cualquier cosa menos, es un fracaso. Los 49´ers estuvieron hace dos años en el Súper Bowl y lo dejaron escapar en el último cuarto; su QB, que para muchas es una cara bonita y para muchos es un jugador muy caro, tiene la última oportunidad de demostrar que puede ser el líder de una franquicia. Este es el tipo de juego que no quieren ver las mamás de los jugadores: muy físico. Si los 49´ers pueden correr bien el balón, van a ganar; pero pienso que los Rams tienen excelentes defensivos que pueden frenar la carrera.


Dato dominguero para apantallar al tío experto: los equipos visitantes tienen marca de 3-0 esta temporada frente a sus anfitriones. Pero aun así, hoy ganan los locales.  

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De Nietzsche, a Strauss, a Kubrick… a ti.

 

Publicado el 24 de octubre de 2021

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Estallé en carcajadas al escuchar a Buzz Ligthyear decir su icónica frase: al infinito, y más allá. Fue como entender un chiste mucho tiempo después de haberlo escuchado. Todo el cine pensó que estaba chiflado.


Era la segunda o tercera película de Toy Story, pero yo no había visto la primera; entonces apenas ahí me enteré de donde venía la consigna que tantas veces escuché decir a Flik, la hormiga de Bichos. Debí ver esa aventura en miniatura unas diecisiete veces en la sala de televisión de mi hogar durante mi primera etapa de paternidad, sin sospechar que lo dicho por Flik, era una alusión a una película más importante de los mismos estudios. Clásico de Disney, clásico del séptimo arte.


Ahí empecé a pensar, cuando entendí la alusión, que existen pocos clichés más desgastados y falsos como decir que quienes se dedican al espectáculo son unos vividores carentes de cultura, ingenio, creatividad y ética de trabajo.


Las deficiencias de un artista en cuanto al estudio geográfico o composición política del mundo se desvanecen ante el conocimiento de partituras, iluminación, géneros literarios y un sinfín de cosas que al común de los mortales nos pasan de noche…es igual a eso que no pone comida sobre la mesa como saber cual es la capital de Suecia, quien te representa en el Congreso, o la diferencia entre un seno y una hipotenusa. Conste, dije hipotenusa, y no hijoeput…


Uno de los mayores deleites de leer, es esa sensación de soberbia cuando observas en una película, serie de televisión o cualquier expresión artística, el guiño que hace su creador hacia lo que has leído. Cualquier filme que escojas hoy en cartelera, se encuentra repleto de esas intertextualidades, referencias, citas, e incluso, plagios hacia otras artes. Igual, reconocer en un libro la apropiación que hace el autor de obras de distintas disciplinas o de cultura general, te hace sentir un poquito menos ignorante.


Canon, podríamos decir también, es cuando un estilo, obra o carrera, está fuertemente influenciada por lo que antes hizo alguien más.


Luego, resulta que los artistas son los mejores promotores de los artistas, cuando apoyan su obra en las creaciones de quienes les precedieron. Y lo mejor para acá nosotros, la racita de bronce, es ponernos a elucubrar cual de las obras superpuestas es la mejor o más trascendente.


Igual a casi todo en esta matraca vida, es un ejercicio estéril, pero de lo más entretenido. Lo mismo saber que la Penélope de Serrat proviene de la Odisea de Homero, o ser testigo en cualquier ámbito o escala del “yo soy tu padre”, así como escuchar Carros de fuego, de Vangelis, o Gonna Fly Now (Rocky) para cualquier evocación artística o paródica de hazañas deportivas.


Y resulta que en ocasiones, reparas en una forma de humildad de aquellos que siendo grandes, se valen de los más grandes, para aspirar a sublimes. Me gusta pensar en eso, en la interminable hebra de iniciar en un decurso de lo nuevo hacia lo viejo, de lo actual a lo pasado, para ir destapando capas de un genio sobre otro genio.


Entonces, empiezas por ver la Odisea del Espacio y ahí apreciar la ópera 30 de Strauss, llamada igual que un libro muy comentado: Así hablaba Zaratustra. Para al final conceder, que el filme de Stanley Kubrick, le dio nueva y mayor audiencia a la obra de Richard Strauss, quien a su vez se inspiró en un libro para todos y para nadie, un tratado de filosofía de un ingenioso alemán, Friedrich Nietzsche.


Y así, si le rascas, encontrarás que no hay película, libro, canción o pintura, por sinsentido que luzca o por genial que parezca, que no tenga un pedacito, un trozo de inspiración, o una directa influencia, de alguna cosa más grande, o por lo menos, más vieja.

cesarelizondov@gmail.com

¿Buena Prensa?

 

Publicado el 12 de septiembre de 2021 en Saltillo 360, de Vanguardia
 

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Atendiéndome en salud he de decirlo: no, no soy ningún santurrón por ser habitual parroquiano en misa. Igual soy asiduo de lugares muy profanos y no me considero el diablo.

 

Ahí ando golpeándome el pecho como gorila, nomás porque un par de curas me dan por mi lado (sin albur, por favor) diciéndome que ahí esta diosito con su retoño, esperando a que me caiga el veinte para regresar al camino que extravié entre la secundaria y el antro, entre Zaratustra y Meursault, entre lo humano y mundano.

 

Pero en fin. Ahí me tienes el domingo pasado, sin NFL en la tele ni trabajo por hacer, matando tiempo y demonios, absorto escuchando misa. Cuando, de repente, algo no me cuadró en el misal.

 

Cita textual de una petición durante la plegaria universal: “Por los gobernantes y los políticos, los responsables de la administración pública, especialmente el Presidente de la República, para que fomenten la concordia, la paz, la justicia, la libertad, el bienestar y la unidad entre todos los ciudadanos”.

 

De forma peyorativa, la gente me llama ortodoxo, pero dime tu, lector, si no es de arrancarse los pelos ese parrafito que toda la iglesia católica recitó sin inmutarse siete días atrás.

 

Olvídate del pejelagarto, ganso o conejo que despacha en palacio nacional, ya no están en discusión sus capacidades. Por una vez, dejemos su cuestionada labor fuera del debate y leamos entre líneas, para lo cual, vale la pena tomar la lupa y enterarnos de lo que dicen las letras chiquitas al último del misal, entre otras cosas: Con aprobación eclesiástica; edita y distribuye: Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C.; se terminó de imprimir ¡el 08 de julio de 2021¡  (los exclamativos son míos).

 

Aprobación eclesiástica. Con eso tenemos para mentar madres. ¿8 de julio? Eso fue un mes después de…las elecciones federales. A mentar más madres. Impreso el 8 de julio, misal del 5 de septiembre, me parece mucho tiempo entre impresión y publicación, en especial para una religión que cacarea de milagros en un lapso de tres días.

 

No sé tú, pero siempre entendí que la tropicalización de contenidos querría decir adecuar al público el qué y el cómo se dice. De manera que, estuvimos de acuerdo en que parecían huecas las peticiones del tipo certamen de belleza en el sentido de acabar con el hambre y que la paz reinase en cada rincón del planeta. Así pues, perfecto, si estamos bien madreados aquisito, mejor preferimos rogar por el entorno inmediato antes de arreglar el universo. Bien hasta ahí.

 

Entonces, muy bien y muy aplaudido que la Iglesia nos ponga a pedir por los problemas que nos aquejan a unos y otros mexicanos. Pero, que politicen un misal en donde existe la bendición eclesiástica para que se publique y fomente la señalización personalísima de un gobernante, eso, para mí, es muy, muy salido de la razón…o de la prenda que rima con eso. Amén.

cesarelizondov@gmail.com

Desenredando el sedal

 Publicado el 05 de septiembre en Saltillo 360, de Vanguardia.


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El regreso de pescar era con las manos vacías, pero jamás le di importancia. Tuve la fortuna de convivir con mis niños durante su infancia en esos momentos tan apreciados entre padres e hijos varones. Puedes descubrir en esta práctica una imperceptible fisura cuando había una madre y dos niñas en la familia nuclear, o puedes entenderlo como un fortalecimiento de la convivencia masculina entre quienes, por rezagos culturales, se relacionan de formas más disciplinarias que fraternales.    


En paralelo, creyente del psicoanálisis como medida preventiva de entendimiento y de las enseñanzas religiosas como una propuesta de conducta y espiritualidad para los hijos, fue normal el acercamiento con psicólogos laicos y guías espirituales de mi religión. De la introspección a que ambas formas de pensamiento te llevan, terminé por entender que la basura adquirida por un adulto en su manera de ver el mundo nada tenía que hacer ante la claridad de un par de niños en su entender de la vida. Buscando encauzar a mis hijos por una ruta alterna a la saturada de falsos caminos, mis mentores insistieron en el error generacional de moldear mentes o espíritus nuevos, a las aberraciones de un entorno maquillado. Todo está dentro de los pensamientos, diría un psicólogo, todo está dentro de los sentimientos, opinaría el sacerdote. Ambos coincidían en que a todos puedes engañar, menos a ti. La conciencia, diría yo. El corazón y el cerebro, es la materialización poética de lo expuesto por religiones y ciencias; su híbrido, la conciencia, es pura abstracción, sin retórica ni flores.


En las escapadas a pescar había una persona ajena a la familia: un pescador. Ante mis carencias técnicas, intelectuales, prácticas y materiales, siempre encontré un guía con vastos conocimientos y equipo para ayudarnos. Igual desde un muelle al norte de la frontera de Matamoros sentados sobre una hielera, o cuando en una panga nos asomamos al golfo de México, o cuando nos adentramos al lujo dentro de un yatecito en el océano pacífico, siempre estuvo con nosotros un sigiloso testigo cuyas palabras y acciones se limitaban a las cuestiones de pesca.


Andar más de uno pescando en un mismo sitio garantiza una cosa: que se enreden los sedales. Empezaba uno recogiendo su línea con la duda inicial de traer alguna presa enganchada o saber que se había enredado con otro; a los tirones iniciales venía la desilusión al descubrir que el compañero de al lado respondía a los mismos jalones. A veces me enredaba con el menor de mis hijos, otras veces era con el mayor; en ocasiones se enredaban entre ellos dos y seguido, alguien terminaba peleando con el sedal del pescador. Ya imaginas que, en bastantes ocasiones, padre y ambos hijos tirábamos frenéticos al mismo tiempo de la caña, sólo para descubrir que todos estábamos hechos nudos. Paciencia, buena vista y hábiles manos son requisitos básicos para desenredar los sedales; pero suele ocurrir que el nudo sea tan obstinado, que haya que cortar el sedal sacrificando aparejos y demás.


Pasa también que un pescador termina con el sedal enredado entre cosas ajenas a sus acompañantes: ramas, rocas, redes, boyas, anclas y hasta con un motor de lancha tocó enfrentarnos. Al principio, el guía desmarañaba las líneas, más tarde fui yo el encargado de hacerlo, para después dejar que los muchachos lo hicieran.


Digo sin faltar a la verdad que pasamos más horas desenredando nudos que sacando peces del agua. El tiempo observando la tensión de los sedales a la espera de verlos restirados por la mordida de un pez, era un espacio de silencios prolongados. Pero puedo decir también, que cuando alguno pescaba, los demás dejábamos nuestras cañas para disfrutar y celebrarle la hazaña. Y devolvíamos el pez al agua.


Luego, regreso a la realidad. Entre el mundano parlar citadino que mucho grita y nada dice, se extrañaban los silencios de la pesca dónde tanto nos escuchábamos. Nos encerrábamos cada uno en su vida y en su mundo, a sumergirnos de nuevo en la vorágine que tanto exige de apariencia y poco muestra de conciencia. Y luchaba cada quien ante sus retos; apegados al libreto de una incierta civilización: desenredando las cosas y tironeando sin saber si algo bueno viene en el anzuelo, o es sólo que nuestros intereses y roles, nuestras edades y humores, se han liado con los de alguien más.


Así los años pasaron, con las idas a pescar y regresos a estudiar o trabajar, con momentos de reír y episodios de llorar, con subidas y bajadas, bailando y siendo bailados. 


Hasta que un día sentado frente al televisor mirando no sé qué cosa, sin siquiera esperar a los comerciales, instintivamente abrí mis manos para observarlas. Y, robándole al poeta el verso, vi que ambas estaban vacías, pobladas de cicatrices. Entonces caí en cuenta de haber gastado media vida desenredando los nudos. Y entendí a aquellos psicólogos y párrocos: quizá las manos estén vacías, pero la vida está llena.

cesarelizondov@gmail.com




Pasaporte

 Publicado el 01 de agosto de 2021 en Saltillo 360, de Vanguardia. 


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Supongo que así es la vida: justo cuando los hijos alcanzaron edad para realizar por si mismos toda la tramitología exigida por el mundo, fue mi madre quien requirió mi asistencia para renovar su pasaporte.

No es que no se valga por si misma, es que necesitó un buen chófer para llegar hasta la oficina de Torreón. Aproveché el viajecito para sacar también el mío.

He de decirlo: no cupo el cliché de la oficina burocrática donde nadie quiere atenderte y todos lucen mal encarados; no señor, en este país hemos superado esa cultura y cada vez es más común encontrar funcionarios serviciales y bien capacitados. Bravo por eso.

Al final de todo el proceso, mi nuevo pasaporte estuvo listo en la ventanilla dieciséis. Me pidieron checar bien todos los datos y así lo hice. Nombres, fechas y demás cosas estaban correctas en lo técnico y ortográfico, pero reparé en un detalle que detonó en mi zona emocional: una lejana fecha de vencimiento, quince años más adelante, supone que tendré en esa época la misma edad que tenía mi padre cuando viajó al más allá.

—¡No mames¡— me escuché decir-

—¿Qué dijo?— contestó el funcionario de la ventanilla.

—Perdón, era para mí. Todo esta correcto—

Perforó mi antiguo pasaporte y me hizo entrega de ambos. Salí de ahí un poco más avejentado de como llegué.

Casi trescientos kilómetros y cuatro horas más tarde, intentaba trabajar frente a la computadora. Pero mi mente orbitaba en otras dimensiones.

Tomé del escritorio ambos pasaportes. Empecé a hojear el cancelado. No tiene tantos sellos como lo hubiera querido, pero pasé unos minutos observando fechas y aduanas. Me hizo gracia recordar algunos sellos que no implican la entrada a países, sino a sitios turísticos; mi compadre dice que esos sellos de parques nacionales o temáticos son un pendejo souvenir, yo pienso que son un afortunado y nostálgico recuerdo.

Sonreí al recordar el momento exacto de un cambio de año, a las doce de la noche, esperando a mi hijo afuera de un sanitario móvil. Miles de personas a mi alrededor corearon en regresión del diez al uno, para darse de besos y abrazos, mientras yo permanecí solitario en medio de la vorágine de aquella multitud, esperando a que terminara lo que él hacía. Volví a reclamarle a un abusón taxista que jamás entendió lo que significa el tiempo perdido cuando andas de vacaciones. Escuché las grandes plumas del cóndor en su resistencia al viento, e hice gestos ante lo fuerte del pisco, vi cómo mis Raiders se acostumbraron a perder en cualquier país y estadio, y conocí el gran cañón. Sin ser de espalda mojada, mi viejo pasaporte también valió para intentar otro oficio.

Después, miré el nuevo documento. Parece fecha maldita, como un plazo perentorio, como calendario maya que termina así de pronto. ¿Será mi último pasaporte? ¿Volveré a hacer este trámite? En la duración de vida, ¿Sobreviviré a mi padre o moriré antes que él? Que pensamiento tan loco, ni Epicuro ni Platón tuvieron este dilema.

Empecé a hojearlo. La de cosas que uno encuentra: treinta y dos páginas dedicadas, una para cada Estado de la república, de las cuales, veintinueve están en blanco. Ha de existir un porqué, pero no entiendo esa lógica porque para visitar Tlaxcala, Nayarit o lo que sea, no ocupas que te lo sellen. Pero la reflexión no es esa.

El asunto es que, al tener una certeza, la única que hay en la vida, no tiene caso pensar en la fecha de la muerte. Por eso mejor me ocupo de seguirle taloneando, de seguir haciendo planes y culturizarme un poco, para llenar ese libro, de veintinueve hojas blancas. 


cesarelizondov@gmial.com




Fátima previo al día de la madre

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Este niño no sabe lo que busca, pero espera encontrarlo en misa. Observa, por primera vez en su vida, una forma de peregrinaje de una figura familiar para él, es la Virgen de Fátima. Hecha de algún tipo de yeso o resina, es llevada sobre una base de maderos que a su vez descansan sobre los hombros de cuatro religiosos.


Entran por uno de los accesos laterales del templo, y serpentean por todos los pasillos para que la feligresía tenga una cercanía física con la figura, o lo que esta signifique. De fondo, un coro canta “13 de mayo” mientras todos levantan una vela durante el estribillo; así como lo has visto en los conciertos dentro de los estadios. Experimenta una desilusión cuando pasan a un par de metros de su lugar, porque la virgen tiene su cabeza ladeada hacia abajo y hacia su derecha, y la banca donde él se encuentra, quedó en el costado izquierdo, de modo que sus miradas no se cruzan.


Termina la peregrinación en la parte baja y el sacerdote la entrona a un lado del altar. Ahí estará durante toda la semana para conmemorar un aniversario más de su aparición hace poco más de cien años.


El niño, observa que los ojos de la figura han quedado viendo en dirección al centro del templo, hacia abajo, entre los escalones del altar y la primera fila de butacas. Entonces, planea algo:


Estando situado en la parte central, sabe que le tocaría comulgar por el pasillo de en medio, justo para recibir la comunión y buscar en la mirada de ella ese algo que le falta, luego de tomar la hostia. Pero, dada su naturaleza pecadora, no esta posibilitado para recibir a Cristo.


Trata de recordar cualquier tipo de autoconfesión válida. Aunque algunas formas le vienen a la mente, siente que de todas maneras, estará faltando a lo que le enseñaron en el catecismo. En esos pensamientos se le va parte de la hora sin mayores sentimientos, hasta que en el momento de la ofrendas, entonan en vivo, al estilo operístico, la canción a tres manos de Dani Martín, “Que bonita la vida”. Con eso, además de desprenderse de los únicos veinte pesos en sus bolsillos, se siente limpio por dentro, listo para lo que venga.


Hacia el final, bendita pandemia, el Padre se saca de la manga una absolución para todos a fin de que nadie se quede sin comulgar. El niño sonríe desde adentro, ya no hay necesidad de trucos ni dudosas justificantes.


Espera, paciente, a que las filas delanteras vayan descendiendo por el pasillo. Toma su lugar cuando casi todos han regresado a sus reclinatorios. Se aplica del gel antibacterial que le ofrecen en la hilera, y mientras sus pasos se acercan al sacerdote, su vista está clavada en la virgen, así como Jesús a la cruz. Pero desde ahí, ella parece mirar al suelo; tiene que acercarse más para cruzar las miradas. Se quita el cubrebocas, coloca su mano izquierda sobre la derecha con las palmas hacia arriba. Cuando el Padre coloca la hostia en esa mano y le llama por su nombre, se sorprende por el gesto y voltea a verlo a los ojos, y se olvida de la virgen. Se lleva la hostia a la boca y regresa a su lugar.


Hincado, se da cuenta de que olvidó hacer el contacto visual con la virgen allá abajo, se siente un poco desolado. Mal que bien, como siempre, pide, ofrece y promete en la misma posición. Pero no deja de pensar en la mirada que olvidó buscar cuando tuvo el momento.


En los avisos finales, Chuy Pedro anuncia las festividades de la semana en la parroquia. Y cuando hace mención del día de la madre, al niño le cae algo de zopetón: una madre no espera a la mirada del hijo, y aunque este se olvide de mirarla, ella siempre estará mirándole cuando pase enfrente de ella.


El hombre se levantó, y salió de misa con la seguridad de tener, por lo menos, dos madres que lo miran y se ocupan de él, aunque la mirada de él se encuentre en otra parte. 

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Amigos

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Avanzas por la vida sin saber a dónde te llevará la siguiente encrucijada. Y terminas por llegar a los lugares comunes, a donde algunos acuden, a refugiarte en lo cierto… o en lo que otros dan por cierto.

Cansado del trajinar de las épocas actuales, llegó un momento en el que hube de enconcharme para tratar de escuchar. No pude escuchar muy bien, pero no fue por el ruido que podría acusar afuera, fue por el pobre bagaje que habitaba en mi interior. ¿Qué se le dice al espejo al confrontar el vacío?

Empecé a buscar respuestas en superfluos alternativos a los ya probados. Enseguida me di cuenta de que un período de prueba es suficiente para hartarse del streaming, que el trabajo rutinario no da el ancho para hacer frente al absurdo, que la barra en la cantina tiene tanto de real cómo fábula de Esopo, y del deporte ni hablar, ya no busca adrenalina el que a diario la transpira.

Entonces me puse a leer. No pudo ser más revelador ese ejercicio: pronto estaba de visita en fantásticos lugares, fui testigo del carácter de increíbles personajes, pude ver la artesanía que cuida de los detalles en las tramas más complejas, me sorprendieron con giros que no hubiera imaginado, fui leyendo sin cansancio ante el ritmo cadencioso de la prosa bien escrita, me quedé maravillado por magníficos finales. Lecciones para la vida, aprendizaje sin aula, o la simpleza del gozo de un relato bien contado.

Sin que ellos lo sospecharan, me hice amigo de escritores. En afán de conocerlos, apliqué alquimia barata consultando sus perfiles. Terminé escuchando a Arreola, me gustó la irreverencia de un gringo llamado Wallace, la magia de García Márquez, la erudición bien plasmada del Borges jamás premiado. En sentido figurado, me enamoré de Nettel, de Luiselli y otras damas.

Sin distinguir por estilos, épocas o demás, en cada una de sus obras distintas voces fluyeron. Unos muertos y otros vivos, del Cementerio de Reyes a la ciudad de New York, de temas algo pasados o corte contemporáneo. A cada párrafo y línea, como la roca al cincel o al incesante goteo, mi desconsuelo cedió.

Sentí que todos me hablaban como se le habla a un amigo. Sentí que bajo sus letras mis carencias eran pocas, sentí que con sus novelas podría escapar de la mía. Sentí que ellos me invitaban a sumergirme en sus mundos. Sentí que eran mis amigos. Y de pronto, comprendí:

Los amigos no sólo hablan, también saben escuchar. Ni en monólogos ni escritos encuentra uno la amistad, es calle de dos sentidos, uno viene y otro va, uno dice y otro calla en ese diálogo alterno POR donde corre la estima. No han de ser los soliloquios de un extraño en tu cabeza donde surgen los afectos.

Por ello siempre el regreso con esa clase de amigos que gozan de buen oído: los de la copa y la broma, los del abrazo y el canto, sin antifaz en el rostro ni la postura pedante, los que con silencios te hablan, los que escuchan y confrontan. Los que hablan poco y espeso, y lo que es más importante, que callan para escuchar.  

cesarelizondov@gmail.com

https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-amigos

Pepe le Pew

 Léelo también en Infonor.

No entiendo esos silogismos: si ves la caricatura del zorrillo enamorado, entonces te convertirás en acosador sexual. ¿Es en serio?

 Contemporáneos míos son quienes gobiernan municipios, estados y países; igual los sacerdotes y capitanes de empresa, líderes de opinión, docentes y comunicadores. Todos ellos crecieron viendo a Pepe Le Pew, y, supongo por el silogismo, que aquellos que vienen censurando hasta los catálogos de Disney, tendrán sus oscuras historias bien guardadas; de otra manera no entiendo su postura de dioses pensando que, si ellos fueron inmunes a las depravadas formas del zorrillo, no podrán serlo otras personas.

¿Tu piensas que el modelo familiar de la actualidad tiene que ver con que Doña Florinda era madre soltera? ¿piensas que el mal pagador lo es por culpa de Don Ramón? ¿la obesidad nos viene de Ñoño? ¿la homofobia se debe a que antes no había diversidad sexual en los contenidos? ¿el racismo lo inventó la televisión?

Así no funciona el ser humano: no veo a mis hermanas de restauranteras porque jugaban a hacer de comer, ni mis vecinas se embarazaron de catorce años por cambiarle el pañal a sus muñecas. No me convertí en Pelé por andar de vago tras la pelota, ni aquel monaguillo fue cura por ayudarle a Usabiaga.

Ese reduccionismo con el que la censura pretende acotar otro tantito nuestro libre albedrío, es tan retorcido como pensar que, si un niño juega con el muñeco de acción G.I. Joe, será porque físicamente le atraen los hombres, de lo contrario jugaría con una Barbie. El argumento tiene lógica, pero es tan reduccionista como aberrante.

Parece mentira y exageración, pero si puedes imaginar un hilo conductor donde el uno precede al dos, esta corrección política que hoy padecemos hasta en los nombres de franquicias deportivas, terminará por destruir la muralla china, las pirámides de Egipto y cualquier otro indicio de esclavitud, sometimiento y explotación que el ser humano haya perpetrado en el pasado. Estarás de acuerdo conmigo en que, hay que ser muy inocente para pensar que Chichén Itzá se construyó con buena vibra, incentivos culturales o liderazgo político.

Y del dos sigue el tres: a rasurar el Louvre y todos los museos del mundo. Que no quede obra con tintes de cualquier forma de desviación o abuso en que la humanidad haya incurrido. Le seguimos con los libros y con todo. Borramos todo vestigio de lo que nos trajo hasta aquí como especie.

Al final, nos pegamos un tiro en la cabeza porque no pudimos ser perfectos, porque nos avergonzamos de haber evolucionado, porque no nos gusta nuestro pasado. Y porque resulta más sencillo y más barato censurar, que educar.

cesarelizondov@gmail.com

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Una historia de béisbol, que no trata sobre béisbol

 Léelo en Saltillo 360, de Vanguardia.

Perdón por el anglicismo, pero no hay otro modo que le dé sentido a la historia. El más valioso puede ser aquel que conecta el hit, pero el traje de héroe lo porta quien anota la carrera del triunfo. Así que, con la suficiencia propia de quien sabe lo que hace, salí del dogout con paso firme para hablar con mi manager. Era de noche y el calor era mucho tras una larga sequía en la ciudad, causa de estragos en el clima y en el árido suelo de mi tierra.

—Creo que yo debo correr en segunda. Soy el más rápido del equipo y, además, soy el único disponible en la banca para entrar como emergente.

—No sé— me contestó Gerardo — El Güero dio un buen batazo para embasarse. Nos puso en posición de ganar el partido y me parece injusto sacarlo en este momento.

—Injusto será perder si el Zurdo conecta otro hit y el Güero no alcanza a llegar hasta home—argumenté.

—Ok. Vamos a ver qué dice— En seguida, pidió tiempo al ampáyer para proponer el cambio.

Cerrábamos la última entrada perdiendo por una carrera. Las bases estaban llenas, había dos outs en la pizarra y tocaba el turno a nuestro mejor bateador. Un escenario ideal para dejar en el terreno al contrario.

En tantos años especializado en compras, no recuerdo una negociación tan complicada como esa con el Güero, sobre la almohadilla de la segunda base. Él sentía que su velocidad era suficiente para llegar hasta el home si el Zurdo conectaba de hit. Yo había convencido al manager de que sólo yo era capaz de anotar con un sencillo. En una discusión bastante álgida si tomas en cuenta la división botana en la que participamos, al final prevaleció mi petición, y se realizó el cambio de corredor.

Ahí estaba yo sobre la segunda base como niñato heredero, con la adrenalina disparada en mi organismo. Comprobando la textura del piso, arrastrando los pies hacia atrás como hace el toro de lidia con sus pezuñas; haciendo sentadillas entre uno y otro lanzamiento del pitcher, estirando brazos y piernas, levantando el mentón y alargando el cuello hacia atrás y hacia los lados, como si pescuezo y quijada influyeran en la velocidad; amagando con mis arrancones a un cátcher despreocupado de mí, porque sabía que a ningún lado podría llegar sin el tablazo oportuno de mi compañero. En una repetida sucesión de las anteriores estampas se llenó la cuenta: tres bolas y dos strikes.

En este juego, tener las cuentas y bases llenas es una situación que obliga a salir corriendo: al siguiente lanzamiento, no se necesita observar hacia dónde va la pelota, ni a cuanta altura, ni nada. O pasa la cuarta bola y todos avanzamos caminando, o ponchan al bateador y se termina la entrada, o da cualquier tipo de batazo y no hay más opción que arrancar a máxima velocidad buscando llegar a la siguiente base…y más allá, diría Buzz. Pero tampoco era que debiera llegar hasta home. Si el batazo no era lo bastante profundo, con llegar hasta tercera estaríamos empatados y con el triunfo a la mano. Pero…mi vida está llena de peros.

Lo he escrito antes sin rubor ni disimulo: soy entusiasta villamelón para casi todo, pero tampoco soy desentendido. Entonces, al observar el contacto del pitcher con la placa en su windup, me dispuse a correr. Vi la pelota viajar hacia el bateador, y distinguí el instinto asesino entre sus ojos. Despegué. Escuché ese inconfundible plockkk, seco, que te suena a poesía cuando bateas y a fusil al defender. Alcancé a ver el batazo con buena altura, era una línea por encima del primera base. Fue perfecto. Clásico de un zurdo.

Encarrerado, no sé por qué quise ver donde caía la pelota en lugar de mirar hacia el frente, allá donde, con la mímica del brazo dibujando grandes círculos, alguien me gritaba que me siguiera corriendo hasta el home. En ese instante, sentí que mis piernas se enredaron. Las leyes de la física son más implacables que las jurídicas: ahí me tienes volando por los aires en una catapulta resultante de peso, velocidad, y estupidez. El heroico clavado que debió ser en home ante un angustiado cátcher, terminó en estrepitoso desastre a los pies del short stop, envuelto en una polvareda digna de baile ranchero. Fui puesto out, forzado en tercera. Fin del juego.

Al bajar la polvareda, sin aquella suficiencia mis ojos voltearon hacia el dogout, y me encontré con ese microcosmos presente en cada grupo y equipo mexicano: ahí estaban el Güero y el Negro, el Zurdo y el Colorado, el Chaparro y el Pirruris, el Profesor y el Doctor. Cada uno me miraba como si hubiera perdido la urna con las cenizas de su madre. Nunca en la vida sentí más deseos de llegar a home.

cesarelizondov@gmail.com

https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-una-historia-de-beisbol-que-no-trata-de-beisbol

Rumbo al Super Bowl LV: los nihilistas

 Léelo también en Saltillo 360, de Vanguradia

Mi socio no podía creerlo: distinto a lo conocido por el comercio de antaño, desde el día de la inauguración hubo ventas espectaculares, el primer mes terminamos por arriba del punto de equilibrio y al finalizar el ejercicio fiscal la inversión fue recuperada. Por supuesto, los beneficios son proporcionales al tamaño de la inversión y riesgo…igual las pérdidas.

Un proyecto de ese tipo puso a los Bucaneros de Tampa Bay en el juego de hoy: apostaron por el aquí y ahora contratando a Tom Brady durante el receso de temporada. Hasta el amanecer de este domingo, el cálculo les ha salido bien. ¿Saldrán victoriosos hoy para validar su estrategia?

Mi socio tampoco puede creer esto: toda mi vida profesional trabajando en el mismo giro. Con la mira puesta en el largo plazo, se la lleva uno de tropezón en tropezón intercalando dos pasos para adelante con un pasito pa´tras…mientras otros avanzan a grandes zancadas.

Algo así es el caso de los Jefes de Kansas City: luego de construir desde sus cimientos un gran equipo, en 2020 firmaron el contrato más grande en la historia del deporte (recién superado por Messi) con su quarterback Patrick Mahomes. Todo con miras a dominar a la NFL durante el resto de la década. Están listos para cosechar más frutos en el cortísimo plazo, tan pronto como hoy. ¿Una caída hoy les aleja de su objetivo a largo plazo?

Entonces, ¿qué esperar en este duelo? Enseguida comparto contigo algunos datos inútiles distintos a lo que hayas escuchado previo al Super Bowl LV. Como es costumbre, al final de la columna te espera una recompensa si terminas de leer: un pronóstico lógico y contundente para saber quién terminará campeón esta noche.

-Nunca, en sus infinitas apariciones previas en un Super Bowl, el equipo de Brady ha anotado un touchdown durante el primer cuarto de acción. Similar a un auto clásico, necesita entrar en calor para funcionar al cien. ¿Alcanzará la zona prometida antes de finalizar la primera parte del reloj de juego?

-En cuatro de sus últimos cinco partidos eliminatorios, los Jefes han remontado desventajas de 24, diez, diez, y nueve puntos. Son un conjunto impuesto a levantarse. ¿Necesitarán de un épico regreso hoy? Si en algún momento parecen acabados, evítate el ridículo de darlos por muertos cobrando apuestas prematuramente.

-En 54 ediciones anteriores, sólo en cuatro ocasiones alguien ha derrotado a un quarterback que defiende la corona. El último en lograrlo fue…Brady, seis años atrás.  Hoy Mahomes defiende su título. ¿Ganará el campeón actual o el retador?

-Ningún equipo ha terminado un Super Bowl sin anotar puntos. ¿Veremos esa “primera vez”? No.

-Los Bucaneros buscan empatar a los Ravens con la mejor marca porcentual en Super Bowl (2-0); esto es, el mayor número de victorias con la etiqueta de invicto. Mientras tanto, Kansas City quiere llevar su marca en el gran juego a 3-1; en su defecto, cae al patético .500 de porcentaje. ¿Es en verdad mejor un breve historial sin derrotas que una larga tradición con victorias y reveses?

Todos los datos anteriores resultan absurdos una vez que escuchamos el silbatazo inicial. Ya conoces mi postura: en un improbable encuentro sin intercambios de balón, las estadísticas (no es lo mismo que Las Vegas) indican la supremacía de Kansas City. Pero si algo hemos observado en cada viaje de Tom Brady a estas instancias, es que sus nueve partidos previos se han decidido hasta bien entrado el último cuarto, ninguno ha sido un aburrido espectáculo.

Va el pronóstico infalible, copiado de quién sí sabe: Marv Levy es el único entrenador que perdió cuatro veces consecutivas en este partido, su vasta experiencia en caer de todas las formas posibles le dotó de humildad y de la lógica más sublime. Su dicho más o menos es este: al final, cualquier estadística o desempeño carece de importancia, sólo hay un parámetro que acierta con exactitud quién gana y quién pierde, y esta medida es el marcador final. Aquel que anote más puntos, gana.

Todo lo demás, a nadie le importa; porque, de hecho, no importa. 

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