Publicado el 30 de Agosto de 2006
Empecé a escuchar las cortinas metálicas de los vecinos cerrarse, me pareció raro ya que apenas pasaba de la una de la tarde, no era hora de cerrar aún. Escuche ruidos y salí de mi trabajo a ver que sucedía, venían manifestándose un centenar de jóvenes en pleno centro de la ciudad.
Empecé a escuchar las cortinas metálicas de los vecinos cerrarse, me pareció raro ya que apenas pasaba de la una de la tarde, no era hora de cerrar aún. Escuche ruidos y salí de mi trabajo a ver que sucedía, venían manifestándose un centenar de jóvenes en pleno centro de la ciudad.
Pasaron enfrente de mí, sus rostros encapuchados, sus frases y su falta de respeto hacía los niños y damas que presenciaban aquello me hicieron pensar lo triste que es la forma en que los estudiantes son manipulados. Al volverme y ver la cara de miedo que mi esposa y mis empleadas tenían deje de verlos como estudiantes utilizados por algún oscuro interés para percibirlos como una amenaza real a la integridad de las personas que están bajo mi responsabilidad.
Nada más contradictorio que pedir algo sin dar la cara, eso es lo que no podemos soportar los que tenemos la responsabilidad de estampar nuestra firma en una declaración de impuestos ó el nombre en una columna de opinión. Creo que es hora de decir las cosas por su nombre, cuando las mascaras pasan de la forma de actuar a la forma de vestir, hay algo que lo define todo: Poca hombría.
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