léelo en la edición digital de Saltillo 360
Publicado el 08 de marzo de 2020
Por César Elizondo Valdez
¿Debemos ser feministas? ¿O erradicar el machismo? Te
confieso que no alcanzo a comprender a cabalidad de que va la importante fecha
del día de mañana. Lunes nueve de marzo, un movimiento donde las mujeres no se
moverán en protesta por una cultura donde la discriminación hacia ellas ha
escalado hacia el maltrato y la vejación, el sexismo y violación, la
invisibilidad y falta de garantías, hasta llegar al funesto feminicidio,
término que indica el asesinato de un ser humano por el hecho de ser mujer, no
por otra circunstancia.
Habríamos de ser expertos en psicología y antropología
para entender porqué los mexicanos hemos ido unos pasos más allá del resto de
la humanidad en relación al machismo, esa condición que igual brota de una
madre que es comparsa de sus hijitos varones, que de un sacerdote que justifica
el adulterio masculino, o de una cervecería que no concibe sus eventos sin
presencia de edecanes.
Y claro, existen muchos matices entre lo arriba
citado, pero seguro has escuchado aquello de “encierren a sus gallinas que mi gallito
anda suelto”, o “si se lo dieras en casa no buscaría nada afuera”, o también la
consabida de que, en convenciones de trabajo, así como en eventos deportivos se
asegura un éxito cuando hay “atractivo visual”. Y quizás no sea tan claro ese
hilo conductor, pero la dilatación de trabas o usos y costumbres abona un
fértil terreno para que el machismo blanco despliegue sus alas hasta
convertirse en crimen social.
Pero ¿ya te diste cuenta? Me pongo a culpar a todos,
menos a mi mismo, al hombre. Para mí, es fácil señalar a las madres que crían
machos, o a la religión machista, o al vicio que lo fomenta. Pero ¿Qué hay de
mí como varón? ¿A qué hora me hago responsable de mis actos y de mi libre
albedrío? ¿Cuándo voy a ser un Hombre para dejar de ser un machito acomplejado?
Insisto, hay mucha carga antropológica (entendida como
estudio de ciencias sociales y cultura) en nosotros para llegar a ese machismo
que deviene en feminicidio en su parte más extrema. Pero alguna capacidad
intelectual habremos de tener para vencer esos instintos primarios que cuando no
son encausados, evidencían nuestro origen animal.
Por lo pronto, mañana por la mañana seré mudo
espectador de la gesta de las damas. Pero pasado ese día, seré fuerte
partidario de erradicar el machismo. Tengo para eso un buen guía: entre mis
pocos haberes puedo contar un amigo, que, cual caballo de Troya, sin aspavientos
ni gritos va sembrando una conciencia, sin pretender señalar, sin siquiera argumentar,
con ejemplo suma adeptos. ¿Tú te lo puedes creer? Él no ve pornografía, y sabe cómo
negarse a negocios y amistades que contrarían sus creencias. Él habla de
raciocinio por encima del instinto, de la virtud de guardar por arriba de
gozar, de la pareja y los hijos, del respeto a la mujer, no por ser
condescendiente como mirando hacia abajo, es por respeto a la vida, mirando
siempre hacia el frente.
Mañana será otro día, y el día después de mañana, la vida será otra vida.
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