Publicarse el 24 de mayo de 2020
Léelo en la edición digital de Saltillo 360
Publicado el 24 de mayo de 2020
Por César Elizondo Valdez
Para quienes piensan que con las comunicaciones de hoy
nada pasa desapercibido, la distópica historia de Jal Pisarcik ha de parecer
increíble, pero te han repetido el cliché hasta el cansancio: la realidad
supera a la ficción.
¿Te acuerdas? Fue en la semana del Súper Bowl cuando una
televisora habló de contenido borrado de internet y la desaparición de un
acaudalado inversionista inmobiliario. Un video de ochenta y cuatro segundos compartido
originalmente en tiempo real por las redes sociales del hoy desaparecido Pisarcik.
Ahogado en alcohol y quizás algunas sustancias más,
durante la fiesta de año nuevo para recibir el veinte-veinte, el tal Pisarcik
tuvo a bien grabarse con el mar caribe como fondo en el balcón de lo que dijo
él, es el hotel más increíble del mundo.
Y dijo algo más o menos así: que no estaba festejando
la llegada de un nuevo año sino de una nueva civilización. Dijo que ahí, en el
mismo pent-house del hotel, estaba brindando con algunos de sus amigos y otros
agregados, los muchachos más poderosos del mundo, The Boys, fue como se refirió
a ellos.
Explicó que juntos viajaron a principios de año a Ushuaia
y de ahí al Chimborazo, luego en abril estuvieron en Finisterre, y que
finalmente fueron estafados en octubre cuando quisieron conocer las pinturas de
Lascaux y terminaron en un tour guiado dentro de una réplica de las mismas. Se
quejó de que, en todos esos lugares, le pareció que estaba en un mitin político
en lugar de vacacionando.
—¿Acaso debo vacacionar en Punto Nemo para tener privacía?,¿por
qué tengo que alternar con negros, amarillos y latinos cuando quiero divertirme?— preguntó a la cámara de su teléfono el achispado Pisarcik.
—Ya no más— él mismo se respondió.
Y entre frases inaudibles, discurrió algo relacionado
con la fermentación de las uvas y el costo de una barrica de roble francés,
para continuar diciendo que durante los próximos doce meses el mundo se
frenaría. Que ellos mismos alcanzarían a ser beneficiarios de su visión sin
necesidad de esperar generaciones para ver el fruto de los cambios emprendidos,
cuando lo bueno se vuelva inaccesible para las masas y cuando las mesas no
excedan de ocho lugares. Cuando los estadios se achiquen y las distancias se
agranden, cuando los mares sean navegados por yates particulares y ya no por
trasatlánticos abarrotados, cuando en el cielo haya un puñado de Learjets ejecutivos
y en los museos un montón de aviones comerciales, cuando el volumen de ricos y pobres
disminuya, pero la proporción de desigualdad entre las orillas permanezca
inalterable. Cuando las economías colapsen y las leyes de Darwin migren de la
naturaleza a las camas de hospital y se sometan a su mismo postulado para
quedar obsoletas dando el paso definitivo a las leyes de la selección financiera.
Cuando el mundo sea el edén que el progreso se comió, cuando la democracia se
limite a la política estudiantil y nadie busqué democratizar el buen estilo de
vida.
—En menos de doce meses estaré viviendo en la nueva
civilización— dice sonriendo Pisarcik casi para finalizar el video. Y remata:
—Creo que no me alcanzará la vida para ver el mundo reducido a cuatro mil millones de habitantes, pero me conformo con no cruzar mi camino con los más de tres billones— (así lo dice el pendejo)—que por hoy salen sobrando.
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