Miedo

     Publicado el 12 de Octubre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia

 Por supuesto que no tenía miedo. Me sentía a salvo cabalgando aquel negro corcel dando vueltas en el carrusel de la feria de Saltillo a espaldas del parque Francisco I. Madero; mi padre decía que estaba ahí para cuidarme mientras sujetaba mis hombros de manera que yo podía sentir recorrer mi cuerpo la adrenalina del vértigo hasta su clímax en la boca del estómago, siempre con la seguridad de unas manos que estaban listas para servir de malla protectora. Más adelante en mi vida, previo a los partidos de fútbol americano otra sensación se apoderaba de mi abdomen en las horas previas al encuentro al punto de hacer que devolviera el desayuno que mi madre había preparado. Venía el coach Uresti y me recordaba que una vez escuchando el silbatazo inicial, sucedería lo mismo que cada fin de semana: El temor se transformaría en endorfinas y podría disfrutar como siempre el deporte que tanto me apasionaba.

      Son historias que con alguna que otra variable compartimos la mayor parte de los mexicanos. Siempre encontrábamos en los mayores aquella mirada que navegaba entre la sabiduría, la condescendencia, el amor, y un auténtico respeto a la inocencia. Casi universal debe ser la plática de cuando tuvimos roto el corazón y nos dijeron que ese dolor pasaría. Especialmente mi generación escuchó que nuestro pueblo superaba una crisis económica solo para entrar en otra de peores dimensiones. Luego la vida empezó a llevar a cada adulto por senderos más particulares y los miedos serían por deudas impagables, pérdidas de empleo, tropiezos profesionales y conyugales, decesos de familiares y de aventureros amigos, crisis de la edad madura, menopausias y altibajos emocionales.

      Igualmente la figura paterna fue en ocasiones reemplazada por el maestro de escuela, el pastor religioso, el tutor asignado, el comprometido líder político o el siempre sabio abuelo; también durante la juventud, la figura materna era apoyada por las madres de los amigos, las cómplices tías, las instituciones responsables y hasta por la prostituta que además de una historia que contar, tendría el don de saber escuchar y el tiempo para poder hacerlo.

      Siempre nos bastó voltear hacia arriba para encontrar una fraternal mirada que comprendía fundados o falsos temores, y que invariablemente nos decía: “No hay nada nuevo bajo el sol, esto me tocó vivir cuando tenía tu edad y te puedo asegurar que eso que percibes como algo insuperable, mañana será algo que recordarás como una anécdota de tu camino.”

       Y entonces, ¿Porque hoy siento este maldito miedo que nunca antes hube experimentado? ¿Por qué jamás tuve miedo de lo que pasaba en mí y hoy tengo tanto temor por lo que les pasa a 43 jóvenes al otro lado del país? ¿Por qué este paralizante miedo por tanta delincuencia desbocada si no hay nada nuevo bajo el sol? Seguro estoy que nada tiene que ver que mi padre y abuelos hayan muerto, que mis mentores hayan bajado del pedestal o que los líderes de mi nación, del estado o el municipio pertenezcan a mi generación. Tampoco tiene que ver con que mi madre haya dado un paso atrás para respetar las decisiones que como adulto he tomado o a que hoy los mayores se interesen genuinamente en mis apreciaciones. No, este desesperante temor viene de ver que en las mesas de los mexicanos, a la pregunta del niño que busca respuestas a lo que pasa en su país, ya no encuentra quien le diga que esto ya lo habíamos vivido antes y que saldremos adelante…Y la mirada del padre busca la explicación del abuelo, y la vista del abuelo esquiva el cuestionamiento para perderse en una especie de lejano horizonte hacia el pasado, allá donde los mayores siempre tuvieron algo sensato y cierto que responder a su descendencia.  Ese es mi miedo.

cesarelizondov@gmail.com

¿Jugar o Ganar?

   Publicado el 05 de Octubre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia.

     A los doce años era como si ahí resolviera mi destino y la decisión estaba tomada…Pero no contaba con una cosa. Era un niño entrando a la adolescencia a quien le apasionaba el fútbol americano y durante la mitad de mi vida había sido el jugador consentido del equipo en que jugaba, mi gran entusiasmo por ese deporte era fielmente reflejado durante las prácticas y los entrenadores premiaban mi dedicación dándome múltiples opciones para jugar. Pero nunca había alcanzado un campeonato y eso me hacía sentir mal. Pensaba que un cambio de equipo me vendría bien en la búsqueda del tan elusivo primer lugar. Elegí la escuadra que dominaba la liga con el solo pensamiento de poder levantar el trofeo.

    Aquella era una escuadra plagada de excelentes deportistas y poder jugar entre tanto talento era cosa poco menos que imposible. Llegué al primer entrenamiento pidiendo la posición de mariscal de campo que venía jugando desde la primer vez que me calé casco y hombreras. En tres minutos el entrenador evalúo mis limitadas capacidades para ese trabajo y me despachó al área que más luce pero que peor castigo recibe: Corredor de balón, o running back. Estuve ahí las primeras semanas del año para llenar el hueco de formidables atletas que aún no se habían reportado al campo de entrenamiento, alguien era necesario para practicar y correr las jugadas mientras los seguros titulares se integraban al equipo.

   No era un joven tonto, y me daba cuenta que sería cuestión de tiempo para ser relegado a la banca. Decidí hablar con mi entrenador y le hice ver el gran error que había cometido al haber cambiado de equipo en pos de un título sin haber tomado en cuenta que no sabría a lo mismo ser campeón viendo los partidos desde las laterales. El me respondió que así era la vida, que tenía que elegir entre dos muy buenas cosas: Jugar como siempre lo había hecho o ganar un campeonato que jamás había alcanzado.

    Poco antes de iniciar la temporada, excelentes jugadores se integraron al equipo y en una ocasión el entrenador me llamo aparte para preguntarme que había pensado de lo que habíamos hablado. Respondí que tristemente concluía que era preferible perder luchando hasta el desmayo a ser campeón sin despeinarme, pero entendía que ya era imposible regresar a mi antiguo equipo. Me dijo entonces que sería el titular para iniciar la temporada, y que si mantenía una estricta ética de trabajo el puesto sería mío hasta el final.

    Tuve una temporada que en lo individual fue la mejor de mis años de practicar ese deporte. Perdimos un solo juego en el cual mi viejo equipo me maltrató como se castiga a un desertor; tuvimos que llegar al último partido para decidir al campeón. Y ahí, luego de una decena de juegos en dónde había brillado anotando cualquier cantidad de puntos, fui frenado por la defensa contraria sin yardas ni puntos y nuestra defensiva tuvo que sacar la casta haciendo la única anotación del juego para que finalmente yo conociera el sabor de un campeonato.

    Luego durante el festejo me diría mi Coach que él había medido las posibilidades del equipo desde el inicio de los entrenamientos y me explicó que una buena actuación del corredor de balón se debe más a quienes le abren brechas protegiéndolo de los rivales que a sus propias habilidades, y que él siempre supo que con el material humano que teníamos, todo era cuestión de cohesión para que algunos luciéramos gracias al trabajo de otros, siempre que todos fuésemos tras el mismo objetivo: Hacer las cosas bien.


     Más tarde durante mi juventud, cosas como el método científico, la separación de los poderes, las teorías de Einstein, las odiosas matemáticas y la intrigante filosofía me fueron presentadas dentro de las aulas, pero ningún postulado pudo igualar a lo que aprendí de mi entrenador José Inés Hernández: El arduo trabajo combinado con algo de conocimiento y bastante ética, rinde frutos independientemente del dilema que nos presente la vida, y en algunas raras ocasiones, podemos incluso salir por ambas vías de una disyuntiva para continuar jugando y encima, resultar campeones. 

cesarelizondov@gmail.com

10 Book Challenge

Publicado el 21 y 28 de Septiembre de 2014 en 360 La Revista. de Vanguardia

      Te garantizo lector que en al menos dos de mis libros seleccionados estarás de acuerdo conmigo. Podríamos decir que El 10 Book Challenge es una especie de movimiento que busca hacer del conocimiento colectivo los libros que han marcado la vida de las personas. Se supone que cada quien va publicando su lista y al hacerlo invita a algunos conocidos o amigos a dar a conocer su propia elección. Al parecer no hay en esto más bienestar, filantropía o altruismo que la simple recomendación que uno pueda dar o recibir de otros. Aquí publico mi lista sin un orden especial (salvo el número 10) y retaría a los lectores de 360 La Revista a hacer lo mismo entre sus contactos.

     
Pequeño Larousse Ilustrado. Muuyy pesado ¡¡
1.- El primer libro que me marcó fue un Diccionario Larousse. Espera, espera. No dejes de leerme pensando que voy a salir con pretensiones de erudito o jaladas de un nerd y ratón de biblioteca. La verdad es que ese libro me marcó físicamente porque aún tengo una pequeña cicatriz que me quedó de una gran guerra de libros y útiles escolares allá por mi infancia. Pero lo que simboliza el Larousse para mí, es el recuerdo de mi maestra que fue también golpeada por un libro volador; abandonó el salón llorando, humillada, ofendida y rebajada en su humanidad pero rescatando dignidad para nunca más regresar a dar clases. Con ese episodio alcance a vislumbrar el tamaño que puede tener la estupidez de las masas aun cuando estuvieran compuestas por personas decentes, preparadas, inteligentes o religiosas; comprendí que cuando nos escondemos tras el anonimato de la multitud, también nos ocultamos de nosotros mismos privilegiando decisiones, ideologías, dogmas y comportamientos que jamás consentiríamos en lo particular.

   
Uno de los libros que marcaron a
Enrique Peña Nieto.
2.- Kane & Abel, de Jeffrey Archer. Leído en mi época de la vida en la que uno tiene tantas certezas como ateos encontramos en misa; además de ser el primer libro tipo ladrillo que leí, se convirtió en mi inspiración vocacional para el perfil del oficio que más tarde escogería. Cuando no existían certezas, ese libro me hizo ver que quizás en mí anidaba una vocación.

     Por cierto, a este libro hizo alusión Enrique Peña Nieto en aquella infortunada intervención en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara cuando buscaba llegar a la presidencia de la república. Cuando leí la transcripción completa de aquel diciembre, supe que además de una generación, compartía con el hoy Presidente de México las mismas lecturas de juventud; y también me di cuenta de cuánto daño se puede hacer a la imagen de una persona cuando se saca de contexto una declaración o entrevista. Espero tener algún día la oportunidad de estar frente a EPN, pero no para reclamar o discutir sobre las políticas del país o para hacer mofa de sus resbalones ante cámaras y micrófonos, sino para decirle que si en verdad leyó el libro de Archer, tiene la oportunidad de convertirse en un William Kane, porque yo he tratado de ser un Abel Rosnovski. Él entenderá lo que le quiero decir.

   
El signo de los cuatro, Un estudio en Escarlata,
El archivo de Sherlock Holmes, Su última
reverencia, El regreso de Sherlock
Holmes, El sabueso de los Baskerville, El valle
del terror, Memorias de Sherlock Holmes, y
las Aventuras de Sherlock Holmes. Uffff,
suficiente bibliografía original como para  que
además me exigiera el maestro citas y
bibliografía de terceras personas
3.- Toda la saga de Sherlock Holmes, por Sir Arthur Conan Doyle. Leer absolutamente todo lo que escribió Doyle de su inventado detective londinense me hizo tersa la transición de la sencilla forma del comic hacia los profundos libros de fondo. Presenté en alguna materia de la universidad un excelente trabajo sobre Holmes que me fue pésimamente calificado porque al citar la bibliografía, el maestro esperaba referencias a trabajos de terceras personas y nunca me creyó que todo era producto de mis propias lecturas y conocimiento de la obra completa de Conan Doyle. Bueno, ahora escribo en el diario más importante de mi estado y el seguirá pensando que es necesario copiar a otros para que las cosas salgan bien.

     
Más que por haberse acostado con Brooke Shields,
 admiro a Agassi por su forma de levantarse.
4.- Open, de Andre Agassi. No es broma. Algunos pensarán que la biografía de un tenista irreverente nada tiene que hacer en una lista como está y otros creerán que con mi limitada capacidad no pude haber entendido nada escrito en otro idioma. Pero además de ser importante para mi haber leído en inglés, la transformación humana y espiritual del que pudo haber sido el mejor tenista de todos los tiempos es algo ameno e inspirador a la vez.

   Si he dicho que el Ave Fénix es mi héroe mitológico por excelencia y que los hombres trascendentes tienen más similitudes con las defectuosas alas de Ícaro que con el poderío de Atila, después de leer Open, pienso que Andre Agassi fue como Atila durante su tardía juventud, cayó dolorosamente como Ícaro más adelante para lograr luego levantarse como el Ave Fénix en lo personal y deportivo, para final y felizmente renacer en un hombre de familia.

     
Un clásico libro de un clásico escritor.
 5.- Metamorfosis, de Franz Kafka. ¿Qué te puedo decir de este libro? Creo que todos los seres humanos llegamos en ocasiones a identificarnos con Gregorio Samsa, por no decir que con las cucarachas.

     6 al 10. Por motivos de espacio continuaremos con la lista la próxima semana, donde encontrarás algunos libros comunes a mucha gente, pero estoy seguro que mi preferido no está en la lista de nadie. Excelente domingo ¡¡



Publicado el 28 de Septiembre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia

10 Book Challenge (2ª parte)

    Luego del Diccionario Larousse que me marcó en forma de cicatriz por una guerra de libros y útiles escolares dentro del salón de clases, del Kane & Abel también leído por Peña Nieto, de toda la saga de Sherlock Holmes, de "Open" del irreverente y moderno Ave Fénix llamado Andre Agassi y de la Metamorfosis de Kafka, continúo con mi lista de los diez libros que me han marcado en la vida. Espero no decepcionarte:

   
¿Que le queda al hombre cuando ya no
tiene nada?
6.- El Hombre en Busca de Sentido, Viktor Frankl. Prisionero, esclavizado, y con la incertidumbre de cuanto tiempo le permitirán vivir; despojado de su familia, de sus bienes materiales y hasta del mismo vello y cabello de todo el cuerpo, ¿Qué le queda a un hombre? Solo encontrar el sentido de la vida. El crudo y estremecedor relato del Dr. Frankl de su vivencia en un campo de concentración nazi curiosamente tuvo primero en mí un efecto distinto al de aceptar un destino buscándole sentido por no tener el futuro en mis manos; me hizo ver en un momento dado que si bien había perdido mucho, aún no había perdido todo, por lo que todavía podría ser peor. 
  Abandonarse sin abandonar fue el mensaje que capté. Con esto confirmé con el libro de un judío sobreviviente del holocausto la oración de Charles de Foucauld, un católico asesinado hace casi un siglo, la Oración del Abandono es una plegaria que desde hace años me viene haciendo mucho sentido cuando la escucho en mi comunidad.

     
El genio de Cortázar, Sallinger,
 Akutagwa, Bierce y Borges en 5
cuentos que revolucionaron el
género. Magistralmente explicadas
las técnicas de las que se valieron
para lograrlo
7.- Cinco Golpes de Genio, Ronaldo Menéndez. ¿Qué  +"$&*/%)#& hace un libro didáctico aquí? Es que de ahí fui guiado a leer cinco de los mejores relatos de la literatura universal para luego entender como sus autores se valieron de diferentes técnicas para sus originales creaciones. Como lector, los cuentos a los que me remitió el autor conforman por si mismos otra lista especial de preferencias, mientras que como aspirante a escritor, lo expuesto pedagógicamente en ese libro son herramientas de oro que no pierden su vigencia a la hora de contar historias.

   
 
Muchos años después, frente al
pelotón de fusilamiento....
8.- Cien años de Soledad y El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez (por no haber leído el libro número uno de mi lista, me permití la libertad de poner dos aquí). Se dice que algún día comentó el Gabo que había tenido que escribir “100 años” para que la gente leyera “el Coronel”. Con estos dos libros descubrí el genio de García Márquez: Mientras que al premio Nobel le llevó alrededor de quinientas páginas de realismo mágico y cien años dentro de su obra magna para desarrollar la intrincada historia de toda la estirpe de los Buendía en el mítico Macondo, al colombiano le basto algo que casi entra en la definición de cuento por su acotada extensión y un solo e inolvidable vocablo al final de la novela del coronel para sintetizar todo el sentimiento, frustración y enojo de quien se sabe olvidado y derrotado por la vida, así como traicionado y decepcionado por su patria.

...Mierda, salió muy chico el dibujo ¡¡

   
 
Densa novela
9.- El Extranjero, de Albert Camus. Cuando leí este libro quedé sumergido en depresión. Tenía tiempo sintiéndome como el monsieur Mersault y creo que nunca había experimentado tanta identificación con personaje alguno. La buena noticia es que precisamente por eso pude observar mis similitudes con Mersault y busqué la manera de escapar a esa horrible realidad virtual para encontrar finalmente algo que me condujera por mejores caminos para no terminar como Camus, sin hacer de su trágica y prematura muerte una metáfora a sus creencias (o falta de). A El Extranjero, aun siendo una historia tan bizarra, triste e inhumana, le guardo especial cariño porque su lectura fue lo que finalmente me empujó a valorar el último libro de mi lista:

  
 
El libro que más me ha marcado.
10.- El mejor, el libro que más me ha marcado en la vida es El Pájaro de los Siete Colores. Este libro infantil me lo regaló su autor y amigo mío Diego López Narro. Una vez que llegué a la casa con el libro bajo el brazo, mis hijas me hicieron prometer que se los leería por la noche, lo cual felizmente pude hacer. De ahí, durante buena parte de su niñez tuve la oportunidad de releerlo con ellas en muchas ocasiones antes de dormir, entendiendo cada vez algo mejor. Pero ese algo que iba entendiendo no solo era la leyenda de un ave multicolor, sino la historia que noche a noche estábamos escribiendo para nosotros como familia, y para cada uno en lo particular. Entendí con la lectura del Pájaro de los Siete Colores algo que ningún otro libro me pudo haber enseñado: Que no existe conocimiento, fórmula o diseño plasmado en los más caros papeles de este mundo, ni poesía en los más hermosos versos de un poema, ni bien tejidas historias escritas en prosa de elegancia y ritmo perfectos, que puedan darte la felicidad que las cosas más simples de la vida te allegan, y que estas simples cosas sean tan bellas y valiosas como la vida misma.
 cesarelizondov@gmail.com     
   

¿Tu haces la masa?

  Publicado el 14 de Septiembre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia

    La misma pregunta se vienen haciendo los padres de familia desde tiempo inmemorial: ¿Hasta dónde llegara esta juventud? Dice mi madre que en su niñez era cotidiano tener una gran mesa destinada a amasar en cada hogar. Aprendían desde pequeños a utilizar el rodillo para elaborar tortillas de harina y maíz, galletas, pasteles y principalmente los diversos tipos de pasta para las recetas diarias de cocina. Tiempo después y cuando ella se hubo convertido en ama de casa, la industrializada pasta seca empaquetada fue el rápido y económico sustituto a la titánica tarea de mezclar, extender y cortar la masa sobre la mesa.

    Y hoy en día, la magia de las economías a escala y el frenético estilo de vida que llevamos hacen que sea común para las señoras esa práctica de comprar comida preparada como alternativa barata (en más de un sentido) antes que meterse horas en la cocina. Mi abuela decía que a mi madre le toco una vida fácil y desahogada comparativamente porque a principios del siglo XX tanto los huevos como los tomates de la salsa y también la harina, eran de producción casera; por supuesto que nuestras madres piensan que la industrialización hizo de nuestra generación una sociedad acomodaticia; y claro, hoy nos quejamos de que los jóvenes globalizados no sepan ya no digamos cocer la pasta, no aprenden ni a preparar un café. Pero, ¿Es realmente eso importante?

    Si todos somos honestos, y ofreciendo una disculpa por la irreverencia a cada generación ascendente, habremos de reconocer que nuestras madres superaron a la abuela al ingeniárselas para abrir brecha en una transición de cerrazón y machismo hacia la incorporación de la mujer en los quehaceres productivos formales de la economía; también habremos de ver que la mujer de nuestro tiempo mejoró a la antecesora porque ha luchado sin tregua perfeccionando el rol femenino al despojarse de la llamada discriminación positiva para reclamar su lugar al lado y nunca más detrás del hombre sin descuidar su papel social de madre, esposa, pareja o amiga. Y lo mismo pasa con los varones: Aunque ya nadie sabe llevar una serenata al estilo Pedro Infante y hace muchos años que la caza y la pesca dejaron de ser una necesidad para convertirse en deportes, los jóvenes de hoy encuentran nuevas y diversas formas de ser más completos que nosotros.

     Escucho una y otra vez a los adultos menospreciar las virtudes de la juventud actual. ¿A dónde llegarán pegados a sus gadgets? Pues yo no sé si aprenderán a producir la pasta casera, a memorizar la tabla periódica o a parlar en arameo, pero los he visto desplazarse por gigantescos e intimidantes aeropuertos, estaciones de trenes y autobuses de países extraños con absoluta soltura para ordenar un spaghetti en Sbarro´s y encima ligarse a la cajera, cosa que nuestros abuelos jamás soñaron (ni viajar solos, ni pedir el spaghetti.... menos ligarse a la cajera). Los he visto entenderse con gente de todo el mundo a través de las redes sociales en un dialecto que es carente de reglas pero abundante de sentido mientras que a nuestros padres, su perfecta ortografía y trabajada caligrafía no les alcanzaba más que para comunicarse por el lentísimo servicio postal con una persona a la vez. Los he visto realizar increíbles creaciones artísticas apoyados en lo que la tecnología les ofrece hoy, luego perfeccionan sus trabajos para finalmente imprimirlos y así ocupar en la pared el lugar de aquel infantil bosquejo firmado por alguien que si sabía cómo utilizar pinceles, pero que nunca aprendió a usar la imaginación. Los veo logrando aquello que todas las generaciones anteriores anhelaron y que jamás alcanzaron: Ser los actuales ciudadanos del mundo, y sus futuros dueños.

    Quizás sea tiempo de reconocer en nuestros jóvenes esa capacidad de prescindir de lo que no les sirve del pasado para allegarse un mejor futuro. Dejemos ya de quejarnos de las limitaciones de nuestros hijos en función de nuestro ayer para enfocarnos en sus capacidades de cara a un mañana más integral y completo para ellos, ya que por más que el mundo hoy parezca girar más rápidamente que antes, no deja de rodar igual que siempre. Quien no entienda esto y pretenda que la juventud de hoy es menos capaz que la de ayer, debería salir a conseguir su comida con piedras y palos si es muy hombre, o a cosechar el trigo para producir la harina si se dice mujer.

Señales

Publicado el 07 de Septiembre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia

    Para algunos son coincidencias y he escuchado a otros llamarles Diosidencias, creo que para motivos de esta columna y por consenso habría decir que están precedidas por algo así como señales. Las señales relatadas en este escrito son tan reales como la convivencia de espíritus entre nosotros o la feliz existencia para los niños de un gordo señor de largas y canas barbas. Lo narro tal como lo escuché; ahí va:

   Desde que tenía memoria siempre había estado atento a las señales. La primer coincidencia que vio fue la fecha de su nacimiento en relación a su lugar en la familia (05/05/1955, quinto hijo), una señal sin duda. A lo largo de su vida encontró muchas más casualidades de distintos tipos durante su niñez y juventud, siempre las interpretó como señales. Sufrió de la burla de los demás cuando el termino bullying ni siquiera existía, pero a él no le importaba, pues estaba convencido que las señales que él veía lo llevarían algún día hasta alguna parte.

     Así que no tuvo que pensarlo mucho cuando despertó el día de su cumpleaños número cincuenta. Ese día, el 5 de Mayo de 2005, se encontró con lo siguiente al abrir los ojos: El reloj despertador marcaba las cinco de la mañana. Mucho tiempo había esperado ese momento, sabía lo que tenía que hacer.

     Espero cinco llamadas de felicitación y cinco minutos más antes de salir de casa. Subió a su auto y se dispuso a manejar hasta su destino. Al llegar, estuvo dando vueltas en el estacionamiento hasta encontrar lugar en el nivel cinco, fila cinco por supuesto.

    Entro en aquel estilo de templo pagano donde quizás no una Diosidencia, pero tal vez si una coincidencia se estaría cocinando. Otra vez fue paciente para esperar a que hubiera cuatro personas formadas y ponerse al final. Hubo de convencer a un guardia de sus buenas intenciones que al verlo sospechoso lo instaba a formarse o abandonar el lugar. Claro, esto ante la taquilla número cinco.

   
 Sacó un fajo de billetes con cinco mil dólares que había ahorrado durante mucho tiempo, me tomaré una libertad al decir que cinco años estuvo juntando su dinero. Preguntó que había para la quinta carrera y la señal final llegó más pura y cristalina que el agua. Un experimentado hombre cabalgaría sobre un joven caballo, eso era claro, pero no podía creer que además de estar en el carril cinco hubiese más señales:

    El jinete poseía un extenso legado de herencia en el oficio gracias a sus ancestros y sus propias credenciales eran suficientes, pero lo que más le agradó a nuestro amigo fue el símbolo romano al final de aquel nombre que daba fe del lugar que ocupaba en aquella dinastía familiar dentro del negocio: V. Por otro lado y para cerrar con broche de oro, el joven corcel tenía todo su ímpetu, brío y fuerza guardada: No había conocido hembra. ¿Su nombre? Quintito. Uffff ¡¡ ¿Qué hubieras hecho tú?

    Pues él hizo lo mismo que yo pensé. Nueva espera a que transcurrieran algunas carreras antes de la número cinco en la que él había apostado todos sus ahorros. Sintió un poco de decepción al ver que las gradas no estaban numeradas, estaban en orden alfabético y obviamente decidió sentarse en la hilera con la letra E, pero eso sí, butaca cinco.

    No lo sabía porque no había tenido la precaución de contarlos, pero estaba fumando su quinto cigarro del día cuando abrieron las compuertas. Salieron disparados los caballos y él se sentía extrañamente nervioso sin saber porque, pues sabía desde su niñez que ese día llegaría y las señales habían sido las correctas, así que lo que debería sentir era absoluta confianza. Se le acabaron las uñas de cada una de sus manos, con cinco dedos cada una.

     En un apasionante y cerrado final, Quintito estaba a la cabeza al tomar la última recta, las señales se estaban dando. Los demás jinetes fustigaban a sus caballos y estos respondieron apretando el paso. Se hizo un grupo compacto en los metros finales, un auténtico final de fotografía que tuvo que ser dirimido por la cámara lenta y demás tecnologías. Y las Diosidencias o coincidencias dieron la razón a las señales: Quintito hizo honor a su nombre, llegó en quinto lugar.


Matrimonio

Publicado el 31 de Agosto de 2104 en 360 La Revista, de Vanguardia

¿Boda? Me pareció un tema algo alejado de mi realidad actual, así que decidí hablar mejor de matrimonio. No es muy ortodoxo verlo así, pero fue lo que se me vino a la mente al pensar en algunos tipos de uniones que se dan hoy en día. Son palabras de un hombre sabio e inteligente para un inexperto hijo que, como todo joven, es influenciado por lo que escucha de los demás:

-En este momento es una decisión importante y por supuesto que mi consejo será el que hagas las cosas bien para que después no tengas que volver sobre tus pasos y empezar de nuevo con el estigma de un fracaso que no es tal. Pero tampoco te creas eso de que la decisión que tomes tendrá que ser para siempre. Eso es cosa del pasado, eso decían antes y ya ves que mal le fue a tu tío Odilón, si, el Mandilón; le ha salido bastante caro obstinarse en su decisión y ya se hubiera ahorrado tiempo, corajes y bastante dinero de haber sido más inteligente, o menos terco.

Primero que nada, tienes que tener muy en claro la importancia cabal del concepto de lealtad. Y es que siempre que faltes a la lealtad, ella se dará cuenta más temprano que tarde y te aseguro que eso te dará enormes dolores de cabeza que siendo leal nunca tendrías. La lealtad la deberás extender a todos los agregados que tengas con ella porque, aunque no serán igual de celosos y suspicaces, hablarán su mismo idioma a la hora de hacerte pagar tu traición, y puedes estar seguro que te harán pagar más caro de lo que pudieras pensar.

No la descuides. Célala de igual forma que nuestros antepasados hacían con el caballo y la pistola, no dejes que nadie la toque y ni siquiera se acerque; y nunca, jamás permitas que por tu descuido alguien tenga acceso a ella porque es bien sabido que cualquier otro con más virtudes que tú, te puede borrar fácilmente de su memoria así como eliminar de su mundo todo lo que tenga que ver contigo. Guárdala, consérvala y cuídala como a una joya porque al paso del tiempo en ella encontrarás valiosas cosas de tu pasado.

Aléjate de ella cuando no te encuentres en tus cinco sentidos. No hay nada más iluso y torpe que pretender ser gracioso, cariñoso, asertivo e inteligente cuando algo afecta a tus sentidos. Mejor aléjate y vuelve después, estoy seguro que no te lo reprochará.
No te vayas sin fijarte por un amor a primera vista. Y si, ya sé que está muy gastado aquello de que lo que importa es lo de adentro, pero créeme, así es. Por supuesto que una cosa no tiene que estar peleada con la otra: Puedes obtener ambas virtudes… así como ambos defectos.

Jamás, jamás la golpees. Es tan frágil o más que su apariencia. Cuida de su estado físico-estético, y aunque ya te he dicho que lo más importante es lo está por dentro, las heridas superficiales a menudo tienen secuelas también en el interior.
Tenle un buen hogar. Que no pase frío cuando invierno, que no pase bochornos en verano. Que no le pegue mucho el sol y recuerda siempre que cuando vayas a la playa, deberás respetar su naturaleza de no entrar al mar, así son ellas. Ve tú solo y al regresar verás que te estará esperando en la habitación, lista, fresca y descansada para ti.



Entonces, hijo mío, solo me resta desearte que hagas tu mejor elección, y que recuerdes que no importa tanto a cual escojas, cualquiera puede servir siempre y cuando atiendas los consejos que te he dado. Pero si insistes en que te dé mi opinión te la daré: Entre una computadora Apple y una Samsung, y entre un sistema operativo IOS o un Windows, en ambos casos me voy por lo segundo. Pero es tu decisión, eres tu quien se va a casar con una marca. 

Leer. Mágicas palabras

Publicado el 24 de Agosto de 2014

     Durante mucho tiempo me pregunté si los cines que exhibían películas de contenido sexual le hacían algún pago por sus servicios a los mentores de las escuelas católicas en Saltillo. Y es que estos se convertían en los máximos promotores de las cintas prohibidas con simples y  mágicas palabras que nos decían: No se les ocurra ir a...

     En muchas ocasiones, ni siquiera nos habíamos enterado de lo que pasaba en la ciudad y las inocentes advertencias nos arrastraban imantados hasta cines, conferencias, teatros, conciertos y cualquier tipo de evento censurado desde el manto protector del conservadurismo.

    Me quedo clara la infinita estupidez del proteccionismo dictado desde el sentido doctrinal cuando finalmente y después de años vi uno de los filmes más atacados de Martin Scorsese: La Última Tentación de Cristo, cinta que, aunque no es la intención original del libro, se convierte en un auténtico llamado para apreciar positivamente a las religiones cristianas.
La película prohibida de Scorsese

     Y por supuesto que Scorsese no hizo más que llevar al séptimo arte la obra escrita de un impronunciable autor griego que solo quería decirnos que no existe tentación más grande que ser un hombre común, negado a su destino y en una existencia sin sacrificios.  Pero ya voy desvariando, para variar.

        Entonces volviendo (o iniciando) con el tema original, durante la semana que termina, nos encontramos con una nueva campaña de Vanguardia: Leer. Vimos anuncios en el periódico, habrá otros en las paradas de autobuses, espectaculares en diversos puntos de la ciudad y otro adosado a la fachada del edificio de Carranza y Chiapas. Ingeniosamente, Vanguardia acuñó con grandes letras cosas como “Leer mata”, “Leer engorda”, “Leer destruye”; seguidas de frases simples en letras pequeñas como el aburrimiento (para mata), la inteligencia (para engorda) o el analfabetismo para destruye.
Campaña de Vanguardia
       Son palabras que inmediatamente captan nuestra atención. Una vez enganchados con la propuesta, se nos invita a leer lo que queramos, a leer más. Y ahí es donde finalmente me pregunto qué pasaría si los adultos de hoy hacemos algo parecido a mis mentores del ayer, es decir, deslizar en charlas casuales las mágicas palabras de la censura. Puedo imaginar en su rebeldía a las adolescentes por la noche, cobijadas sobre su cama con la lámpara del celular enviando luz sobre el libro maldito, hojeando Las Sombras de Grey en lugar de estar viendo el torso desnudo del nuevo galán de la vieja fórmula de las telenovelas; imagino a jóvenes varones devorando clásicos que antes no quisieron leer porque recién escucharon que ahí el sexo es tan explícito como en la pornografía de la red; imagino adultos leyendo libros del tipo Código Da Vinci o México Negro para dar rienda suelta a sus cuestionamientos, reclamos y orgullos, religiosos o patrioteros. Como bien dice Vanguardia en su campaña, leamos lo que sea, pero leamos más.


     Si pudiésemos despojarnos de falsas poses y ataduras, o si pudiéramos entender que la juventud es curiosa por su edad y naturaleza más nunca por maldad, si aceptásemos que es mejor morir sabiendo que vivir ignorando, y si lográramos convencernos que una mente abierta es una mente más sana, seguramente podríamos jugar a soltar las mágicas palabras no con la finalidad de la censura, sino con la esperanza de despertar la lectura.

    Y es que cuando la gente descubre que existe más sexo en un escueto libro de su casa que en una apasionada luna de miel, cuando ve que las enfermas relaciones descritas en los libros de García Márquez son más torcidas de lo que terceros ventilan en Facebook, Twitter o el diabólico Secret, cuando sigue un razonamiento de Conan Doyle, Agatha Christie o Allan Poe para que sus detectives capturen al asesino en lugar de seguir la sección policiaca del noticiero local, cuando se entera que el personaje de la historia escrita siempre tiene muchos más matices que el protagonista de la película, o cuando se identifica ante una situación planteada por el autor, o cuando se sorprende a sí mismo yendo al fondo de las cosas en lugar de conformarse con lo que siempre le han dado, es ahí, es entonces que el lector queda para siempre atado, enamorado, de las mágicas palabras.

cesarelizondov@gmail.com

México, D.F.

Publicada el 17 de Agosto en 360 La Revista, de Vanguardia

    Aun cuando soy tan mexicano como un mariachi, como el tequila o como el Compayito, y aunque tengo un estomago más curtido que diputado en Puerto Vallarta, fui víctima de “La Venganza de Moctezuma”. Cierto, el mexicano es mestizo y quizás por eso hemos perdido mucho de herencia Azteca en cuanto a fortaleza física.

    Antes de salir a las vacaciones familiares hube que prepararme para el vía crucis que me platicaron: Papeles del auto en orden, licencia vigente, verificación vehicular, tipo de sangre de mis abuelos, nombre y pedigrí del perro así como monedas de distintas denominaciones distribuidas en diferentes bolsillos para sortear imprevistos. Todo fue inútil como descubrirás en el siguiente párrafo.

    Y es que decidí por mi cuenta investigar un poco y me encontré con una exención para el turista que viaja por tierra al área metropolitana del DF, se trata de que los visitantes foráneos puedan circular en sus vehículos sin someterse al programa “Hoy no Circula”. Luego de un pequeño trámite virtual imprimí mis permisos, los coloqué en el cristal delantero del auto y nos fuimos de vacaciones. Primera sorpresa: Jamás, ni siquiera cuando me metí en contra en un túnel de Santa Fe, fui advertido, molestado, frenado o infraccionado por ningún agente de tránsito.

    Rápidamente entendí que el programa para limitar la circulación fue brillantemente consensado como una cuestión ecológica siendo su verdadero fondo una aspirina logística para las vialidades de la gran ciudad. Segundos pisos, sistema de metro, autobuses, taxis y peceras siguen siendo insuficientes para trasladar eficientemente a más de 20 millones de personas, más un buen de población flotante.

   
Entonces descubrí que tenían por muchas partes estaciones con bicicletas en horarios 24/7; es decir que están disponibles para el capitalino todos los días y a todas horas. Recordé mi tierra y no pude resistir la insana costumbre humana de hacer comparaciones. Entre programas y acciones definidas desde la necesidad de invertir recursos en aras de aliviar el tránsito y otros que se implementan desde el mexicanísimo recurso del Copy-Paste, no pude sino sacar una conclusión: Dichos programas deben obedecer en primera instancia a una necesidad de transporte, no de ocio.

     Viví una especie de Ruta Recreativa en la avenida más emblemática del país: Reforma. Con la diferencia que la naturaleza de dicha calle hace posible el tránsito por laterales así como el acceso vía metro sin restricciones. Una vez más, primero la necesidad de una ciudad, después el ocio.

     Y un Centro Histórico donde los mismos negocios que en mi ciudad hacen malabares para omitir las disposiciones arquitectónicas, allá se someten a lo que la autoridad diga. Por supuesto que el visitante debe pensar que es una broma el que nombremos algo como Centro Histórico desde el momento en que accede por el paso a desnivel donde se funden bulevar Carranza con calle Allende y recibe la bienvenida de una obra con vivos rojos adosada al puente, obra modernista y ajena a parámetros coloniales.

     Pero vuelvo al tema original de Moctezuma. Luego de saltar de la estirada cocina de La Imperial a la comida corrida adyacente a la Basílica, de la Casa de Don Toño a la diversificación de la Zona Rosa, y rematando con unos impulsivos y democráticos Dori-Locos en Chapultepec, buscaba por enésima vez un baño y mi vista dio con un letrero que me pareció sarcástico: Los Baños de Moctezuma. Segunda sorpresa: No eran sanitarios, sino el sitio dónde el monarca chapoteaba.

    Al fin llegué a un baño, y nuevamente una sorpresa: Estaban impecables, igual a los que había visitado en otros lugares. Entonces entendí que tantas gratas sorpresas descubiertas en mi visita a la ciudad de México poco tenían que ver con sus gobiernos, eran más bien fruto de una población que ha ido creciendo culturalmente a la par que demográficamente.

     No vi por ningún lado al estereotipo provincial del Chilango, en su lugar encontré mexicanos que han sabido convivir en y con la gran ciudad. Encontré mejores caras y servicio que en turísticos destinos de baja densidad poblacional.

   Sé que nunca será igual la percepción del visitante desde el matiz turístico frente al laboral. Pero ahí está el detalle, me traigo no lo que descubrí como turista en el DF, sino lo que vi en su gente y que sería genial implementar en nuestras pequeñas ciudades: Una sabia relación gobierno-pueblo dónde uno hace lo que le corresponde, y otros aprendemos a respetar sitios, programas y personas.


cesarelizondov@gmail.com

Doble mal

Publicado el 10 de Agosto de 2014 en Revista 360, de Vanguardia

     Esperaba el cambio de luz ante un semáforo cuando lo vi. Desde la ventanilla del auto parado unos metros adelante de mi avanzo resuelto hasta donde me encontraba; su complexión, facciones y tez eran como las de cientos de personas que diariamente vemos en los cruceros, pero su vestimenta denotaba algo diferente en este paisaje urbano símbolo de países en desarrollo, por no decir tercermundistas.

    Cuando escuche su voz y su petición supe que se trataba de un extranjero: -Una ayuda para llegar al norte- me dijo con inconfundible acento centroamericano. – Vengo desde Honduras y quiero llegar a los Estados Unidos-.

      En una adaptación del Aleph Borgiano (Borgeano diría Jorge Luis)  en tiempo y no en espacio en que todo cabe entre el terminar de la frase de una persona y la respuesta de su interlocutor, se agolparon en mi mente toda clase de razonamientos e historias, recuerdos y prejuicios, consejos y sentimientos que uno pueda experimentar en una situación cuasi normal como esa:

     Primero me di cuenta de que me podría convertir en otra víctima más de una leyenda urbana por traer las ventanillas bajas y ser despojado hasta de herencias no recibidas. De un verdadero legado de psicosis social pasé inmediatamente a mi lógica convencional y al instante comprendí que además de una cajetilla de cigarros, poco podría perder porque no cargaba un centavo.

     Por supuesto que vino a mi mente algo que en alguna parte leí: No existe el altruismo puro. Detrás de cada acto de bondad, solidaridad, compasión o generosidad, se esconde la gigantesca necesidad de cubrir propios vacíos de quien hace un acto bueno.

      Igual repasé rápidamente otra coartada perfecta para desentenderse de la caridad de aquellos que somos de corazón correoso: No regales el pescado, mejor enséñalos a pescar. Y es que de verdad que no hay mayor ayuda que dignificar la vida de los demás a través de oportunidades de superación en lugar de la piadosa limosna… Pero también es verdad que fuera de tu entorno careces de las cañas para pescar y por lo general ni un manantial existe donde arrojar un anzuelo.

      Recordé el dolor de mi madre muy cerca de navidad cuando la embistieron a unos metros de llegar a la Casa del Migrante con las viandas que mes con mes les prepara a estos nómadas contemporáneos. Volteaba yo de un lado a otro entre policías, centroamericanos, religiosos, voluntarios y mirones, y no sabía si lo que más le dolía era el abdomen o las costillas, o el ver su vehículo totalmente destruido o… el hambre que pasarían aquellos hermanos al haber quedado desperdigado entre fierros y calle todo el alimento que ella llevaba.

      En eso se encendió la luz verde y pude ver en sus ojos un mucho de mí. Ante su interrogante mirada recordé haber estado en el pasado en la posición de pedir algo que alguien más pudo haber concedido por pura voluntad. Solo atiné a preguntarle si es que fumaba y me contesto que sí. Entonces le regale mis cigarros, y fugazmente mientras aceleraba pude ver en su rostro la más grande muestra de agradecimiento y buenos deseos que pueda un hombre encontrar.

    Entiendo que gran parte de nuestra sociedad piensa que ayudar a la gente que está en las calles es fomentar el conformismo, solapar la economía informal y darle oportunidades a la delincuencia. Si así fuera, hice un doble daño porque además le regale a ese pobre hombre algo que produce cáncer.


    No sé, pero si a él le hice un doble mal, a mí me hice un doble bien al deshacerme de unos cigarros y aplacar mis vacíos por medio de la caridad. Nada importa lo que los demás piensan cuando lo imagino por la noche encendiendo un cigarrillo sentado en lo alto de un tren, observando la galaxia, la luna y las estrellas, y dando gracias a Dios por un mundo lleno de esperanza. 

  cesarelizondov@gmail.com

Mini cuento: El Secreto de la Abuela

Publicado el 27 de Julio de 2014

    Ella guardaba ante el mundo un secreto que el abuelo parecía ignorar: Las virtudes artísticas de la nieta que todos creían heredadas del abuelo, ella sabía que genéticamente no eran posibles. Pero él encontraba satisfacción en su vejez y se mostraba orgulloso de los logros de la nieta, que en parte se los adjudicaba a sí mismo. La abuela sabía que aquello no podía ser, pero, ¿Tenía derecho a arruinar la felicidad del abuelo?

    Bastante sufría el abuelo por vivir distanciado de su hijo desde aquella estúpida pelea. Muchos años habían pasado y primero la distancia geográfica había sido la causa y con el tiempo la fría relación fue causante de la nula influencia del abuelo sobre la nieta. Pero él se sentía feliz al pensar que en aquella joven que llevaba su apellido estaba inscrito un ADN con facultades para el piano que él habría iniciado gracias a su pasión por ese instrumento.

    El abuelo presumía de los conciertos de su nieta alrededor del mundo, y se convertía en pavorreal cuando amigos y conocidos le decían que había legado cierto virtuosismo natural. Claro que la tardía devoción y el amor del abuelo hacia la música, como enamorado no correspondido de una Dulcinea, jamás fue retribuido con cualidades o habilidades más allá del promedio; pero ciertamente había sido estudioso y había adquirido, si no pericia, al menos técnica. Pero la abuela sabía que en aquella relación musical abuelo-nieta algo no era como todos los demás pensaban.

    Ese único hijo que tuvieron los abuelos nunca se acercó a un piano. Paso una generación que solo vio como el gusto por tocar aquel instrumento anidaba y crecía en el padre mientras la vida familiar pasaba con más ruido que música. Durante su niñez y juventud, aguantaba pequeños recitales con más respeto al jefe familiar que admiración al artístico padre en las fiestas familiares o cuando algún despistado caía en el error de ofrecerle el asiento para tocar fuera de casa. Por aquella estúpida pelea nunca regresó a al hogar y después de estudiar anduvo por diferentes rincones del mundo dónde hizo una vida lejos de sus padres y de aquellos forzados recitales. Se casó y tuvo una hija que resulto tener un don para tocar el piano, ella creció, se hizo mujer y pianista. Finalmente en la familia había un artista.

        En ocasiones la abuela no soportaba la petulante arrogancia de su marido cuando presumía los logros de la nieta jactándose de haber sido la semilla que había trascendido generaciones en forma de un ADN con facultades para el piano, y no pocas veces había querido gritarles a todos esa verdad que ella conocía. Pero también sabía que no podría hacerle eso al hombre de su vida, quizás no sería injusto, pero si humillante e innecesario.

     Y sucedió que un buen día vino la nieta a visitarlos. Solo la habían visto en un puñado de ocasiones y aquel hombre viejo disfruto como nada en el mundo alternar con aquella aún joven mujer. Durante el brindis que tuvieron más tarde con sus allegados, el abuelo no perdió oportunidad de continuar martillando a todos con sus ínfulas de artista trascendido.


     Y una vez más la abuela guardó silencio y selló el secreto. Y prefirió que el abuelo siguiera diciendo que había transmitido destrezas a su nieta a través de sus genes. Pero igual que siempre, le asaltaba aquella duda: ¿El abuelo había olvidado o prefería fingir para seguir manteniendo la quimérica ilusión? Porque tanto ella como él debían recordar que el piano no había estado siempre en sus vidas y que había llegado a la familia tiempo después de engendrar a su único hijo, el abuelo no había conocido un piano hasta después de ser padre. Así que era imposible que hubiese transmitido genéticamente una pizca de pianista. 

 cesarelizondov@gmail.com