Publicado el 01 de Marzo de 2015 en La Revista 360, de Vanguardia
¿Pues en que X$%@#X&*#% pensaba cuando decidí formar una planilla y ponerme a
pedir votos? “Ver los toros desde la barrera” era una frase que jamás ajustaría
en mí por una razón distinta a la que podrías pensar: Quienes están tras la
barrera en una plaza de toros son los amigos, familiares, colegas,
incondicionales, socios y demás cercanos al torero, quienes también están
expuestos, gozando y sufriendo a la par del lidiador; hemos visto como en muchas
ocasiones el toro brinca el burladero y embiste en contra de ellos. Pero continuando
con el símil, generalmente he visto los toros desde muy atrás de la barrera,
los he visto desde la lejana comodidad del tendido o en las tribunas, incluso muchas
veces en sombra; allá donde no llega el olor a sangre, sudor y tierra; allá
donde no se escucha el jadear de bestia y hombre, allá donde todo se aprecia
muy amplio, pero se pierden detalles. Allá donde no distingues los ojos de las
miradas.
Participar cívicamente en todo lo que me rodea
ha sido percibido por mí como una obligación para poner ese grano de arena que
termina por ser parte de un todo, y siempre procuré mi participación en esa
forma, pero nunca me había involucrado activamente como candidato a nada. Y
aquí tienes que hace unas semanas observé algo en el inminente proceso de
elección en el club deportivo al que pertenezco, algo que activó en mí una
pequeña alerta ámbar, algo que desde mi formación como empresario me queda muy
claro: La competencia es el motor primario para mejorar las cosas.
Saber que el proceso iría con una sola
propuesta me hizo pensar que algunos tendrían que poner algo más de su parte en
aras de una sana competencia que por definición resultaría en beneficio para
todos. Y aquí me tienes, inscrito para aparecer en una boleta. Por supuesto, ya
sabes que para no aburrirte con detalles de cuestiones que atañen a unos cuantos,
prefiero hablar de conceptos y de ideas más que de personas o de cosas. Por lo
anterior, en el contexto de unas pequeñas elecciones en las que participo y apreciando
conceptos que trascienden a lo que es pasajero, te comparto algo que me sucedió
en torno a este ruedo y me ha dejado buena enseñanza:
En días pasados, durante un encuentro convocado
por una organización privada tuve la fortuna de conocer a Rosario Marín, una
mujer de origen mexicano que habiendo llegado a los Estados Unidos sin saber
una palabra de inglés a los catorce años y siendo hija de un jornalero
inmigrante, superó diversas adversidades como ser víctima de violación, pasando
por la pobreza, el racismo y misoginia, siempre escalando posiciones por mérito
propio y que llegó a ocupar la titularidad de la cartera del departamento del
tesoro en el país más poderoso del mundo.
Luego de una interesante charla y al más puro
estilo de político en campaña, tuve la osadía de pedirle a la señora Marín que
nos tomáramos un video con un teléfono celular y me hiciera el favor de
recomendar mi candidatura para publicarlo en mis redes sociales, a lo que ella
contestó:
-Por respeto a las formas, me es imposible
hacer un pronunciamiento para un proceso del cual no formo parte y sobre el que
no tengo derecho alguno; no puedo hablar de tu candidatura, aunque me agrada. Pero
lo que me encantaría hacer es que tengas un video donde recuerdes el habernos
conocido y represente lo que conocí de ti: Veo a alguien capaz, que se arriesga
y compromete por nobles ideales, y que pone todo su empeño en alcanzarlos.-
Y me fui feliz con mi video. Y más tarde me di
cuenta de una gran verdad atesorada por mi desde hace mucho tiempo y que esa
extraordinaria dama me recordó una vez más: Al negarse a hablar de mí, me habló
muy bien de ella; no poder hablar a favor de mis intereses debido a un
auténtico respeto a lo que estaba fuera de su conocimiento y facultades, me
habló mucho de su valía como una persona inteligente, responsable, íntegra.
Y es
que sí, siempre y en todo lugar podremos entablar un dialogo en el cual hablemos
de conceptos, políticas, ideologías, filosofías, gustos y otras cosas que les
hagan ver a los demás quienes somos, que nos mueve, que pensamos y como
actuamos. Porque en el respeto sobre cómo hablemos y que digamos o dejemos de decir
de terceras personas, más que hablar de ellos, habla de nosotros mismos. En la
fiesta brava, nunca verás al torero ondear un pañuelo blanco, eso le toca al
respetable público.
cesarelizondov@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario