Publicado el 02 de diciembre
de 2018 en Saltillo 360, de Vangurdia
A veces no entiendo porqué voy a misa. Cargando el vacío
existencial, culpas, remordimientos, dudas y quizás algún rencor, alguna vez en
confesión con un sacerdote me dijo: mientras quieras encontrar algo en la
religión, siempre habrá cupo para ti en cualquier templo, iglesia, congregación
o movimiento, así te sientas el más fraudulento y egoísta de los hombres al
reverenciar algo por tu necesidad de creer y afianzarte en cosas más
trascendentes a esta vida, aunque carezcas de esa fe ciega, incondicional y
buena deseable en todo ámbito humano. Y yo le creo a ese padre.
Así que en domingo, se queda la NFL una hora sin su
fan número uno, mientras mi cuerpo lucha por recuperar un poco del sueño
perdido durante la semana, y mi espíritu, igual, busca reencontrar los sueños
extraviados durante media vida. De un ritual pasa la celebración a otro. Trato
de hilvanar las lecturas para alinearlas al evangelio, pero hoy, como siempre,
no entiendo nada. Escucho la palabra de dios, y durante la homilía cierro los
ojos en gesto de ardua concentración, pero con la verdadera intención de reposar
una vista que se torna más borrosa conforme pasan los meses, igualito a la
visión del mundo que se nubla, se difusa y se oscurece. Sigue la misa hasta
llegar al saludo de la paz, momento preferido para saludar a la familia y
vecinos de butaca en sincero deseo de alcanzar la armonía con todos quienes me
rodean. Y al final, la comunión. Falso como soy en esto, en mi lucha por
cumplir con una religión en la que deseo creer más de lo que en realidad creo,
unas veces sí, y otras veces no voy por la hostia. Mi señora piensa que estoy
lleno de pecados, la verdad, me asaltan los cuestionamientos y las
incertidumbres, pero también los anhelos y necesidades, de ahí mis recurrentes
confesiones…bueno, y también tengo pecados. Ya.
Luego de los avisos a la feligresía y de la bendición
final, el Padre habla de nuevo: “la capacidad del templo es de 722 personas
sentadas, y este domingo hemos estado a máxima capacidad. Enseguida da otra
cifra: de acuerdo con el número de hostias consagradas para el oficio principal
de la semana, más de 600 personas recibieron la comunión. Que números¡ Después, en tono de broma dice que las 122
personas que no comulgaron han de ser los niños que no han hecho su primera
comunión. Salgo de misa percibiendo el mundo de distinta forma, y me doy cuenta
del impresionante número de personas que acuden a misa en mi parroquia, y de cuantos
católicos multiplicados por el orbe creen con toda su fe que reciben a Cristo
en la hostia, y luego van por la vida practicando las enseñanzas de ese hombre
que pasó por este planeta hace tanto tiempo. Y termino por ver un cielo más
claro para volar, y una tierra más fértil para sembrar, y sentir un aire
fresco, renovado y limpio el cual respirar; y me percibo y percibo al Hombre humilde,
espiritual y humanizado. Y entonces, entiendo porqué voy a misa. c
esarelizondov@gmail.com
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