publicado el 13 de abril de 2025 en Saltillo 360, de Vanguardia.
Ni
yo me considero pendejo, y por supuesto que ninguno de mis amigos lo es. Por
ese motivo regresé el libro a Francisco, quien me lo prestó luego de una
interesante plática en torno al génesis de nuestra ciudad. El asunto es que la
satisfacción del vistazo hacia el pasado fue inversamente proporcional a la
desazón por saberme ausente cuando el futuro llegue por aquí.
Breve
Historia de Saltillo (Archivo Municipal de Saltillo, año 2000), del maestro
Jesús Alfonso Arreola Pérez (+), es una condensación que, aun cuando cita una
bibliografía impresionante como respaldo documental, se puede leer en una tarde
de domingo sin exigirle mucho a la sesera para quienes acusamos graves
deficiencias formativas en lo general e históricas en lo particular.
Más
que evitar la repetición del pasado, revisar la historia nos brinda elementos
para entender y apreciar el presente. Se mapea mejor uno así, dentro de una
sociedad cuyo retrato fundacional es la escultura situada a espaldas del
palacio de gobierno (la obra de Erasmo Fuentes de Hoyos no refleja la fundación
de Saltillo como entidad, trata sobre el origen de nuestra comunidad por
composición demográfica), justo en la línea limítrofe de lo que hace cuatrocientos
y pico de años dividía a la Villa de Santiago del Saltillo del pueblo de San
Esteban de la Nueva Tlaxcala…algo similar a las bardas perimetrales de
universidades, fraccionamientos, negocios y templos que hoy indican la
separación de realidades más significantes que la geografía.
De
ahí brinca la mente a diferentes tiempos y espacios para pensar en pirámides y
centros ceremoniales, arquitectura virreinal, infraestructura moderna, notas a pie
de página como un monumento a la revolución o la plaza de las tres culturas, un
castillo desde cuya alcoba se domina la avenida más importante del país,
desarrollos turísticos y plazas comerciales, fábricas de bienes materiales y
males ecológicos… un brinco más para apreciar el desarrollo del lenguaje, la
agricultura y la ganadería, la invención de pólvora, rueda e imprenta, la Venus
de Milo, las sinfonías de Mozart y la penicilina, las naves espaciales y ese
par de goles de Maradona ante los ingleses en poética respuesta a un gol
llamado Malvinas. Ahhh, y también la Coca-Cola.
Yo
no sé si me enorgullece más ser saltillense, mexicano o ser humano, porque en
cada instancia encuentro motivos para apreciar mucho de lo que nuestros antepasados
lograron para yo tener oportunidad de teclear conceptos y caracteres ante una
computadora, de maravillarme ante todo lo alcanzado por la especie humana, por
México y por los saltillenses. Cosas tan trascendentes como imponer condiciones
a la naturaleza y dejar de ser depredado por clima, elementos, enfermedades y
bestias, hasta enviar fierros y mensajes al espacio en busca de inteligencia
más allá de lo observable, y cosas tan cotidianas como el intercambio de
bienes, servicios, divisas, favores y memes, todo en un concierto de billones
de tonos, colores y perspectivas. Todo por la gracia de haber nacido en cierto
tiempo y espacio, de ciertos ancestros y especies, de ciertos dioses o azares.
Y
la tristeza llega luego de comprender un presente que en lo generacional me
niega la posibilidad de vivir el tiempo necesario para ver el futuro: un
momento en la historia de la humanidad que sugiere una nueva civilización donde
el globalismo no será como lo habíamos anticipado, donde la nueva realidad
geopolítica obliga a México a hacerse, sí o sí, arquitecto de su propio
destino, donde Saltillo escribirá nuevas páginas dependiendo menos de una sola
industria como amalgama social para de ahí socializar alternativas para cada
aspecto comunal; un futuro precedido por un nuevo parto, donde mi generación y
las anteriores ya no seremos testigos…pero donde todavía podemos ser
protagonistas, igual a aquellos colonizadores nacidos en Hispania, esos indios tlaxcaltecas
migrados del Señorío de Tizatlán, e improbablemente algunos Chichimecas
trasnochados, cuyas mezclas de sangre, trabajo y visión, nos dan el orgullo de
un exitoso pasado y la dignidad de un presente que afirma autonomía al tiempo
que participa en la constitución del todo.
En
mi generación estamos tan tristes como seguros de que la vida no nos dará para estar
ahí y compartir con las generaciones del mañana ese apasionante y muy distinto futuro,
pero también estamos ciertos de tener ánimo para acompañarles a escribir, a
cuatro manos, el prólogo y los párrafos iniciales de una era tan trascendente
para nuestra especie y nuestra tierra, como lo han sido tres o cuatro épocas en
toda la historia de la humanidad, y como lo fueron dos o tres circunstancias en
la historia de nuestro Saltillo.