La tristeza de no estar aquí en el futuro.

 publicado el 13 de abril de 2025 en Saltillo 360, de Vanguardia. 


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Ni yo me considero pendejo, y por supuesto que ninguno de mis amigos lo es. Por ese motivo regresé el libro a Francisco, quien me lo prestó luego de una interesante plática en torno al génesis de nuestra ciudad. El asunto es que la satisfacción del vistazo hacia el pasado fue inversamente proporcional a la desazón por saberme ausente cuando el futuro llegue por aquí.

Breve Historia de Saltillo (Archivo Municipal de Saltillo, año 2000), del maestro Jesús Alfonso Arreola Pérez (+), es una condensación que, aun cuando cita una bibliografía impresionante como respaldo documental, se puede leer en una tarde de domingo sin exigirle mucho a la sesera para quienes acusamos graves deficiencias formativas en lo general e históricas en lo particular.

Más que evitar la repetición del pasado, revisar la historia nos brinda elementos para entender y apreciar el presente. Se mapea mejor uno así, dentro de una sociedad cuyo retrato fundacional es la escultura situada a espaldas del palacio de gobierno (la obra de Erasmo Fuentes de Hoyos no refleja la fundación de Saltillo como entidad, trata sobre el origen de nuestra comunidad por composición demográfica), justo en la línea limítrofe de lo que hace cuatrocientos y pico de años dividía a la Villa de Santiago del Saltillo del pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala…algo similar a las bardas perimetrales de universidades, fraccionamientos, negocios y templos que hoy indican la separación de realidades más significantes que la geografía.

De ahí brinca la mente a diferentes tiempos y espacios para pensar en pirámides y centros ceremoniales, arquitectura virreinal, infraestructura moderna, notas a pie de página como un monumento a la revolución o la plaza de las tres culturas, un castillo desde cuya alcoba se domina la avenida más importante del país, desarrollos turísticos y plazas comerciales, fábricas de bienes materiales y males ecológicos… un brinco más para apreciar el desarrollo del lenguaje, la agricultura y la ganadería, la invención de pólvora, rueda e imprenta, la Venus de Milo, las sinfonías de Mozart y la penicilina, las naves espaciales y ese par de goles de Maradona ante los ingleses en poética respuesta a un gol llamado Malvinas. Ahhh, y también la Coca-Cola.

Yo no sé si me enorgullece más ser saltillense, mexicano o ser humano, porque en cada instancia encuentro motivos para apreciar mucho de lo que nuestros antepasados lograron para yo tener oportunidad de teclear conceptos y caracteres ante una computadora, de maravillarme ante todo lo alcanzado por la especie humana, por México y por los saltillenses. Cosas tan trascendentes como imponer condiciones a la naturaleza y dejar de ser depredado por clima, elementos, enfermedades y bestias, hasta enviar fierros y mensajes al espacio en busca de inteligencia más allá de lo observable, y cosas tan cotidianas como el intercambio de bienes, servicios, divisas, favores y memes, todo en un concierto de billones de tonos, colores y perspectivas. Todo por la gracia de haber nacido en cierto tiempo y espacio, de ciertos ancestros y especies, de ciertos dioses o azares.

Y la tristeza llega luego de comprender un presente que en lo generacional me niega la posibilidad de vivir el tiempo necesario para ver el futuro: un momento en la historia de la humanidad que sugiere una nueva civilización donde el globalismo no será como lo habíamos anticipado, donde la nueva realidad geopolítica obliga a México a hacerse, sí o sí, arquitecto de su propio destino, donde Saltillo escribirá nuevas páginas dependiendo menos de una sola industria como amalgama social para de ahí socializar alternativas para cada aspecto comunal; un futuro precedido por un nuevo parto, donde mi generación y las anteriores ya no seremos testigos…pero donde todavía podemos ser protagonistas, igual a aquellos colonizadores nacidos en Hispania, esos indios tlaxcaltecas migrados del Señorío de Tizatlán, e improbablemente algunos Chichimecas trasnochados, cuyas mezclas de sangre, trabajo y visión, nos dan el orgullo de un exitoso pasado y la dignidad de un presente que afirma autonomía al tiempo que participa en la constitución del todo.

En mi generación estamos tan tristes como seguros de que la vida no nos dará para estar ahí y compartir con las generaciones del mañana ese apasionante y muy distinto futuro, pero también estamos ciertos de tener ánimo para acompañarles a escribir, a cuatro manos, el prólogo y los párrafos iniciales de una era tan trascendente para nuestra especie y nuestra tierra, como lo han sido tres o cuatro épocas en toda la historia de la humanidad, y como lo fueron dos o tres circunstancias en la historia de nuestro Saltillo.



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La importancia de que no te llamen Ernesto

publicado el 06 de abril de 2025 en Saltillo 360, de Vanguardia


HOY SE HABLA DE… LA IMPORTANCIA DE QUE NO TE LLAMEN ERNESTO – Saltillo360


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Desde mi perfil de vendedor que me da para comer, entiendo que un buen juego de palabras atrae la atención; luego, desde el aspiracional de escritor que me da para vivir, procuro destacar lo conceptual sobre lo cuantitativo para eficientar la comunicación. De ese híbrido de oficios es que siempre salga con disparates distintos a lo que en principio promete el escrito.

Dicho lo anterior, sabes que este artículo no trata sobre Oscar Wilde. Aunque partimos de la premisa de su obra entendida desde la importancia de actuar de acuerdo con las propias convicciones más que la expectativa de otros, la conclusión será cuándo sí resulta importante la percepción de alguien más. Tenme dos párrafos de paciencia, y luego vamos a despegar.
Es una paradoja que desde nacer nos atengamos a una cédula de identidad determinada por fecha, lugar, sexo, progenitores y seudónimo de pila escogido por razones tan justificadas como el nombre de la abuelita, el santoral en el almanaque, el amor platónico, lé artisté del momenté, o ya de plano, la marca del malogrado condón que hizo posible la hazaña. La paradoja y el espíritu de este artículo radica en el hecho de que esa identidad tan detallada nos acerca más a lo genérico que a lo particular; toca entonces hacer un intento por rescatar la individualidad. Me explico:
Esa CURP mexicana que en otros países equivale a DNI, pasaporte, CI, o kimlik karti entre muchos otros (gracias, IA), termina por invisibilizarnos como individuos ante los demás. No voy a extenderme en el sobajado discurso de ser simples numeritos ante un gran hermano vigilante y todo ese rollo; no, el sentido es reconocer aquellas relaciones en las que somos algo muy distinto a una identificación numeraria o al nombre que serviría para que seres de otro planeta supieran más o menos quién dice el mundo que somos. ¿Somos datos alfanuméricos y biometría? ¿O también somos aquello que es único para quienes procuramos y nos procuran?
De ahí que un servidor siempre regrese allá dónde le conocen por Tocayo, o disfrute los asados con aquellos que le dicen Checharleone, acuda al llamado de los que le llaman Primo, Compadre, tío, sobrino, cuñado -cuñis o ñáo-, padrino o ahijado. Irremediable tristeza de medio siglo sin escuchar a mi tío Antonio llamarme su Compadrito y nostalgia de décadas sin que mi tío Rodolfo me diga Chicharito Mondingo.
Siempre será más fraterno referirse a alguien por un apodo que por su nombre oficial. Sabemos que al escuchar nuestro nombre tal y como viene escrito en el acta de nacimiento, pero de boca de nuestra madre, ya valió ídem; distinto a cuando nos dice mi´jito. Lo mismo aplica si escuchas tus generales en un aeropuerto, ante el notificador de hacienda, o por un sacerdote oficiando.
Abriendo un poco el abanico, existe algo de individualización colectiva, si me permites el oxímoron, en pequeños grupos como han sido en mi caso los Olindos, Bóxer, Vaqueros, Pumas, Mineros, Atléticos, Mustangs, Compayitos y Generación XXI. Gremios, asociaciones, religiones y demás colectivos también caben.
Fuerte dosis de realidad me cayó al descubrir que alguien me tiene guardado entre sus contactos como “Elizonso” y otro me llama scarface a mis espaldas, o al sospechar que en el ideario de algunas personas pueda ser el tóxico, intenso o malnacido; en ningún caso he sido Juán Mecánico o algo así. Un par de sobrenombres surgidos de la imprudencia: caza-fantasmas y caballo loco.
Otros motes como Gansito (por tener una embarradita de fresa) y Cri-Cri son mi esencia con queridos grupos; gracias al paso del tiempo en el trabajo terminaron por llamarme Don César; personas cercanas a mis hijos e hijas me han dicho Tío por evitarse el señor, don, licenciado o… suegro. Por supuesto, una tía me dice Mirrey, aquel amigo que casi no frecuento me dice hermano, el otro me dice Mel, y uno más me dice simplemente Amigo mientras comemos cabrito.
Total, quisiera uno tener más apodos y menos cédulas de identificación. Cierro tratando de empatizar contigo que me lees, deseando que tengas y aprecies quien te diga Hijo como hicieron aquel par conmigo, o como ese que cuando nos emborrachábamos me llamaba Kid Acero, o esas que se refieren a mí como Hermano, esos cuatro que dentro de su economía de palabras y su incondicional cariño, me dicen “Pa”; y también, deseo para ti, alguien que te llame Amor.







Del feudalismo al mercantilismo, a la industrialización, a Musk

publicado el 09 de marzo de 2025 en Saltillo 360, de Vanguardia


 HOY SE HABLA DE… DEL FEUDALISMO AL MERCANTILISMO, A LA INDUSTRIALIZACIÓN…A MUSK – Saltillo360

Sabrá dios qué veremos este domingo en el zócalo de la ciudad de México, pero lo que sea, augura un doloroso parto en la historia de México, y de la región sureste de Coahuila.

Reducir la política económica a comunismo o capitalismo fue durante mucho tiempo el tema preferido de muchos, sesgando desde uno y otro extremo las realidades de un mundo (país o región) cuyo principal motor es el ser humano, tan individual y personalizado, como social y multitudinario.

La fotografía de la evolución en la economía mundial la podemos ver de manera más sencilla revisando nuestra historia como región en los pasados cien años: del mercantilismo pasamos a la industrialización, y ahora…¿quién podrá defendernos?

Es de dominio público cómo fue el desarrollo en Saltillo y sus alrededores en materia económica. De ser el comercio la fuente principal de riqueza y crecimiento, durante la segunda guerra mundial, exitosos comerciantes ferreteros se convirtieron en fabricantes de peltre, para de ahí expandir sus negocios a mucho de lo que el mundo consumió en la segunda mitad del siglo.

Subidos en el tren de un mercado mundial en crecimiento gracias a factores tan variados como la explosión demográfica derivada no solo de más nacimientos sino de menos defunciones tempranas y mayor longevidad gracias a los avances médicos, así como el achicamiento del mundo por la apertura de rutas marítimas, aviones e infraestructura vial y ferroviaria, aunado a los avances tecnológicos que dejaron de ser en exclusiva materia de seguridad nacional o investigación, para convertirse en bienes y servicios de consumo particular, pudimos como región adaptarnos y ser exitosos en la tarea de continuar vigentes en ese vals-baile-slamming que se da en el concierto de la economía universal.

El problema que tenemos hoy y que parece nadie darse cuenta o querer reconocer, es que estamos ante un cambio de era. Ni la caída del muro de Berlín, ni la globalización, el internet o el reggaetón, han tenido en la historia de la humanidad un impacto tan importante como la implementación de la agricultura y la ganadería, la creación del Estado como garante del bien común, las rutas de comercio y la revolución industrial. Hoy estamos ante el fin de la era de la revolución industrial. A lo que sigue.

Con una población mayor a los ocho mil millones de habitantes y ante los atisbos que hoy presenciamos en cuanto a automatización, robotización e inteligencia artificial, es fácil concluir que tan pronto como en una generación, las tareas mecánicas y manuales cederán ante el progreso como ya lo vemos en las cajas de bancos y supermercados, en la pisca, la construcción y por supuesto, la industria. Sí, va a haber menos fuentes de trabajo físico e intelectual para los humanos, esto quedará casi supeditado a los deportes y al arte… y del arte hay quienes piensan que igual, se irá por la coladera.

Estados Unidos se prepara para conservar a quienes tengan los medios para consumir internamente y producir ganancias dentro y fuera de sus fronteras: una élite empresarial que entiende bien una drástica reducción de la población mundial en aras de dar sustentabilidad al futuro de la raza humana; no entender eso y seguir en la jauja de la explosión demográfica, traerá hambre con guerras civiles por comida y no por ideales, pobreza extrema, y a todos los jinetes del apocalipsis en una sola exhibición.

Y no, no son personas que quieran matar bebés o acabar con parte de la humanidad de un pandemiazo, son gente que se ha dado cuenta que somos víctimas de nuestro propio éxito como especie, dado que nadie pudo anticipar en lo antropológico, político, económico o social, el infinito bucle de producir más para atender la demanda que a su vez creció por haber más empleos, que luego necesitaron de más bienes y por lo tanto se necesitó más producción, que entonces necesitó de más trabajadores, y así, hasta convertir la espiral en un círculo vicioso en donde los dueños del capital quedaron obligados a seguir invirtiendo e invirtiendo, llegando a acumular tanto, que ni siquiera pueden gastarlo. Se han dado cuenta que también son esclavos del consumo, porque no han tenido tregua en ochenta años para tomarse un descanso: si una demanda no la atiende x empresario, lo hará quien le pisa los talones.

Podemos seguir satanizando a quienes han cambiado las reglas del juego mundial, o podemos entender cuáles son sus motivos, asimilarlos, y prepararnos para afrontar un futuro tan cambiante como lo fueron en su época el mercantilismo y la revolución industrial. Esta vez, el problema raíz es la demografía, ya no más la economía; esa es solo la consecuencia.




HOY SE HABLA DE… DEL FEUDALISMO AL MERCANTILISMO, A LA INDUSTRIALIZACIÓN…A MUSK – Saltillo360

Llorar llorando, o el niño de Zaratustra

publicado el 2 de marzo de 2025 en Saltillo 360, de Vanguardia

HOY SE HABLA DE… LLORAR LLORANDO, O EL NIÑO DE ZARATUSTRA – Saltillo360


Ya listo para ducharme, me horroriza comprobar que no hay jabón ni champú. Es hora de improvisar: tomo el detergente líquido para lavar ropa. Eso será mejor que un baño vaquero o pretender ser francés, mi nariz y demás fisonomía no dan para tal proeza.

Forzando un poco el contexto y hablando de todo y nada, empiezo por decir que me parece genial eso que construyeron en la zona cero de New York: un par de piscinas donde el circuito continuo del agua simboliza las lágrimas infinitas derramadas por la tragedia del nueve/once. Pero, vayamos a mi historia.
Resulta que mientras espero en posición de firmes adosado a la pared para que salga agua caliente por la regadera, pensamientos de todo tipo emergen en el consciente, y recuerdo haber leído en alguna parte o escuchar a un tiktokero decir que al bañarnos, se estimulan quién-sabe-qué zonas cerebrales donde se alojan las ideas dormidas, los recuerdos y la creatividad.
Al tomar el envase del detergente llegan los primeros recuerdos: el Yo original, aquel niñito llorón porque el jabón se le metía en los ojos, le irritaba, le cegaba, le dolía. Le bañaba por las noches una persona cansada, a quien luego de atender clientes, marido y más hijos, se le había extraviado el instinto maternal. Una cena digna, sabrosa y caliente, dejaba en el olvido ese trance de la ducha y le recordaba al niño que después de todo, y pese a lo que él escuchaba cuando andaba por ahí de desmadroso, sí tenía madre.
Más tarde, el niño se convirtió en el camello de Zaratustra e hizo lo que se esperaba de él: camellar. Siguiendo con la metáfora de Nietzsche, llegó el momento en que el camello se transformó en león, enseñó garras y dientes, rugió desde sus entrañas y alejó a los más cercanos…los lejanos ajustaron un refrán: ese que ruge, no muerde. Y aunque el león vive en manada dentro del reino animal, acá entre la raza humana, el león se aparta de todo y vive bajo sus propias reglas.
Mientras extiendo detergente sobre mi cabeza, agradezco a la genética el que mi cabello sea congruente con la imagen de un león, más de Scar que de Mufasa, pero en fin, así es la vida; luego miro hacia abajo, y reclamo a mí ADN, al mestizaje o al frío, ser de músculos promedio.
Ahí mismo reconozco una variación a la metamorfosis de camello-león y lo que sigue: viene a mi mente el celebrado plot twist en otra época y arte dentro del poema de Juan de Dios Peza; junto a eso, los Payaso (así, en singular) de José José y Javier Solís, El bufón de Stanczyk, y aquella desgarradora escena de Pedro Infante en Un rincón cerca del cielo. Así fue: la niñez se acabó pronto, se mimetizó en camello; de camello pasó a león, y de ser rey de la selva, a ser payaso de circo.
Me enjabono cara y pecho, tallo fuerte con la esponja para quitar la pintura de falsos colores vivos. Los duelos procrastinados por pérdidas materiales, humanas, teológicas, sociales, físicas y cognitivas calan fuerte y muy profundo bajo el térmico chorro de agua.
En un desliz de idiotez, se me ocurre abrir los ojos. El detergente se cuela sin anuncio ni permiso sobre iris y pupilas, y me siento como aquel Yo original: me irrita, me ciega y duele... pero ya no lloro más. Es imposible ver algo durante unos momentos. Enjuago con agua dentro y alrededor de los ojos, luego de un rato desaparecen molestias y se aclara la visión. Me miro en el mini espejo que utilizo al afeitarme, lo que refleja el espejo me recuerda a un conejo de kermés. Observo sobre el piso y alrededor del resumidero como el agua jabonosa se arremolina y se va; la alusión al once/nueve pretendía en un principio engarzar en este punto, pero aquí no hay poesía, no hay lágrimas ni tragedia, ni heroísmo o contrición, solo asoma la nostalgia, o el intraducible saudade del idioma portugués.
Caigo en cuenta de una vida sin llorar en la bañera. Un pensamiento final antes de dar vuelta al grifo: no tengo idea si los fabricantes de jabones y champú realizaron cambios en sus fórmulas en el último medio siglo, pero estoy seguro de algo: todo aquello que se fue por la coladera durante el periplo camello-león y payaso, solo fue agua con jabón, sudor, tierra y mucha célula muerta; quizá un hilillo de orina y algunas gotas de sangre, pero lágrimas, ya no.
Hoy toca ser el niño de Zaratustra. Sin aguantarme la sed o ser dromedario de otros; sin pretender ser el león, quien duerme veinte horas diarias y en las cuatro que le quedan, solo disfruta dos cosas: ambas inician con co…y correr no es una de ellas; sin ser payaso del circo, tampoco mago ni acróbata, o friki en frasco de alcohol. Ser un niño que no llora, pero le agrada estar limpio, con los ojos bien abiertos bajo la ducha en su hogar, dentro del inmenso mar, o en la consciencia de vida.

Super Bowl LIX

publicado el 09 de febrero de 2025 en Saltillo 360, de Vanguardia. 


HOY SE HABLA DE… SUPER BOWL LIX – Saltillo360

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Viendo las cosas por arribita parecería que hoy seremos testigos de historia en la NFL: se dice que Las Vegas, el pasado reciente, la hegemonía de un equipo, Taylor Swift y hasta los árbitros, favorecen el triunfo de los Jefes de Kansas City. Con esto, la franquicia lograría lo que ni los Acereros de mi niñez, el San Francisco de mi juventud o los Patriotas del siglo XXI alcanzaron: ganar por tercera vez consecutiva el campeonato.
Pero, aquí su escritor aguafiestas, tiene otros datos. Más tarde vamos a ello. Por lo pronto, justo es decir que tenemos la oportunidad de ver, sin importar el resultado del partido, a un personaje que ya se encuentra en las conversaciones del tipo Pelé-Diego-Messi, Lebron-Jordan-Magic, Beatles-Queen-Stones o Trump-Scrooge-Herodes. En el caso de la NFL, el debate esta cerrado a dos individuos: Tom Brady y Patrick Mahomes.
Mahomes busca, además del tercero al hilo, su cuarto anillo de campeón en las últimas seis temporadas así como su quinta participación en el mismo lapso de tiempo, logros que se acrecentan cuando nos explican las intrincadas directrices de una liga que, en lo que parece una paradoja del sistema capitalista que la sustenta, busca la igualdad de oportunidades para sus equipos con topes salariales, repartición de dividendos independientemente del éxito deportivo de cada franquicia, balance de talento por medio de variables llamadas agencia libre y draft, entre otras cosas que en la teoría garantizan un equilibrio de fuerzas que en este siglo se ha visto roto por uno de los factores que hacen factible el modelo capitalista: la organización; entendida como planeación para llegar a una meta con los recursos humanos, materiales e intelectuales disponibles.
Adentrándonos en el juego de hoy, van los datos escondidos y aburridos primero, e igual a cada año, al final va el pronóstico infalible de esta intermitente columna. Ahí vamos:
En los fríos números que habríamos de tomar en cuenta si esto fuera una campaña política, un negocio o carrera de caballos, las Águilas de Filadelfia lucen mejor que los Jefes. Y no solo eso, sino que también, fiel a lo que cada año repito, en las unidades más importantes conforme el nivel del contrario se incrementa o la temporada avanza, como son las líneas ofensiva y defensiva, la brecha a favor de Filadelfia se ensancha. La lógica de este deporte dice que si pones hombres grandes, pesados y atléticos para que nadie moleste a tu pasador (Quarteback) y abran camino para tus corredores, terminarás por controlar el reloj de juego, lo que hacia el final del partido se traduce en mayor desgaste físico del adversario, facilitando que tus jugadores se impongan por fuerza, más que por trucos. Y en la defensa, los hombres grandes impiden que el pasador y corredores contrarios avancen, obligándoles a regresar el balón sin posibilidad de poner puntos en el marcador. En eso, que es la clave de este deporte si los genios y los errores no existieran, no habría duda para sentenciar al ganador de hoy. Pero…los genios y los errores, existen.
Por eso de los genios y los errores, y porque el librito de la adivinación dice que siempre hay que estar con el campeón, pienso que hoy veremos a Kansas City imponerse; pero sería muy fácil dejarlo ahí, tengo que justificar el cómo y el porqué.
Durante toda la temporada, los Jefes batallaron mucho para ganar sus partidos, si los factores de errores y genios hubieran jugado para los otros bandos, este equipo estaría eliminado hace semanas. El asunto aquí, en las letras chiquitas de los análisis, es que tenemos a una escuadra que parecería jugar tres cuartas partes del juego para ponerle sabor, pero que siempre al final se aplican, dejan de cometer errores y los provocan en sus contrarios, y aparece el genio de Patrick Mahomes y el staff de entrenadores con jugadas y estrategias elaboradas e inteligentes.
Pronóstico: si Kansas City juega desde el principio con el sentido de urgencia que lo hace hacia el final de los partidos, veremos a una arrolladora el día de hoy. No me sorprendería ver ofensivas en serie (sin permitir sustituciones del rival) por parte de Mahomes desde el primer cuarto, porque, de tomar los Jefes una ventaja temprana, el plan de juego de Filadelfia se vuelve predecible, y sus fortalezas sufrirán un desgaste físico que será determinante al final de la noche.


Socarrat

publicado el 22 de diciembre de 2024 en Saltillo 360, de Vanguardia

HOY SE HABLA DE… SOCARRAT – Saltillo360

Metáfora a tantas cosas de la vida, saber si salió el socarrat solo es posible cuando el contenido del recipiente se ha vaciado. Por ahí de las tres de la mañana, luego de llenar un par de tupers con lo quedado, descubro que sí, hay socarrat: es el arroz que se pega al fondo de la paellera; hay un punto dónde el consomé ha evaporado por completo y los granos deben ser más suaves que al dente, el término aplicado a las pastas. El arroz necesita un poco más tiempo de cocción, es entonces que puede darse el socarrat, también llamado torraet; tropicalizando, diría que es como el quemadito de la plancha que algunos pedimos con los tacos de bisteck, esa inyección de colesterol tan deliciosa, tan asesina. Es un tema entre los amantes del arroz eso de presumir la base del sartén con un característico tostado, caramelizado podría decir, sin llegar a estar quemado; ni tan-tan, ni muy-muy.

Ser anfitrión de un grupo de amigos que retan el status quo social de evadir temas como la política, religión, filosofía o fútbol, siempre termina en reflexión. Dando bandazos en una mesa redonda desde la NASA hasta el centro histórico de Saltillo, del Sol del Norte a Vanguardia, de Vega Sicilia a Doña Pola, del liberalismo al estatismo y de Arjona a Benedetti, también aparecen los temas personales, familiares y laborales, siempre abarcados desde un plano conceptual antes que testimonial: si alguien nos platica de la pérdida del diente de su hijo, él mismo zanjará el tema con algo parecido a La persistencia de la memoria, no con los honorarios del dentista o los atributos de su recepcionista. Somos como el reparto de la nueva película navideña de Ben Stiller: a nadie apantallan las piruetas, logros y responsabilidades de tu vida personal cuando no conectas con otros; spolier: el personaje de Stiller presume a quien quiera escucharlo los pormenores de su “importante” trabajo, irrelevante para el contexto, intereses y necesidades de quienes le rodean.
El asunto es que, volviendo a la tres de la mañana, observando las etiquetas de botellas, los ceniceros, copas, caballitos y platos sucios, decido recoger un poco antes de ir a la cama. Mientras limpio, imagino y saboreó en la mente la textura y sabor del socarrat, y pienso que, si con la paella salí bien librado con mis invitados, esa costra crocante será una recompensa adicional al intercambio de ideas de hace unos momentos. Si existe un aforismo inglés diciendo que la venganza es un platillo que se sirve frío y nosotros afirmamos que lo que mucho hierve su sabor pierde, entonces, pienso que el agradecimiento es un plato para comerse al tiempo, como el socarrat.
Luego de un buen rato de ires y venires al bote de basura y de fregar trastes, raspo con la pala de madera el fondo de la paellera. Los primeros granos se desprenden con facilidad, pero conforme avanzo un poco más, el arroz restante está más y más adherido al hierro fundido. Paso los siguientes cuatro minutos peleando con utensilios de cocina, haciendo más ruido que adolescente con batería nueva y pienso que los vecinos me han de odiar, pero apenas me voy poniendo a mano con sus jueves de carne asada y música de banda.
Completo más o menos medio plato de socarrat. Mañana, no le aunque sea un día feriado, pesará la malpasada. A estas alturas de la noche y de la vida (¿o es que va siendo de día?), poco importa el maridaje, y me sirvo un buen mezcal; con el paso de las horas, de los días y los años, hay un punto sin retorno donde el gusto se acomoda, no a aquello del deber ser, sino al lúdico placer.
Aparece por la lavandería el afroamericano (en realidad, se llama Negro, pero por aquello de la corrección política, inclusión y todas esas banderitas de actualidad, aquí he de llamarle afroamericano), el gato que se parece a mí: ojos verdes y siete vidas en una sola venida al mundo. Maúlla, ronronea y pasea por mis chamorros. El sol se abre paso entre las persianas. Termino mi plato, apuro el mezcal y le sirvo agua con sus croquetas, o cómo sea que se llame la comida a granel para gatos.
Me voy a dormir. Y sueño con socarrat, con esa costra adherida, que, sin ser plato principal, es igualmente apreciada, tal vez por su brevedad, o quizá por su sabor, por brindar con los amigos, o por sentirme con vida.



La Güera Pasteurizada

publicado el 3 de noviembre de 2024 en Saltillo 360, de Vanguardia


“Muchas cosas carecían de nombre, y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo”. Esto lo escribió Gabriel García Márquez en los primeros párrafos de Cien Años de Soledad.

Pues bien, hoy les voy a platicar algo de mi madre, a quien hoy despedimos. Y es que, en dos circunstancias de su vida, no existieron palabras para describir su situación, como en la novela de García Márquez.
La primera palabra inexistente para identificar a mamá: a la muerte de mi hermano, nadie dio con un adjetivo para nombrar a ese dolor de una madre, cuando fallece su hijo. A partir de hoy me llamo huérfano pues quedo sin padre y madre, a diferencia de cuando murió Pepé, cuando para ella no hubo un vocablo para describirla, no hay una palabra para eso. Pero al rato regreso a esto para darle vuelta a esa situación.
Van un par de antecedentes para la otra palabra. Fue mi abuelo quien, en años de la post guerra, trajo la primer pasteurizadora a Saltillo; a mis tíos, a mi madre y a mi tía, les decían los Güeros Pasteurizados. Por el lado de mi abuela, aparece el lado dulce: un gusto por la elaboración (y consumo) de conservas y cajetas, de finos dulces de leche, y quién sabe qué cosas más; ahí anda mi tío Lucano, todavía cargando el nombrecito.
Con esto quiero hacer gala de sangre trabajadora. A sus nietos, los invito a hacer conciencia de la mezcla de su sangre, que reconozcan en ella, la ascendencia de la abuela.
Total, que viniendo de familias muy trabajadores, hace más de cincuenta años, platicando con mi padre, le comentó de sus planes de ponerse a trabajar, como lo hacía desde niña. Reconocimiento a mi padre: siempre con buenos empleos, llevando su casa con suficiencia, sin mediar necesidad ni restar en dignidad, apoyó en eso a mamá. Fundaron entonces un negocio del cual te ofrezco una estampa:
Ella levantaba la cortina en la mañana y realizaba algunas ventas. A la hora de comer, cerraba el negocio y pedía a un par de jóvenes que cargaran la camionetita, una de estacas, ya bastante vapuleada, le llamábamos, la Chimoltrufia. Regresaba por la tarde luego de entregar y comer a la carrera. Volvía a abrir y cerraba hasta la noche. Las ventas de la tarde se entregaban después del cierre, o al otro día antes de abrir. Así durante muchos años. Estoy hablando del siglo pasado, con la conciencia colectiva de aquellos años.
Hoy dicen que si algo no se nombra, no existe. Entonces, de alguna manera, aunque la palabra para describir lo que hacía mi madre sí existía en el diccionario o en el ideario, nadie la nombraba, por lo tanto, era letra muerta, pero ella de cualquier forma lo hacía. Esa palabra, que hoy está más viva que nunca, que la escuchamos y la vemos accionar en todas partes y en todo momento, es, feminismo.
Para mí, y para orgullo de sus nietas y nietos, ella fue la primer feminista de Saltillo. Podrá alguien no estar de acuerdo en algo de lo escrito aquí, pero como siempre digo: me pueden corregir un dato, pero nunca el garabato.
Volviendo a la primer palabra, nos encontramos con la promesa de la religión que bautizó a mi madre y también le dio su último sacraento, según esa creencia, hoy es recibida por su padre y madre, sus hermanos y su esposo, y por supuesto, su hijo.
Entonces, felizmente, podemos decir que esa primera palabra inexistente ya no aplica a mi mamá: hoy se ha reencontrado con su hijo. Es en esa doble cara de la vida donde, por consecuencia, tenemos que por acá nos quedamos tres huérfanos; pero en esas tantas cosas que la vida nos ofrece a sus nietos y sus nietas, a mis hermanas y a mí, nos queda el consuelo de repetir con mi madre lo que nos ha venido sucediendo tras las muertes de los Pepés: encontrar en cualquier sitio y circunstancia, a personas que vivieron distintas experiencias con ellos, y que nos platican de eso, pues ahí los vemos a ellos, sabiendo que siguen entre nosotros. Esperamos, expectantes y abiertos, todas esas historias de las cosas que en algún momento hizo ella en otras facetas de su vida distintas a ser abuela y madre.
Entiendo que ella fue diferente para todos, cada quien la recordará de acuerdo a la personalísima relación que cada ser humano tiene con los demás, pero para fines de comunidad, les pido que en lo general, conservemos de ella dos imágenes comunes, donde ella fue ella, sin más adjetivos que un ser humano con la gracia de vivir: les invito a recordarla en dos formas que para mi significan la esencia de su ser, además de abuela y madre: La Güera Pasteurizada, y la Primer Feminista de Saltillo.

Duelo silenciado y código mariposa

publicado el 13 de octubre de 2024 en Saltillo 360, de Vanguardia


Silencioso, desautorizado, secreto. De varias formas se nombra y de distintas maneras se entiende. Se trata del luto que llevan las personas que pierden un bebé en las etapas de gestación o primeros días de vida; en etapa perinatal, es el término adecuado.

No es que exista una falsa creencia indicando que no hay sufrimiento en tales circunstancias, es más bien como una laguna social que desatiende la necesidad de acompañamiento y respeto en estos casos.
El 15 de octubre, en el marco de la celebración del Día Internacional de las Pérdidas Gestacionales y Neonatales, se vivirá la Ola de Luz Mundial, evento que ilumina, reconoce y recuerda a cada bebé fallecido durante el embarazo, el nacimiento o sus primeros días de vida. Aquí en Saltillo, a las 7 pm en la explanada de la clínica 89 del IMSS, el próximo martes, puedes llevar una veladora y vestir de rosa y azul para acompañar a los familiares de esos bebés, también llamados ángeles.
La intención de mi escrito es hacer eco de organizaciones formales o en proceso de protocolización, como la asociación Es por Ti, no solo para el acompañamiento de la Ola en estos días, sino para generar esa comunicación y conciencia en nuestra sociedad para que juntos demos los pasos necesarios para atenuar ese inmenso dolor que sienten quienes pasan por esa pena. ¿Cómo se logra eso? Para iniciar, con pequeñas y desinteresadas acciones.
Ya sea que las leyes, normas y direcciones lo marquen o no, la atención que demos a los detalles nos puede convertir en valiosos apoyos para quienes sufren: sabiendo que nunca lo entenderemos igual por no estar en la misma situación, lo que nos queda es practicar la empatía desde las acciones, desde cualquier ámbito en el que nos encontremos.
Desde la familia, buscando y encontrando las palabras o gestos adecuados; desde las instituciones médicas, identificando a esas madres para evitar cualquier protocolo que les recuerde de forma innecesaria su pérdida; desde los centros de trabajo, concediendo los permisos necesarios hasta que el dolor permita reinsertarse a las labores; desde el compañerismo en cualquier ámbito, esforzándonos por cubrir obligaciones y responsabilidades de los dolientes; desde los gobiernos, liderando a la sociedad facilitando que todas las intenciones de sanación sean atendidas.
En esto último, recojo el concepto del Código Mariposa, que a grandes rasgos trata de hacer visible a la madre que ha sufrido la pérdida, para que todos los que la atienden y procuran, ya sea de forma directa o indirecta, entiendan la singularidad del caso y actúen en consecuencia. Por listar algunas cosas para explicarme mejor, te diré que sería certero legislar sobre este ú otro código similar, para que esos pequeños e inocentes detalles no sean pasados por alto: tener a una madre sufriendo esa pérdida en el mismo lugar donde otras reciben a sus hijos, les dan de comer y los disfrutan; personal de hospitales que no conocen el caso y hacen preguntas o en ocasiones hasta llevan cosas para el bebé que se esperaba; personal administrativo en clínicas y centro de trabajo, quienes tienen la obligación de documentar todo, pero cuando no reciben un código o no conocen un caso, pueden caer en bienintencionados comentarios o requisiciones que terminan por ser hirientes… igual en toda actividad que de ahí en adelante haga la madre…por el resto de su vida.
En el México de hoy, donde la sociedad civil y los gobiernos de cualquier nivel y partido encuentran resistencia a sus particulares puntos de vista, acompañar, difundir y legislar a favor de este tipo de movimientos que acogen a tantas madres, padres y familiares que sufren por la prematura partida de un bebé, es la empatía que podemos mostrar para ofrecer esa insuficiente piedad que puede ser leída desde la religión o la sicología, desde la sociedad y el gobierno, desde la niñez hasta la vejez, porque para todos significa lo mismo, en eso no tenemos diferencias, y nos puede servir muy bien para subsanar en algo, esas lagunas que sin querer, hemos dejado en nuestra sociedad.
Martes 15 de octubre Día Internacional de las Pérdidas Gestacionales y Neonatales, 7 pm en la explanada de la clínica 89 del IMSS, la Ola de Luz Mundial.



XXX Congreso de la Mujer

publicado el 22 de septiembre en Saltillo 360, de Vanguardia


Tienes doce años y te diriges a la escuela con tu madre. Falta una década para el ataque de Al Qaeda en contra de los Estados Unidos; Alemania es campeón del mundo en fútbol; se disuelve la Unión Soviética y Bryan Adams aparece en la cima de Billboard. Tiempos también de los etarras en España. Antes de llegar al colegio, una bomba instalada en el auto, estalla. Pierdes ambas piernas y tres dedos de una mano; tu madre pierde una pierna y un brazo.

Ese atentado es base del testimonio de Irene Villa, una de las voces invitadas al XXX Congreso de la Mujer organizado por Familia Unida Saltillo y Pastoral Familiar. La tragedia es solo el inicio de todo, en su conferencia “Saber que se puede”, Irene habla de superación, familia, trabajo y deporte; pero su mensaje más importante, es acerca del perdón.
Este 26 de septiembre, en el mismo evento y por el mismo boleto, también tienes la oportunidad de escuchar a alguien que bien podría alternar en el programa de Shark Tank: Pilar Jericó (no, nada qué ver con el diputado) te dará herramientas para superar los obstáculos en cada etapa de tu crecimiento personal. Aunque el expertise de Pilar va por el lado de emprendimiento, “Vencer el miedo” es una charla donde los conceptos de desarrollo aplican para todos los matices de tu vida diaria.
“Mundo Fani” (FANI: fragilidad, ansiedad, no linealidad e incompresibilidad), es un término acuñado tras la pandemia del Covid-19. El Dr. José Antonio Lozano, en el cierre del evento, hablará de la esperanza y la paciencia como parte del camino para sobreponerse a las circunstancias de un mundo caótico y cambiante en sus normas y desafíos. Te recuerdo que Lozano es doctor en derecho, prohibido acosarle con dudas sobre molestias físicas.
También el próximo jueves en Villa Ferré, Piki, alías Andrés Martínez, te platicará desde su experiencia en sus proyectos de Mundo Imayina y Dr. Sonrisas, cómo es que “Los sueños no se cumplen, se construyen”. Seguro compartirá ese simbolismo que él ve en la nariz de payaso que usan sus voluntarios en las visitas a los niños en tratamiento: sacarte el corazón del pecho y ponértelo en la cara. Interesante conocer la forma en que cumpliendo los sueños propios, se logra generar alegría para los demás.
Y dentro del programa, en esta edición se cocina algo inusual: una plática impartida por dos personas. Confieso que no tengo idea de cuál será el formato o la dinámica, pero por la pura curiosidad de ver cómo se desarrolla una conferencia compartida, me gustaría estar ahí. Martín y Lizzy Valverde, además de ser pareja, son motivadores que presentan “Habilidades de Resiliencia”. Ella, psicoterapeuta con amplias credenciales, él, músico profesional. Adelanto que va a ser interesante la combinación de su lírica músical, con el conocimiento científico de ella, todo desde la fe y la espiritualidad.
“Hoy me comprometo, creo y vivo”, es el eslogan o subtítulo del congres; “Reconocer los medios para fortalecer la esperanza que nos ayude a vivir el hoy” es el objetivo.
Jueves 26 de septiembre en Villa Ferré. Por la mañana inauguración a las 9:30 am, tres conferencias y luego cada quien a comer con su familia; por la tarde, otras tres charlas a partir de las 16:30. No quiero parecer locutor, pero… ¡No te lo puedes perder¡
Tel. 844 4160858. Facebook e Instagram @FamiliaUnida Saltillo. WhatsApp 844 3920462

GYM

publicado en septiembre de 2024 en Saltillo 360, de Vanguardia


Para cuidar del corazón acude uno al gimnasio; para cuidar de los sentimientos mejor refugiarse en misa, terapia, la reunión familiar, la carnita asada… o ver un capítulo de Everybody loves Raymond. Bonita condición humana esa dependencia de órganos que, entre otras cosas, sirven para que tantos profesionales tengan una digna ocupación: el cerebro no funciona sin irrigación sanguínea mientras el corazón no bombea sin órdenes del cerebro. No vive uno sin el otro, así como historia de amor apache, o de bachillerato.

Total, que ahí me tienes de visitante consuetudinario en el gym cuidando del corazón y tratando de recuperar el six pack que yo sé, se esconde bajo eso que mis hijas llaman la pancita legendaria. Acudo con regularidad, más porque recibo el cobro recurrente en la tarjeta de crédito que por dar mantenimiento a la carrocería que el sarcástico dios asignó a esta consciencia, alma, espíritu o caricatura; ya sabes cómo es esto: para suspender mi membresía tengo que llegar el día exacto, a la misma hora, con el mismo outfit y con la misma recepcionista, durante la semana del aniversario de la suscripción.
Aunque cuido de no establecer mucho contacto visual para no convertirme en Lord Mirón o algo similar, es imposible despojarme de la imaginación cuando me encuentro en este tipo de microcosmos. Entonces, para hacer la rutina más amena, permito a la mente divagar y juego un poco a la omnisciencia, conjeturando qué escuchan los demás visitantes en sus auriculares.
Por ahí anda alguien de mi generación que debe escuchar un heavy metal. Aquel otro, adivino, tiene en su lista de reproducción puros corridos tumbados; aquella jovencita tiene cara de Taylor Swift mientras su madre ha de escuchar un podcast de meditación. El mamado que arroja las pesas al suelo como si quisiera recrear en este edificio lo ocurrido en las torres gemelas, quizá le da vueltas a su playlist de música electrónica. El tristón reproduce una y otra vez los audios de su madre muerta, el estudiante aplicado repasa audiolibros para sus exámenes al tiempo que el funcionario público sintoniza Desayuno con Juan Manuel Udave. Anda también por ahí Narciso, quien luego de cada repetición comprueba en cuántas micras aumentó su musculatura, así como el proveedor de proteína y quién-sabe-qué otras sustancias, infaltable en todas partes.
Y sucede que, mi vecino de caminadora atiende una llamada telefónica. Al terminar, algo ocurre con su aparato, supongo que una tecla presiona, o sus auriculares se quedan sin pila, o alguna configuración tiene que se desactiva el bluetooth, y lo que antes solo él escuchaba en sus auriculares, ahora lo oímos quienes estamos a su alrededor. Por su facha, edad y lenguaje corporal, pensé que su música sería algo de moda, algo estridente para mí, algo más apegado al ruido que al ritmo o a la poesía, algo de lo que mis hijos ponen en mi camioneta cuando nos desplazamos del hoy al mañana y del ayer al hoy. Pero no, me parece reconocer una de esas frecuencias en Hz precedidas por un número como 33, 285, 396, 417, u otra cifra que por su trasmisión evoca más al orden de Fibonacci que al caos del mundo percibido; aclaro: no es que tales frecuencias y la citada secuencia tengan necesaria conexión, nunca falta el nerdcito que me corrige los datos, aunque nunca los conceptos. Es un agradable descubrimiento; un halo de paz, tranquilidad, vigor y optimismo se cierne sobre nosotros.
Me doy cuenta que a mi edad, con todos mis años, vivencias, alegrías y descalabros, sigo siendo un tipo prejuicioso que se deja llevar por las apariencias y primeras impresiones; esta experiencia puede cambiar eso.
Salgo del gimnasio con renovada perspectiva, pero no con una nueva visión del mundo, ese es tal cuál es por la suma de conciencias, esa configuración social que pretende igualar todo lo que por naturaleza es diferente, no es por eso que entendemos por conciencia colectiva, geopolítica u orden mundial, es más bien por otra forma de percibir a las personas que habitan este planeta: individuos como tú y como yo, que nunca son cómo los imaginamos, que siempre, pero siempre, son distintos, más virtuosos y complejos debido a la singularidad y no por usos y costumbres; seres que resultan ser más interesantes de lo que creemos ver en un gimnasio, en una cafetería, o en los pasillos del supermercado.