Brexit y el mundo feliz


Publicado el 03 de Julio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia





“cuando el individuo siente, la sociedad se resiente”.  Aldous Huxley



        Para estos días ya todos estamos familiarizados con el término. No era el atractivo nombre de un afamado caballo buscando una triple corona en el este de los Estados Unidos, ni era el principio activo de una nueva medicina que cure el cáncer, que baje la gripa o que levante la impotencia; no hacía referencia a un concurrido table dance de moderna y desvelada metrópoli como tampoco era la denominación comercial de alguna marca dónde habría de aparecer la letra equis, como lo exigen los cánones que mandan en los mercados, en la comunicación y en la psicología del consumo.


    No, ahora sabemos que Brexit es la contracción o acrónimo en inglés que enuncia el voluntario abandono del Reino Unido en todo lo concerniente a la unión europea. Y los argentinos no saben si seguir llorando el penal fallado por Messi o celebrar lo que parecería un paso hacia atrás de su históricamente, aborrecido e imaginario enemigo; los gringos dudan si respaldar moralmente la decisión de su hermano mayor-menor ante la ignorancia de pisar un inédito escenario que ni siquiera podrían haber imaginado o previsto los Lincoln, Washington, Rockefeller o demás vacas sagradas de la religión norteamericana. Y en México, pues bueno, no tardamos en decir que es una cortina de humo para tapar la cloaca que nos cargamos, así sea que el humo no disimula el olor.


      Mientras, dándole vueltas a las páginas escritas por Aldous Huxley que a veces parece más certero que Juan el de las revelaciones o Nostradamus el de las interpretaciones, percibe uno en el individualismo el porqué de un pueblo que elige desde una decisión personal, separar su destino en lo comunal, como aislado ha estado siempre su territorio, de sus todavía aliados en ciertas políticas económicas, en política exterior y en otras formas de cooperación multinacional. Porque ciertamente y como lo planteó hace tanto tiempo Huxley en su crítica hacia un futuro, con un gobierno mundial centralizado, una ciudadanía global, una sociedad consumista, un liberalismo sexual sin una base de amor y una sumisión, omisión o negación de las corrientes religiosas y/o filosóficas, ser ciudadano del mundo feliz pudiera no ser lo que parece.


      Y es que, las bondades a largo plazo que platican las teorías de las economías de mercado para el bien común en base a la productividad y la propiedad privada, chocan con la realidad inmediatista de las políticas de consumismo irracional en beneficio de los dueños de las canicas, de aquellos que hacen girar al mundo en base al hedonismo y la masificación del mismo. Y por eso en Alemania abren sus fronteras a todas las nacionalidades desde una política propagandística de su pensamiento, para que sus firmas puedan seguir colonizando mercados y facturando aberraciones llenas de dígitos, y por eso los norteamericanos reciben gente de todos colores para sostener un país que en el paralelismo a lo individual, si deja de consumir es más grave que si deja de respirar, y por eso españoles e italianos ya no saben dónde meter la cabeza, porque luego de alimentar con comida chatarra al gran monstruo del consumo, la naturaleza dicta que habrá que limpiar lo que este ensucie, descargue, evacúe, defeque o…. cague.


     De ahí que los británicos e irlandeses, una vez más y pese a lo que muchos se piensan que es un error, vuelven a ser pioneros en dar el viraje cuando las cosas caducan, se tuercen, se envician o simplemente fracasan. La naturaleza del hombre no da para ser encuadrado en sistemas universales de control, y el individuo del Reino Unido ya se lo dijo a sus gobiernos. La propiedad privada, el arte, el pensamiento libre, el amor y la necesidad de creer en algo más grande, son cosas inherentes a la condición humana, así como el nacionalismo o sentido de pertenencia a una nación, a un pueblo o a una raza también lo son; ir en contra de eso o pretender que se puede convivir armónicamente sin diferencias, es una utopía que muy bien concluyó y desbarató Huxley en su distópica obra, es ir en contra de la naturaleza.


      Para ahondar en las repercusiones económicas que mundialmente traerá el Brexit ya hay miles de expertos en su verborrea, mismos que en su tiempo habrán aplaudido la formación, formalización y trabajos de la unión europea como un importante paso de la humanidad hacia una nueva era, una nueva y globalizada civilización como nunca antes en la historia del mundo.


     Para los demás, nos queda preguntarnos si los británicos están evolucionando hacia un mejor mundo, cuando son los primeros en enmendar los pasos de sus gobiernos desde la naturaleza humana a través de un voto ciudadano, y no desde el inmediato interés económico de una nación.


     “No hay civilización sin estabilidad social, y no hay estabilidad social sin estabilidad emocional”, se lee en alguna parte de Un Mundo Feliz. Y si, primero, la estabilidad emocional del individuo, después, la estabilidad social, y entonces sí: una nueva civilización donde siete mil millones de personas encuentren no las coincidencias superficiales entre sí, sino las respuestas trascendentales dentro de sí.     



     

     

    

    

     

Zapatos Rotos


Publicado el 26 de junio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




         Era justo la hora de comer. Caía una tormenta que por la mañana ningún meteorólogo aficionado había previsto y, debajo de un pequeño toldo abarrotado de amigos, inútilmente trataba de guarecerme de una airosa lluvia que en momentos parecía provenir de los cuatro puntos cardinales. Como que no hemos entendido que cuando un pronóstico dice que hay un diez por ciento de posibilidad de lluvia, quiere decir que ese día probablemente habrá lluvia, no qué si esta llega a caer, será en esa pequeña proporción comparada con el bíblico diluvio que de no ser por Noe… ahhh no, ya ando desvariando otra vez, y me van a linchar de nuevo los come-curas que dicen descifrar las metafóricas enseñanzas de Dante, Ulises o del Quijote, pero que no entienden el mismo recurso literario en las llamadas escrituras sagradas.


      En fin, atendía en ese evento una de esas responsabilidades que a mi padre tanto le gustaban y que tanta gente evita a toda costa: una posición honoraria desprovista de emolumentos materiales o económicos, llena de lo que coloquialmente llamamos broncas gratis, sacarse el tigre en la rifa, ponerse de pechito para ser piñata de quienes tienen algo porque quejarse o ser blanco de quienes tiran la piedra y esconden la mano sin saber que la piedra va pletórica de sus huellas dactilares; pero también, justo es decirlo, son oportunidades que te acercan a conocer mejor a la gente, caminos por dónde se cruzan personas llenas de entrega y pasión, compromisos que tarde o temprano pagan lo que Master Card no alcanza a comprar.


     Y como lo venía haciendo en ocasiones especiales desde exactamente una década atrás cuando tomé del armario de mi padre unos buenos zapatos que no se llevó a la tumba, ese día los usaba como una forma de honrar su memoria en mi interior, haciendo cosas que a él le gustaban y que en mi ambiciosa juventud había evitado por la inutilidad material en eso, pero que ahora estaba haciendo desde una madura y personal elección. Y cesó la lluvia.


     Por alguna extraña razón ajena a mi despreocupada naturaleza (valemadrismo, pues), ese sábado fui previsor y tenía un cambio de ropa disponible, así que me fui a cambiar de atuendo. De cualquier forma, no pude ser tan sensato y, además de calcetines, olvidé otro par de zapatos para la ocasión. Así que con los mismos zapatos empapados y sin calcetines, me uní nuevamente a dónde todos convivían un rato tras la tormenta que rápidamente pasaba de ser un serio y conocido problema a superar, para convertirse en una alegre y singular anécdota para narrar.


      Pero, siempre ha de haber un pero para que pueda nacer una historia. Los agoreros del mal agüero fueron recompensados por Tláloc, Zeus, San Isidro Labrador o San Pedro. Volvieron las oscuras nubes a tapar la luz del sol y, contra toda probabilidad, la lluvia volvió a azotar a aquel familiar evento. Otra vez el agua dejo toda mi ropa empapada mientras el escurrimiento de todo mi cuerpo resbalaba hasta encontrar una salida entre aquellos viejos zapatos.


      Finalmente y como siempre pasa en este mundo, la tormenta terminó. El resto de la tarde todo avanzó conforme a lo previsto y para la noche ya estaba en mi hogar. Con pena, mientras me desvestía para ir a la cama noté que los zapatos de mi padre se habían desprendido de la suela, estaban totalmente destruidos. Un par de días los tuve en mi habitación como mudos testigos de las tormentas que siempre dejan secuelas donde no se les requiere, pero que también son el equilibrio que permite a los campos florecer.


      Los zapatos de mi padre fueron a parar al basurero cuando me convencí de que no tenían compostura. Los deposité en el bote de la basura sabiendo que ni siquiera el más miserable de los más necesitados encontraría en aquel amasijo de piel y baqueta algo rescatable para usar. Agradecí que, durante exactamente diez largos años desde que recogí de casa mi madre algunas pertenencias de mí progenitor, ese par de zapatos habrían tenido en mi alguna utilidad que sobrevivió a la muerte de Papá.


       Pasaron algunos días y había dejado reservada solo para mí conciencia la historia de los viejos zapatos de mi padre que, a pesar de su buena calidad de componentes y hechura, habían muerto a causa del torrencial aguacero. Era algo más bien personal que carecía de elementos suficientes que pudieran aportar interés a alguien más.


      Pero sucedió que el domingo pasado, desperté con la felicidad de tener a toda mi familia reunida en casa por primera vez en una decena de meses luego de un prolongado ciclo escolar. Salí de mi cuarto escuchando las voces de mis dos muchachos, de mis dos princesas y de mi bella esposa; y, siendo que era el día del padre, sabía que un regalo me esperaba. Ya lo has adivinado: recibí de mis hijos un par de zapatos que sin que ellos lo supieran, venían a ocupar un importante hueco en mi vestidor. Zapatos para seguir caminando por este, a veces complicado, a veces injusto, a veces inentendible mundo; pero siempre también, disfrutando de la maravillosa sensación de esa vida que, en muchas ocasiones, se percibe mejor bajo la lluvia. 

cesarelizondov@gmail.com

    

¿Todos somos Orlando?


Publicado el 19 de junio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




        Con solo un poco de apertura de tu parte, estoy seguro que nos vamos a entender muy bien hacia el final de esta columna; pero ten paciencia en tu lectura. Primero que nada, dejemos de hacerles caso, de darles crédito y de hacer eco a las palabras de quienes, desde un supuesto bagaje científico, descalifican a priori las (también inciertas) palabras de algunas voces religiosas al tocar temas de diversidad sexual.
     Estos propagadores de la verdad científica saben vender muy bien una imagen de instruidos y liberales al tiempo que omiten planteamientos que la misma ciencia ha sugerido: muy poca gente nace con una tendencia homosexual por naturaleza; el hombre atrapado en cuerpo de mujer o la mujer que nació con un cuerpo de hombre, son casos rarísimos en los que, por alguna alteración hormonal o genética, el desarrollo físico del feto no se correspondió con los cromosomas del embrión. Hasta ahí es una cuestión científica, le compete a la ciencia médica.


       Pero luego vienen los gustos adquiridos de cada quien, el medio ambiente en el que se crece y se vive, los usos y costumbres, la experimentación y hasta las modas; todo eso es una cuestión social; y eso si es algo que nos compete a todos. Pero es claro que ahí también debemos observar todo el respeto de Iglesias, sociedad y gobierno, para aquellos hombres y mujeres que hayan decidido ser socialmente gay o lesbiana, ya sea por pertenecer a ese minúsculo porcentaje de quienes fueron orillados a eso por haber nacido en un cuerpo diferente, o por una libre y propia elección que hace justicia a la máxima prerrogativa del ser humano: el libre albedrío.


      Y no habrá sacerdote, científico o gobernante que pueda refutar el derecho del ser humano para hacer con su cuerpo lo que le venga en gana: hay quienes lo llenamos de alcohol, otros de cirugías, algunos de drogas controladas, otros de drogas ilegales, unos más de comida chatarra, de tatuajes, de joyas, de cicatrices y hasta de orificios. Nada de eso es natural y la sociedad, las religiones y los gobiernos no hacen mayor escándalo por ello.


     De ahí que todos somos iguales. Por supuesto que dentro de esa igualdad surgen ramas que nos llevarían a discusiones que dejaremos para posteriores ocasiones: ¿En cuál punto del alcoholismo, la dependencia a los fármacos, la holgazanería o la promiscuidad, empieza a perder el hombre ciertos derechos para no perjudicar a terceros? (léase adopción).  Pero ese es otro boleto, de otro tren, y de otro viaje que hoy no vamos a abordar.


     Entonces, partiendo del principio de que todos somos iguales en primera instancia y que lo que nos diferencía dentro de una sociedad son las elecciones que vamos tomando durante el transcurso de nuestras vidas más allá que la propia naturaleza, tenemos que ser discriminado, señalado o calificado por nuestro estilo de vida, termina por ser una cuestión de porcentajes sociales y no una cosa de principios morales, éticos o religiosos. Porque ahí tenemos que nadie califica de alcohólicos a quienes fueron asesinados hace días en un bar de la ciudad de Orlando. Y es que, si estaban en un bar, en otro tiempo y espacio habrían sido calificados de borrachos.


      Nada hace más daño a una sociedad que los calificativos denostativos que hoy hemos dado en emplear cuando, al acompañarlos de otro adjetivo, ciertos términos han dejado de ser entendidos por el colectivo como discriminatorios: ciudadano negro, gente latina, presidente mujer, bar gay… Tendríamos que entender que en ciertas ocasiones, cuando utilizamos junto a otro vocablo las palabras negro, latino, mujer o gay, estamos siendo redundantes o demasiado específicos, y entonces, pretendiendo parecer incluyentes, dejamos ver cuán discriminatorios somos en realidad.


      La masacre que un estúpido hombre hizo en ese bar de la Florida, dejó rápidamente de ser excusa de reflexión sobre lo que como raza humana y sociedad mundial estamos haciendo tan mal para presenciar continuamente atrocidades inexplicables; y entonces pasó de ser esa oportunidad de redención social para ser un intercambio de acusaciones, descalificaciones e intolerancias. Por un lado, quienes en su gran ignorancia no han entendido que, de existir un dios, este habría regalado a su criatura predilecta el don de poder elegir su estilo de vida sin menoscabo de la dignidad humana, y por otro lado, quienes desde su cómoda postura de eternas víctimas sociales, caen en las mismas faltas que señalan cuando piensan que la Iglesia es una persona, siendo que la Iglesia es un todo, y así como no todos los gays son promiscuos, tampoco todos los miembros de la Iglesia son intolerantes.


       El día que sin necesidad gramatical, dejemos de anteponer o seguir de otras palabras los términos gay, cristiano, católico, prole, persignado, júnior, santurrón, coreano, negro, gordo y mocho, ese día daremos muestras de eliminar los prejuicios, ese día daremos importantes pasos en contra de la discriminación. Ese día entonces sí, seremos todos Orlando. 


cesarelizondov@gmail.com

  



   

Los malos estan de vuelta


Publicado el 05 de junio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




         Dicen que el optimista ve el vaso medio lleno mientras el pesimista siempre lo verá medio vacío… y que el racionalista piensa que el vaso mide el doble de lo que debería. Claro! El racionalista jamás emitiría un juicio basado en sus percepciones sensoriales, la pura experiencia de lo pasado, el empirismo, la corazonada, o nada parecido a lo emocional.


     Vanguardia dio parte noticiosa durante la semana del caso: El sábado pasado fue detenida una especie de banda delictiva que operaría al norte de la ciudad. Colombianos, dicen las notas, que buscaban establecerse en Saltillo presuntamente para delinquir.


     No pude haberme sentido más estúpido luego de leer la noticia: ese sábado regresaba de mi trabajo y, al querer entrar en una colonia de las que tienen caseta de vigilancia y pluma de acceso, noté que una camioneta tipo familiar color blanca y un auto sedán gris esperaban estacionados a unos metros de la entrada. Al ver una pequeña fila de autos esperando ante el acceso restringido, pensé que ellos hacían lo mismo. Pero resulta que al pasar yo por el lado del acceso automático con tarjeta de proximidad, ambos vehículos se pegaron detrás de mi e ingresaron rápidamente ante mi duda de porqué habrían hecho eso. Pero como buen mexicano, decidí que no era mi problema.


     Pero que estúpido fui. ¿No era mi problema? Mis dos hijas estaban adentro de esa colonia y en el momento no razoné que un intruso podría ser una amenaza. El acceso al fraccionamiento (aún con toda la inconstitucionalidad que esto representa), debería estar condicionado y sólo habrían de ingresar quienes se registrasen ante la junta de colonos como residentes, visitantes asiduos, trabajadores y demás personas que tienen un tarjetón de acceso, o en su defecto, aquellos quienes atreviesen el calvario de registrar su visita eventual con identificación oficial y del vehículo.


     Y más o menos tenemos el parte oficial de lo que pasó más tarde: los presuntos delincuentes que se movían en los mismos vehículos que por mi descuido ingresaron a la colonia, anduvieron un rato de pendencieros para finalmente ser arrestados en otra parte de la ciudad cuando -para Ripley´s-, quisieron robar un auto que resultó ser patrulla. Y digo más o menos porqué esa no me la trago.


       Porque para algunos mortales, nos es muy difícil dejar de atar cabos y terminar por ser más racionales que el optimismo del discurso gubernamental o que el pesimismo de quien tiene los medios para largarse del país a vivir a otra parte: los malos están de vuelta.


      Igual que en el pasado lo hemos dicho, nos equivocamos cuando pensamos que, con diferencia de meses, hace unos años la delincuencia organizada asesinó en casos aislados a dos jóvenes ampliamente conocidos en nuestro estado. No, el común denominador fue que ambos crímenes fueron perpetrados en contra de sobrinos del gobernador en turno; eso es algo que entra en la definición de tendencia o móvil a manera de amenaza o sentencia, y que no debió ser descartado por las autoridades y comprado por la opinión pública para haber calificado esas tragedias como casos aislados. Y por supuesto, sólo quien quiera pecar de optimista dirá que es una inocente casualidad que los maleantes del sábado anterior hayan merodeado las casas del Procurador del estado, del Secretario de gobierno y del mismo Gobernador coahuilense. Quizás, como soldados, ellos no sabían ni dónde andaban, pero alguien está enviando mensajes con este tipo de acciones.


     Todo está a la vista: grupos de socios inversionistas dónde unos aportan la solvencia moral y otros la solvencia económica, que gustosamente se van incorporando en giros de negocios que tradicionalmente han sido manejados por lo más oscuro de la sociedad; negocios millonarios que hoy abren sus puertas con bombo, platillo y corte de listón bajo el cobijo de la gente cuya fortuna bien habida parece empezar a mezclarse con capitales de dudosa procedencia; otra vez puertas abiertas a todo aquel que haga lo propio con la cartera. Lavado, lavado, lavado y más lavado de dinero sucio; dinero sucio que proviene de negocios turbios, negocios turbios que nacen de personas sanas.


        En materia de seguridad pública, quienes hemos sufrido pérdidas humanas, económicas, emocionales o sociales, debemos entender que no podemos ser tan simplistas para ver un vaso medio lleno o medio vacío por nuestra personalidad, sino que debemos ser racionales para identificar y saber porqué están ahí otra vez todos los ingredientes para el caos y quienes los están sembrando, y debemos entender que con una simple acción podemos poner orden y garantizar la seguridad en nuestra casa: cerrar la puerta a los malos, a sus amigos, y a sus avanzadas.

 cesarelizondov@gmail.com



     



    

   

El tigre contra el tiburón


Publicado el 29 de mayo de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




          ¿Quién ganaría? La mitad del reino animal se inclinaba a pensar que el tigre por su mítica agilidad felina. Mientras, la parte restante creía que el tiburón se impondría gracias a su potente y legendaria quijada. El león, que se pasaba quince horas diarias dormido sobre su laureada melena solo para despertar cuando su pareja le proveyera alimento, ni por enterado estuvo de la pelea que se avecinaba para saber quién era el más fiero, el más fuerte y el verdadero rey de todos los animales. 


     El oso, que buena parte del año acumulaba y durante el resto hibernaba, tampoco fue convocado para aquella pelea de campeonato debido a su deplorable estado físico luego del largo invierno. La venenosa serpiente y la araña ponzoñosa igual fueron desairadas para cubrirse de gloria, y también el alacrán, que por su naturaleza pocas gracias se acarreaba. Por la nobleza del perro, por la pereza del koala y el pavorreal por ser torpe, también fueron ignorados. Cuando se supo el anuncio, desapareció la grandeza y el señorío que en tierra de ciegos presumía altiva el avestruz, e hizo lo que mejor sabía hacer: ocultar su cara bajo la tierra, pensando que así nadie notaría sus miedos, sus complejos y debilidades. Y ya sabes: pues la lenta y tortuosa tortuga llegó tarde a la inscripción. Y nadie escuchó a la fuerte y hacendosa hormiga, la que decía poder levantar treinta veces su peso; la pequeñez de su frágil cuerpo hacía imposible que los demás escucharan lo que tenía que decir y supieran apreciar lo que en su escala lograba. Era un raro mundo dónde la fuerza bruta del absoluto era más valorada que la eficacia del relativo.


       El delfín inteligente, las laboriosas abejas y la majestuosa cornamenta del alce estaban en otra cosa. Y el infeliz del gorila, quien de entrada fue vetado, por estar emparentado con el menos sabio de todos los animales. El obediente caballo, la velocidad del leopardo y el sentido de ubicación del murciélago no les alcanzaron para pelear por el título. El impávido conejo, así como el enigmático lobo quedaron muy rezagados. Mientras, el inescrutable, ambiguo y arrogante gato, se sentía bien representado por su primo el tigre.


       Se acercaba el día esperado y los animales discutían, apostaban y argumentaban. En la sinrazón del mundo, la inocente y fiel gacela, siendo presa predilecta del tigre, aplaudía a su depredador y fijaba su postura diciendo que el felino era el animal más capaz, más astuto y con mayores merecimientos para erigirse como el emperador del reino animal. Las rémoras, lo imaginas, siempre agradecidas con las migajas que el gran tiburón blanco les dejaba por su paso, seguras estaban de la supremacía de su gran benefactor, pues sin él, no imaginaban la vida.


      Las sórdidas hienas reían a carcajadas mientras lágrimas saladas escapaban al cocodrilo por sentirse desplazado siendo la especie viva más antigua sobre la faz de la tierra, hay quienes dicen que el loro expresó algunas huecas palabras y que un alegre jilguero cantaba algo que nadie entendía pero que todos notaban. El imponente elefante andaba junto al impotente jumento en camino a la pelea.


      La expectación era mucha, todos iban hacia allá, dónde aquellos agrestes animales se verían las caras para definir al rey de reyes. Y el pobre toro de lidia, astado por naturaleza y hastiado por haberse convertido en moneda de cambio, despojado del brío de su bravura por el bienintencionado hombre de corazón blando y cerebro igual, se arrastraba cabizbajo, presa de la más cruel de las paradojas al saber que su extinción estaba próxima sin los cuidados del mismo ser que hoy en nombre del arte, lo criaba, lo cuidaba, lo alimentaba, y luego, lo sacrificaba.


      El minotauro, la quimera y el centauro, así como los elfos, dragones y trolles, no fueron vistos por nadie en aquellos u otros días, aunque siempre fueron imaginados y muy queridos por muchos. ¿Y qué decir del unicornio?, pues bueno, para mí qué si existió: cuando aquel pintor de letras, lo dibujó en tono azul.


     Se cumplió la fecha y hora. Y puntuales asistieron el gran tiburón blanco y el sagaz tigre de bengala a dónde la frontera entre al mar y la tierra desaparecía como en un matrimonio: ahí estaban ambos, uno junto al otro. Pero, así como en el matrimonio, la tierra seguía siendo tierra, y el mar seguía siendo el mar.


     Expectantes, todos los animales se preguntaban si sería el tigre quien se sumergiera en las profundidades del mar para vencer al tiburón, o si sería el pez quien saldría del agua como en los inicios del mundo animal para conquistar la tierra. Y el tigre esperaba al tiburón sentado en la playa mientras el tiburón nadaba en su elemento esperando al tigre.


     Y allá en las alturas, un Águila surcaba el inmenso cielo, que, para mayores señas, estaba por encima de la tierra, así como sobre el mar. Observaba todo desde su privilegiada vista y se preguntaba, ¿A que juegan todos los animalitos allá en la tierra?





     

    

     

    

       


Maestros !!


Publicado 15 de mayo de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia



       Jamás pude con el álgebra. ¿A quién he de culpar?


      No habiendo reglas que así lo indiquen, en el prólogo o agradecimientos de un libro, el autor hace referencia entre otras cosas, a quienes le ayudaron a completar su trabajo. Invariablemente, cuando este hace el recuento de las personas que se enfrascaron en su proyecto, menciona que los aciertos pueden ser atribuidos a aquellos que le auxiliaron, pero que los yerros serán siempre obra de su propia autoría. En la obvia metáfora de una vida, igual nos pasa con la gente que de alguna u otra forma, han estado ahí mientras acomodamos los ladrillos que tarde o temprano terminaran por construir algo.


      Aunque algo recuerdo de algunos de ellos, quienes me impartieron clases alrededor de las matemáticas han quedado relegados del feliz anecdotario del agradecimiento, quizás no por ser un cínico malagradecido, sino por el mecanismo de defensa que con suma habilidad nuestra mente levanta para borrar del consciente aquello que nos representa el fracaso o la incapacidad.


     Y aunque en otras actividades el chango viejo tampoco podía aprender mucho, la naturaleza del porqué estaba ahí lo hace menos humillante: Mientras Carlos Estrada se frustraba porque no aprendía yo cómo pegar un buen golpe de tennis, para mí no solo se trataba de ser un mejor tenista, sino de ser un aficionado deportista más completo, una persona más integral, en lo que Carlos si me aportaba.


     Regresando hasta la infancia y abarcando toda clase de campos del conocimiento o la vida, los recuerdos de quienes influenciaron mis días desde la docencia se agolpan en rápida sucesión: desde mi primera memoria del jardín de niños dónde la maestra me arrancó de mi padre para decirme que ella personalmente se encargaría de que me sintiera bien en la escuela, cosa que desde ese primer día de clases fue una realidad a través de los años gracias a esa dama, hasta los consejos que hace una semana me diera Eduardo para batear la pelota de softball con mejor impacto.


      Aprendí de los excelentes Coaches Uresti y el Seco, Inés Hernández y muy brevemente Espino y Pancho Cárdenas, que en la vida como el en fútbol americano no existen el karma ni los milagros, que todo es resultado de la disciplina y que no hay enemigo pequeño como para desdeñarlo, ni adversario tan grande que no podamos vencer. Por mis maestros José de Jesús Galindo en la secundaria y del licenciado Esteban que me dio clases de derecho, supe que el alumno es mucho más que un número de matrícula y un mocoso que todo le debe al mundo porque sus padres le hicieron el favor de engendrarlo, sino que también ese joven le debe exigir al mundo de los mayores un digno lugar. Del Hermano Pulido y de Tita Cárdenas (de quien hoy sigo aprendiendo) que ni siquiera estuvieron al frente del aula conmigo, y con el contador Pinedo en la escuela de Mercadotecnia, entendí que un buen maestro ve más allá de lo que los otros ven, y que siempre habrá gente dispuesta a trabajar con y por las ovejas negras reconociendo ahí la responsabilidad de enseñar, y no solo la oportunidad de brillar como es con los alumnos más aplicados.


      Como enano basquetbolista, Antonio Segura y el recién finado Jorge Jaimes me ofrecieron su amistad cuando sus amplios conocimientos se toparon con la rebelde y corta juventud. El maestro Solís que bien me enseño civismo y me hizo interesar en las cuestiones políticas, sigue siendo para mí un referente del buen católico cuando lo veo participar activamente en las misas de San Pablo Apóstol. Y si, amigos de la primaria: sigo enamorado de la maestra Lety.


      Lo he dicho antes desde mi posición de padre de familia: es torpe devaluar el rol de padre que es único ante cada uno de nuestros hijos por el espejismo de ser amigo ellos, amigos tendrán tantos cómo dedos de las manos a lo largo de su vida, padre sólo tendrán uno; y ciertamente que si un amigo intenta hacerla de papá está condenado al fracaso en el plano de lo amistoso. Y de ahí la gran fórmula de los Grandes Maestros: se sitúan entre el saber de un padre y la camaradería del amigo, entre la complicidad del camarada y la disciplina de casa, entre la utilidad de formarse y la necesidad de desmadrarse, entre la objetividad del despiadado mundo y la subjetividad del amor fraternal.


      Y es poco probable que los nombres de mis maestros aquí mencionados sean los mismos que los tuyos; pero es posible que dentro de quienes me leen, algún nombre nos sea común; pero lo que sí es seguro, es que todos hemos tenido maestros como los míos, que han hecho por nosotros tanto en la vida que no cabe en la mejor composición o prosa. Porqué también es cierto que el buen maestro es parecido al agricultor: siembra una semilla sin saber cuándo ira a germinar y si dará fruto alguno, pero la siembra de todos modos, sabiendo que cada semilla es en sí un mundo entero con distintas realidades y posibilidades a la semilla de enfrente.     


     Frustrado una vez más ante la falta de avance en mi juego y luego de discutir el puntaje de un partido, el buen Carlos Estrada me dijo la última vez que nos vimos sobre una cancha de tennis: sigues siendo un pésimo tenista y respeto tus ganas de prosperar, pero eso sí, tengo que reconocerte algo, y es que sabes llevar muy bien el marcador, llevas muy bien los números, ¡eres muy bueno con las matemáticas! Supongo que mis maestros de álgebra dirían que soy bueno con la raqueta.


¿ Y ?


Publicado el 08 de mayo de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




       ¿Y?, ¿Y?, ¿Y? Enfrentaba los cuestionamientos de los reporteros con las tablas de quien sabe que responder con otra pregunta te saca de un atolladero, pregunta que, con una sola letra abarcaba toda la impotencia y frustración de saber que ni toda la saliva y argumentos del mundo, serían suficientes para darle gusto a una sociedad ávida de vivir vidas ajenas, necesitada de trascender a través de otros, alimentada hábilmente para buscar la carroña que alguien más va dejando a su paso.


      Años antes había tenido un penoso incidente cuando, en el programa dominical más visto de nuestro país, al hacer una reverencia cuando finalizaba de cantar y teniendo el micrófono entre sus manos cruzadas en la parte baja de su espalda, dejó salir un increíble y sonoro gas producto seguramente de algo que habría comido. El carismático y experimentado conductor de espectáculos poco pudo hacer para disimular el hecho de su invitada y seguro que hoy le dan gracias a dios de que en ese tiempo no existieran las redes sociales, vaya, ni siquiera el internet.


     Ya ubicaste a Lucero. Recordarás también que más recientemente fueron publicadas fotos de ella posando con algún exótico animal muerto en una cacería deportiva, para lo que también hubo de salir a dar amplias explicaciones de la sustentabilidad ecológica que la caza cinegética provee; así como hace solo unos meses diera la cara una vez más para hacer por la causa del Teletón y desmentir los dichos de que ella habría despotricado en contra de esa iniciativa cargada de responsabilidad social, más que de exenciones fiscales.


      Y como diría Lucero, ¿Y?, ¿A qué viene todo esto?  Bueno, pues viene en principio de la enfermiza respuesta que los cibernautas dieron a una noticia publicada por Vanguardia en la semana, nota en la que se comunicaba que, alrededor de medio centenar de jóvenes saltillenses, en días pasados decidieron acogerse a una especie de pacto de castidad o pureza como promesa para guardar su virginidad hasta el matrimonio. La peculiar ceremonia fue auspiciada por una activa y dinámica Iglesia de una religión hermana a la mía.


      La medida que los jóvenes cristianos decidieron adoptar no deja margen a crítica destructiva. Tomar una decisión como esa muestra no solo la valentía de estos muchachos y jovencitas ante un mundo que deshecha lo virtuoso y privilegia lo inmediato, sino que también nos demuestran una convicción personalísima de querer distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo cierto y lo falso, entre el instinto y la razón. Porque, una cosa es lo que el mundo hediondo grite entre el mundanal ruido, y una muy distinta lo que tu conciencia te machaque en voz baja dentro de ese silencio en el que sólo tú puedes escucharte.


     Claro, nuestra solvencia moral, espiritual y académica no da para mucho, así que no vamos a erigirnos aquí como el árbol que da moras ni como dueños de la verdad, pero si debemos hacer notar nuestra voz cuando tanta gente destructiva brota de quien-sabe-dónde para despedazar los buenos intentos de gente que busca un mundo mejor, y que entiende que un mundo mejor es posible con familias mejores, y que sabe que familias mejores se forman con personas mejores, y que individuos mejores se forman en base al autocontrol, al apego a normas éticas, a la observancia de códigos de conducta; y si, aunque muchos rezonguen, pataleen y se empeñen en ver el punto negro en la hoja blanca, los dogmas de las religiones frecuentemente te acercan más al buen comportamiento que las normas de los Estados y los cambiantes convencionalismos sociales de nuestra civilización.


        Y claro que por supuesto que desde luego que sí, esos pocos que tienen los tamaños para pararse de frente al público y hacer del conocimiento de todos sus convicciones, creencias y compromisos, corren el riesgo de caer en un error en cualquier lugar del incierto futuro, error que sería ruidosamente celebrado y señalado por aquellos que hoy son críticos de butaca y que gustosamente dirían: se los dije.      


        Pero, aun con todas las implicaciones de hacer públicas nuestras opiniones, habremos de preferir ser como un lucero, y saber que como seres humanos seguramente nos equivocaremos en algunas ocasiones y seremos débiles, y seremos señalados y cuestionados duramente sobre nuestra religión, en mi caso el catolicismo, sobre nuestra devoción, en mi familia a María. Y trataremos de, como Lucero, seguir adelante con nuestras vidas porque al final, el legado no será el incidente de hace muchos años una tarde de domingo o la airada respuesta de una sola letra en forma de retórica pregunta; el legado será haberse comprometido con lo que uno cree, con lo que uno busca, le guste o no a los demás.

cesarelizondov@gmail.com

      

      

    

Bravo #Lady 100 pesos


Publicado el 01 de mayo de 2016 en 360 domingo, de Vaguardia




        Por supuesto que es atractiva, más que Belinda, dicen por ahí. Pero no es por eso que le aplaudo. Y sí, estoy de acuerdo contigo en que su forma de saltar al escaparate de la opinión pública es una amenaza para la seguridad de los demás; pero coincidirás conmigo en que al final del día, y gracias a que sus faltas tuvieron secuelas solo para ella, #Lady 100 se merece el aplauso del gran público, tantas veces simple y pasivo espectador del mundo.

     Para iniciar en el contexto que para algunos pocos es desconocido, diremos que hoy en día, todo aquello que vaya precedido por el símbolo #, es algo que ha sido bautizado con el signo precedente del número o coloquialmente gato, esto para su fácil localización, clasificación o búsqueda en diversas redes sociales cibernéticas.

      ¿Ya la recuerdas? #Lady 100 es una joven mujer de Guanajuato que irrumpió a la fama como chivo en sucursal de Swarovski. Fue hace poco más de una semana cuando se viralizo en todas las plataformas existentes un video en que ella aparecía, en plena y primaveral mañana de abril, totalmente embriagada y enfiestada tras el volante de un vehículo de reciente modelo, discutiendo con un par de guardianes del orden público, pretendiendo salir bien librada de aquella penosa situación ofreciendo un arrugado billete de cien pesos a los agentes que infructuosamente, intentaban deportarla a la policía.

        Los dichos y memes de Donald Trump dejaron de reproducirse como por arte de magia, los continuos traspiés de dicción de nuestro Presidente también tuvieron un respiro en cuanto a compartirlos alegremente entre la mexicanada, y claro, en nuestro Estado de Coahuila, (chiste menso: ¿Cuál es el Estado que más le gusta a #Lady 100?... el estado de ebriedad) se dejó un poco de lado el ominoso y siempre presente tema de la mega deuda para enfocarnos en la amanecida mujer guanajuatense y su pequeño pero muy difundido calvario para quitarles de la cabeza a los policías aquello de que lo que se ve, no se pregunta.

      Y a los pocos días el planeta tierra dio un giro como lo viene haciendo desde que se formó hace tantos miles de millones de años. Y con esas vueltas de la vida, nuestra musa de la semana vino a encontrar su reivindicación. Resulta que los inocentes y tira-piedras que nunca se equivocan, encontraron la antítesis de nuestra Lady en una meritoria mexicana que se alzó con la medalla de oro en la olimpiada europea de matemáticas. Y con inusitada rapidez empezó a inundarse la red con las comparativas entre ambas historias: que a una la hicimos famosa y a otra no, que una va becada al MIT y la otra a ser la imagen de una marca, que una es bella y la otra más. Y nadie se pone a pensar, preguntar, ¿Quiere fama y portadas de revistas la campeona de matemáticas? ¿No es mejor ir al Instituto Tecnológico de Massachusetts que a modelar trapos? ¿No es preferible hacer tu vida mientras otros hacen la suya? Al final, vemos que una joven mexicana avanza en su vida por un complicado y virtuoso camino convencional mientras otra apedreada mujer, aunque en ningún sitio del Quijote lo dice, también avanza ante el ladrar de los perros.

      Y bien, solo que te llames Teresa de Calcuta (porque hasta Jesús de Nazaret le entraba gustoso al vino y departía felizmente con sus amigos) estarías en posición de juzgar a #Lady 100 solo por lo que la hizo famosa. Y es que, para quienes hemos tenido la fortuna de caer en situaciones bochornosas para tener la oportunidad de levantarnos, sacudirnos el polvo y levantar la mirada, la forma en que la chica de Guanajuato ha encarado su tropiezo nos recuerda algo que si habríamos que aprenderle al nazareno: Se juzgan los actos, no a las personas.

       Pero hay que entender algo muy importante en la correcta actitud de #Lady 100: levantar la mirada no es hacerlo desde la soberbia de quien se siente víctima o dice ser inocente como si nada hubiera pasado, levantar la mirada y ver a los ojos a la gente aceptando sinceramente los propios errores es uno de los actos más difíciles de llevar a cabo para un ser humano, más difícil que juzgar a los demás desde el olimpo de la mediocridad o el anonimato de quien nunca se equivoca por vivir en esa tibieza también condenada desde las escrituras, por ejemplo.

      Por eso mi aplauso y reconocimiento para #Lady 100. Porque es una redentora de todos aquellos que hemos cometido cualquier cantidad y tipo de errores desde cualquier ámbito o circunstancia y nos dice que finalmente, no es la gente quien nos brinda las segundas oportunidades, que es uno mismo quien se las busca, quien se levanta, quien se perdona a sí mismo. Porque nos recuerda que por oscura que sea una noche, siempre habrá un mañana al cual ponerle uno mismo los colores, matices, texturas y brillos que uno quiera.

cesarelizondov@gmail.com

     

     

      

Héroes sin Capa


Publicado el 17 de abril de 2016 en 360 domingo, de Vanguardiahttp://www.vanguardia.com.mx/articulo/heroes-sin-capa




      Por supuesto, desde el título de mi colaboración de este domingo vengo usurpando lo dicho por otras personas. Y es que cuando tienes oportunidad de escuchar historias, ideas, conceptos y testimonios que valen la pena, solo hay que transcribir lo que uno pueda recordar. He de dar el crédito de lo que bien pueda plasmar aquí a la gente de la Universidad Interamericana para el Desarrollo (UNID), de aquello que no refleje el grato sabor de boca que aún guarda mi ser, la culpa es solo mía.

      Resulta que, en días pasados, la UNID Saltillo dio a conocer el resultado de un proyecto hecho durante el primer cuatrimestre de 2016: Nuestros Héroes. Se trataba de que algunos grupos de alumnos de carrera, identificaran personas de su comunidad que fueran un testimonio de entrega a los demás, de nobleza, de altruismo, de humanidad. De ahí, habrían de realizar una investigación para luego producir un documento audiovisual mostrando las virtudes y los hechos de sus nominados, cortometrajes que los invitados disfrutamos en una sala de cine, para que al final, la dirección de la UNID otorgara un reconocimiento a esos héroes descubiertos por los equipos de estudiantes.

      Conocimos desde el desmedido y decidido apoyo que a sus vecinos y compañeros de trabajo ofrece desinteresadamente una madre soltera, humilde despachadora en una gasolinera, hasta la fundación Luchando Por Ángeles Pequeños, que ha traspasado fronteras para enseñarnos entre muchas otras cosas que, si bien sabemos que existen terribles padecimientos que no son contagiosos y que una sola persona carga físicamente con ellos, el heroísmo sí que se contagia, y es ahí donde se multiplican aquellos que nos inspiran, como ha sido el caso de los padres del pequeño Luis Pablo. Del tío Benito, cuya entrega a su familia desde una actitud de servicio, buen trato y alegría, hacen que sus allegados lo reconozcan como un símbolo de la bondad y de la generosidad, hasta la maestra Karina, quien pacientemente acopia entre sus allegados y más allá diversos bienes materiales dependiendo de las necesidades del momento, bienes que luego hace llegar hasta a los ejidos, colonias y comunidades más pobres y apartadas.

      También conocimos los esfuerzos de una incluyente organización estudiantil que coordina los trabajos de universitarios de distintas instituciones, quienes, preocupados por su entorno, buscan como apoyar a sus comunidades en diferentes frentes, y han encontrado el evasivo punto común entre ellos, tomando con seriedad y compromiso la responsabilidad que por su privilegiada situación de estudiantes, la sociedad demanda de ellos; se reconoció la entrega de Pascale Aussuer, activista originaria de Francia, quien se empeña para que nuestros hermanos que vienen del sur del país o de centroamerica,  encuentren a su paso por Saltillo no solo el importantísimo techo y alimento que en Casa del Migrante obtienen durante su corta estancia, sino también momentos de felicidad, pertenencia y ocio que tan valiosos son para el ser humano durante la vida entera. Y claro que, fue muy satisfactorio ver a mi comadre Roxana Hidalgo recibir también un reconocimiento por su extraordinaria labor como fundadora al frente de Corazones Rojos, movimiento adscrito a mi parroquia, Santa María Reina, cuyo apostolado de acompañar a los enfermos y sus familiares durante sus convalecencias, ha sumado más de un centenar de voluntarios que semana tras semana visitan, platican, y llevan la comunión a quienes no pueden salir de casa por estar combatiendo alguna enfermedad.

      Además de las asignaturas y parámetros académicos que toda institución educativa debe observar, fue muy gratificante saber que en la UNID están al pendiente de dotar a sus egresados de una conciencia social que frecuentemente olvidamos en cualquier ámbito formativo. Dan en el blanco por partida doble cuando piensan que ante un mercado laboral donde los aspirantes están cada vez mejor preparados en cuanto a conocimientos, idiomas, tecnología y andar por el mundo, la diferencia que hoy observan y toman en cuenta los reclutadores se basa en el compromiso social de los universitarios para con su comunidad, con su país, con nuestro mundo.

     Saber identificar y reconocer a esos Héroes sin Capa que fueron galardonados por alumnos, maestros y directivos hace unos días, pone en el mismo nivel de sus premiados a quienes hicieron posible el proyecto. Sin duda, todos los involucrados en ese proyecto de la UNID, merecen de la sociedad el reconocimiento y mote que a otros dieron: Héroes.

Micro Cuento: Sabiduría en 140 caracteres...o menos

Publicado el 03 de abril de 2016 en Círculo 360 Domingo, de Vanguardia

      Entre vianda y vianda nos surge el tema de la escueta y hueca forma de expresión escrita de la actualidad. Mi amigo, maestro y compañero de página en Círculo 360 Domingo, el poeta Jesús Cedillo, me dice que no es posible comunicar mucho en los 140 caracteres que acotan un mensaje o post de twitter. También, entre el rompe hielos de una primera y helada cerveza y la camaradería del cálido digestivo final, a través de copas rellenas con vinos regionales van lloviendo tesis y contra argumentos de la validez, calidad o profundidad de las precarias manifestaciones literarias que en las distintas redes sociales se publican.

     Llegado el momento de reconocer que los decibeles de nuestra charla se van acrecentando conforme las horas avanzan y los prejuicios se estancan, nos damos cada quien en retirada a fin de dejar para ocasión posterior el veredicto de tan vital e importante cuestión. Llego a mi hogar e, influenciado por la nebulosidad de mi atención hacia cualquier actividad neuronal, consulto en mi lector electrónico la colección de relatos breves que hacen llevadero cualquier momento, como diría aquel maestro de economía en el Tec de Monterrey y también compañero editorial en Vanguardia: cosas para leer cuando vas al baño.

      Y sin saber a ciencia cierta si lo que diré es un oxímoron, nuevamente leo El Dinosaurio, del hondureño Augusto Monterroso, una gigantesca obra del micro cuento: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Y tán-tán, se acabó la historia. Alrededor de cuarenta caracteres y siete palabras para uno de los trabajos más reconocidos de la literatura universal, según su género.

      Me doy cuenta entonces, que El Dinosaurio ha significado para mí lo que cualquier gran libro, novela o clásico hayan sido en variadas circunstancias: diferentes perspectivas desde distintos momentos de la vida. Un dinosaurio en la adolescencia fue el barro en la punta de la nariz que no había desaparecido esa mañana de sábado para mi primera cita romántica, en la juventud fue regresar de vacaciones decembrinas para descubrir que la calificación reprobatoria no había cambiado por el espíritu navideño del hermano Víctor, fue despertar inmovilizado en un hospital sabiendo que aquello no había sido una pesadilla, luego sería un período que nunca llegó cuando suponíamos no poblar más este mundo ante un incierto futuro, fue el desgraciado cobrador de piso esperando afuera de mi trabajo puntualmente cada semana haciéndome sentir más estúpido de lo que hacía, más tarde fue una deuda imposible de pagar; y claro que en una doble analogía, el dinosaurio al despertar cada nuevo día es ver a la misma gente gobernando a mi país.

      Y como fan de cuentos alargo un poco la manga para aterrizar en el concepto acuñado y utilizado por Edgar Allan Poe: La unidad de efecto. La también llamada Unidad de Impresión fue concebida por el poeta y cuentista de Baltimore para explicar cómo es que un relato debe tener una corta extensión para que sea devorado en una sola sesión, a fin de que el leyente carezca de distractores en su lectura para no afectar la comprensión. Y si el autor de El Cuervo (breviario cultural: de ahí toma su nombre el equipo de la NFL) hablaba de brevedad y consistencia hace más de siglo y medio cuando la vida era tan dinámica como el denso atole, ¿Que habríamos de esperar hoy?

     Además, tenemos que el cuento es la forma más antigua para trasmitir conocimientos utilizada por el hombre desde la aparición del lenguaje articulado; siendo que el cuento procura tanto entretener como enseñar, hacer reflexionar como también emocionar, diría que pretende sacudir el corazón, tanto como la razón. Y luego tenemos que dentro de la mínima expresión de historias como lo es el micro cuento, están los más variados subgéneros o tipos como la tragedia, aventura, romance, sátira, comedia, terror, filosofía, etcétera.

    Para muestra te comparto algunos excelentes micro cuentos de menos de 140 caracteres, cada uno entrecomillado y seguido de su autor: “Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño”, Miguel Saiz; “Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”, Cortázar; “-Te devoraré -dijo la pantera. -Peor para ti -respondió la espada”, William Ospina; “Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello”, Jiménez Eman; “Cruzaba la calle cuando comprendió que no le interesaba llegar al otro lado”, Pérez Reverte; “La mujer que amé se ha convertido en fantasma, yo soy el lugar de sus apariciones”, Juan José Arreola.

      Y se sorprende uno cuando extiende la búsqueda a lecturas más amplias sin abandonar el parámetro de la unidad de impresión de Poe, encontrando obras cortas de escritores como Borges, García Márquez, Kafka, Lewis Carroll, Eduardo Galeano, y por supuesto nuestro paisano, Julio Torri. Para declarar empate entre el poeta y yo, considero que la razón me asiste cuando digo que la falta de buenos contenidos no se debe a los restringidos 140 caracteres de un tuit, pero como bien dice Jesús, se debe a los limitados y pobres afanes de quienes se pasan la vida subiendo basura a las redes sociales, despreciando la oportunidad de aprovechar bien esa ventana de publicación. Poeta: La pelota está en su cancha.